En la tierra italiana de Sicilia, los cannoli no son sólo un postre sino también un símbolo de la hospitalidad y la riqueza cultural de la isla. Allí, cada familia o pastelería puede tener su receta secreta, que se transmite de generación en generación. Y aquí en Tucumán, Bernardo Stefanoni apostó a esta delicia para intentar llevar adelante su sueño de emprender.
Con su puesto desmontable de madera y sus sabores a cuestas, el joven de 27 años busca que su negocio crezca a fuerza de perseverancia, dulzor y esfuerzo.
Hoy frente a la Universidad Tecnológica de Tucumán (UTN), “Berna” cuenta cómo empezó, qué dificultades atravesó y aún atraviesa, y cuáles son sus proyectos en un rubro que lo lleva a reinventarse una y otra vez.
El despertar
Bernardo estudiaba para chef profesional cuando a poco de terminar la carrera, se dio cuenta que buscaba algo más. “Yo idealizaba mucho la imagen del cocinero estrella e incluso quería irme al extranjero, pero me di cuenta de que no era lo mío”, contó mientras rememoraba el click que sintió años atrás.
“Después ingresé en la licenciatura en economía, y ahí dije: ‘lo que quiero hacer es emprender’. Y el rumbo gastronómico me llamaba”, reveló.
Así inició un camino que lo llevó a la pastelería, a la que se adentró casi completamente de forma autodidacta. Mientras que decidió elegir a los cannoli y su relleno suave con pistachos porque está convencido que para crecer en el rumbo que eligió, tiene que diferenciarse.
“Los empecé a hacer hace dos años. Sólo vendía a conocidos así que eso me frustraba. Los dejé por un tiempo porque sentí que no funcionaban pero tenía esta intuición que me hizo volver a apostar”, afirmó Stefanoni.
Otro producto estrella
“Mis galletas surgieron de un fracaso”, comentó risueño el emprendedor que en su puesto también ofrece café a los estudiantes y sus famosas “supernovas”.
Bernardo fue por algún tiempo proveedor de cafeterías y en una en particular, sus galletas no convencieron.
“Tienen azúcar mascabo, manteca y chocolate con leche. Se llaman así porque son para mí como la explosión de una estrella, pero de chocolate”, detalló sobre estas masitas que sus clientes aman.
A pesar de que hoy ya no tiene dudas de que sus galletas son muy bien recibidas por el público, “Berna” dudó en un principio. “Sentía que iba a ser difícil que sean tan bien aceptadas porque la gente en general elige facturas, tortillas o churros”, confesó.
Caminar las calles
Parado frente a la UTN, Bernardo ya pasó por otras facultades de la capital e incluso de Yerba Buena. No obstante y como le sucede a muchos otros emprendedores, se le solicitó retirarse de esos lugares.
Días atrás un video de ese momento se viralizó con comentarios de gente que empatizó con él o se vio reflejada, y con otros que lanzaron críticas al joven. “Estoy cansado. Sólo quiero trabajar”, se lo escuchaba decir en las imágenes.
“Mi gran sueño es tener mi propio local. Esa es mi meta pero sé que no podrá ser a corto plazo porque para tener solo este carrito ya hice una gran inversión de la que aún no me recupero”, consideró.
Y agregó: “Mi idea al postear sobre mi situación no era buscar una explosión en redes, ni ser la voz de todos los vendedores ambulantes, sino visibilizar una realidad”.
Stefanoni intentó seguir varios pasos burocráticos para contar con un espacio propio. Sin embargo tropezó con varios escollos que le impidieron lograr su objetivo.
“Algo que tiene el emprendedurismo que está bueno es que uno aprende a buscar los lugares para salir adelante. Ojalá los puestos en la calle sean algo transitorio para todos hasta que uno pueda crecer como desea”, cerró.
Pasos hacia adelante
Con deseos en su corazón y proyectos en la cabeza, Stefanoni por último proyectó el futuro.
“La idea después de esto es reinventarme fuera de la época de clases porque aún no supe hacerlo”, reconoció el joven.
“Siento que escalo etapas, y la siguiente es renovarme durante las vacaciones”, pensó y estimó que quizás en ferias u otros puntos habrá cannolis y supernovas también en verano.