Nitroglicerina en la era de la inteligencia artificial

Nitroglicerina en la era de la inteligencia artificial

El gobernador se acomoda a los tiempos y a la nueva política al tiempo que mantiene las lealtades de la vieja política. Las ideas para la reforma se dan en un marco de alto descontento social en la provincia.

Nitroglicerina en la era de la inteligencia artificial

El gobernador aplicó cambios en su gabinete. Castigó a unos por trayectoria y a otros por dedicación. Su preocupación por jubilar a unos y rejuvenecer el equipo. El terror a afrontar un proceso electoral reformista le quita certezas al proceso de cambio.

Al hojear las páginas de LA GACETA, edición papel del jueves y viernes, parece que el futuro tucumano hubiera recibido una “ojeada”. La eliminación de la hache no sólo le quita frondosidad a la escena sino que además le agrega cierta maldad al pensar que alguien pone su mirada sobre lo que ocurre con cierta mala fe o intenciones aviesas.

En una de las páginas interiores del viernes pasado -que nunca más volverá- un funcionario -ahora ex- como Santiago Yanotti- describe un lento proceso de mejoras en las obras por la escasez de fondos nacionales en la provincia. El ahora ex ministro provincial había advertido que “sólo llegaron 1.000 millones de pesos de los 93.000 millones de pesos que se había comprometido a remitir el Poder Ejecutivo Nacional para emprender obras de importancia. Sus palabras fueron la materia prima con la que se construyó su cadalso.

Cuando el mandatario provincial terminó de leer el diario el destino de Yanotti ya estaba echado, como el funcionario.

El mandatario provincial parece como esos chicos que a la siesta se sacan los zapatos para no distraer ni despertar a sus padres. No quiere que ningún ruidito despierte o altere los nervios de papá Javier, mamá Karina o de los tíos Guillermo o Lisandro. Está tan tranquilo y confiado en su relación con la Nación que Osvaldo Jaldei no está dispuesto a aceptar ni el más mínimo ruido en esa línea. Y Yanotti hizo un bochinche y no ruido al dejar la idea de que la Nación no asiste a los tucumanos. A Jaldei se le pelaron todos los cables e hizo cortocircuito.

Nuevos liderazgos

Le saltaban chispas. Jaldei es una rara especie de la política de este primer cuarto de este siglo XXI que tampoco volverá nunca más. Es un inesperado ejemplo de resiliencia que ha sabido acomodarse a estos tiempos veloces.

El jueves en las pantallas a pleno del hotel Sheraton se mostraba cómo en estos últimos días la Argentina vive un clima de cambio de época que podría ser importante de aprovechar. Asoma una generación más conservadora, alimentada por el “voto económico debido al hartazgo por los malos resultados que se vienen experimentado”. Todo eso que se identifica con el término “casta”, encuentra catalizadores del cambio en personajes como Javier Milei que terminan imponiendo un nuevo modo de liderazgo. Palabras más, palabras menos, estas cuestiones se debatieron en las jornadas que organizó ACDE (Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa) esta semana que se fue para siempre.

Jaldei es un hombre del siglo pasado empoderado en este siglo. Por eso, experto en movidas políticas y un “tiempista” (término futbolero para aquellos defensores que sabían esperar el instante para quitar la pelota) de la trama aprovechó las palabras de Yanotti para poner orden en el gallinero. Al referir a quien ya es un ex ministro dijo: “es una persona muy vinculada a nivel nacional. Le dedicaba mucho tiempo a los viajes, a sus contactos y también a algunos trabajos que puede tener en Buenos Aires”. Fue brutal. Ni Daniel Passarella en sus mejores épocas en la Selección Nacional hubiera quitado la pelota de esa manera. Sin decirlo taxativamente dejó entrever que Yanotti no estuvo en Tucumán el tiempo necesario, que tenía otras actividades en la metrópoli y que muy poco se ocupaba del ministerio.

Pero también Jaldei, en una actitud muy propia del actual Presidente, quiso dejar en claro que los que se quedan en el gabinete son de su propia tropa. Ya lo había hecho cuando armó el gabinete al asumir y sacó a muchos identificados con la gestión de Juan Manzur. En el caso de Yanotti es alguien que había desembarcado de la mano de Beatriz Rojkés, otrora poderosa senadora del kirchnerismo, y que navegó en las procelosas aguas del manzurismo, lo que le auguraba que no iba a llegar al puerto de Jaldei. El mensaje del viernes fue contundente para las viejas parejas del poder: “los tuyos ya no son los míos y mucho menos nuestros”. Por eso también quedó afuera de la cancha el titular de Planeamiento, Julio Saguir, quien para el mandatario provincial es un hombre que desembarcó en el alperovichismo y se quedó.

Dentro del mismo paradigma “jaldeiano” se inscribe la partida de Fernando Solórzano, quien ya figuraba en el inventario de la Casa de Gobierno en el rubro de Hacienda. La jugada es idéntica a la que hizo apenas asumió y sacó del equipo al capitán Eduardo Garvich, un hombre que sabía cuáles eran las teclas para prender la luz en el palacio y más aún para descifrar las claves del presupuesto. Ya no están ni Garvich ni Solórzano, llegaron “nuevos” como Adrián Dicker (Hacienda) y como Marcelo Nazur (Obras Públicas). Lo llamativo fue la designación de Javier Morof que mucho que digamos no es un experto en las lides de la planificación. Él se apoyará en un par de jóvenes que estarán bajo sus alas. En realidad, Morof es el mensaje que Jaldo -no Jaldei- quiere dar a su gente. El ex legislador fue su escudo y su espada cuando Jaldo salió a darle batalla a Manzur y su oflador.

En gestos como estos aparece la capacidad de adaptación del gobernador que se acomoda a los tiempos y a la nueva política, pero al mismo tiempo mantiene las lealtades propias de la vieja política que lo llevó hasta dónde está. Esos procederes lo han instalado en una difícil encrucijada al mandatario. Los viejos temen por la aplicación de los noveles criterios y los nuevos tiemblan con el regreso de las vetustas mañas. Jaldo disfruta de esta dicotomía, aunque sabe que lentamente por la frialdad del poder puede quedar abandonado como muelle en el alba, desoladora descripción del gran vate chileno.

La dupla Jaldo-Jaldei

Con este mismo criterio Jaldo avanza a ritmo intenso, aunque con cautela, hacia la reforma constitucional. Jaldei con las ideas del nuevo liderazgo se propone un cambio profundo. Sabe que la Constitución de 2006 está más deteriorada que la casta. Los tucumanos no la valoran porque desde el vamos está harapienta y, para peor, ha sido apadrinada por un ex gobernador que ahora se encuentra detrás de las rejas. No hay dudas de que la decisión es un sí a la reforma. Para ello Jaldei se propone que los expertos se ocupen de ella. Que sean los que bailan la música constitucional los que propongan y armen las nueva melodía institucional para los tucumanos del futuro: los de la inteligencia artificial y los de la longevidad. Eso sí, Jaldo -no Jaldei- se reserva para sí (y para los políticos) cualquier cuestión que tenga que ver con la transformación electoral. En los principales tópicos estaría dispuesto a aceptar que expertos constitucionalistas como Carmen Fontán o el mismísimo Luis Iriarte, quien lo volvió loco en tiempos en los que Jaldo era vicegobernador, estén en la cocina constitucional. Sin embargo, a la hora de desarmar los acoples no se anima a ceder el espacio a aquellos que no caminaron por el barro de la política. En esas circunstancias será la oposición la que tendrá que batallar con tamaño desafío.

El salario del miedo

En 1953 Yves Montand protagonizó un thriller (“El salario del miedo”) en el que una compañía estadounidense, propietaria de instalaciones de extracción de petróleo en un país latinoamericano, contrata a cuatro europeos para trasladar nitroglicerina para apagar un pozo que se ha incendiado. Lo hacen a través de difíciles caminos por los Andes. Aquella película que este año Netflix hizo resucitar con nuevos actores y otras geografías es la reforma de la Constitución provincial. Todos saben que hay que transportar esa nitroglicerina para apagar el fuego de tanto descontento social que hay en Tucumán respecto del negocio y de la violencia electoral y de la desinstitucionalización de la vida. Sin embargo, en estas condiciones de pobreza e intolerancia hacia la casta, a todos -sin excepción- les aterroriza afrontar otras elecciones para la tan mentada reforma. Tan difícil como llevar la nitroglicerina por los ambages de las rutas de la cordillera.

El año que viene

Cuando se encendieron las luces en el Sheraton y comenzó la conversación de pasillo de los asistentes al encuentro de ACDE, muchos se fueron convencidos del cambio de época que afronta la Argentina. Un nuevo liderazgo con caras menos arrugadas empieza a tallar en una economía basada en la vida regional (no tan provincial) del país. El economista Dante Sica auguraba un final de año con una recuperación gradual de la economía aunque con pocas reservas. En el comienzo de año se preveía una que otra “bellaqueada” del tipo de cambio para empezar el segundo trimestre con una nueva baja inflacionaria. Sica dejó al público con entusiasmo y optimismo, pero cuando llegue la mitad del año que viene es cuando los camiones volverán a cargarse de nitroglicerina para pasar la cordillera electoral. Los argentinos lograron atravesar el infierno de la dictadura y la desaparición de las libertades, pero no aprendieron a convivir con ella, como si estuviera “ojeada” para vivir al borde del precipicio.

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