El viernes no fue un día cualquiera en la Casa de Gobierno. El día previo, el gobernador Osvaldo Jaldo no había podido digerir las críticas lanzadas por Santiago Yanotti hacia la Casa Rosada por las demoras burocráticas para el desembolso de recursos federales para la continuidad de las obras públicas. Una semana antes, el mandatario y su ministro de Economía y Producción, Daniel Abad, se habían dado una vuelta por Buenos Aires para recordarles al jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y al vicejefe y virtual ministro del Interior, Lisandro Catalán, que había promesas pendientes por apoyos institucionales y solidarios.
El mismo jueves llovieron las llamadas desde la Casa Rosada. Por primera vez en 10 meses de gestión, el tucumano sintió la presión del poder libertario. Muy pocos colaboradores sabían lo que iba a pasar al día siguiente. El quién y los quiénes eran parte de la ola de rumores que venían creciendo en los últimos meses en el círculo jaldista. Faltaba el cómo y el cuándo. Fue el mismo viernes. El gobernador había discontinuado sus incursiones madrugadoras al Palacio de Gobierno. Suele ir a las 7. Ayer ingresó 15 minutos antes. Tenía previsto la primera reunión matinal con Abad para hacer un balance de las finanzas. Luego pasó el presidente del Concejo Deliberante capitalino, Fernando Juri, con quien debatió la cuestión del transporte público de pasajeros en San Miguel de Tucumán. En medio de toda esa actividad, Jaldo llamó al secretario general de la Gobernación, Federico Nazur, a quien le encomendó la tarea de preparar varios decretos. “No te muevas, quédate por aquí”, le dijo el mandatario al titular de Economía.
La conferencia de prensa parecía que era de las habituales que se convocan a media mañana en la sede del Poder Ejecutivo. El movimiento de personas no era el habitual en el primer piso de la Casa de Gobierno. El Salón Blanco comenzó a colmarse, mientras el antedespacho privado del gobernador comenzaba a poblarse de funcionarios pocos conocidos públicamente. Jaldo venía testeando a varios de ellos. Todos compartían casi el mismo destino: son de carrera en cada una de sus actividades estatales. Algunos de los salientes recibieron la comunicación (formal y poco formal) de que se prescindía de sus servicios. Otros, en tanto, exteriorizaron su sorpresa.
Santiago Yanotti no estaba en la provincia. Cuentan en la sede del Ejecutivo que el ex ministro de Obras y Servicios Públicos se encontraba en Río Negro. Algunos indicaron que en esa provincia patagónica, el abogado ejercía la docencia. Otros, en cambio, señalaron que estaba en misión oficial por las cuestiones energéticas. De una u otra forma, fue eyectado del gabinete. Lo que era un rumor se convirtió en realidad. La gota que revasó el vaso fue aquellas llamadas nacionales. En el medio, hubo análisis político. Jaldo se convenció de que Yanotti jamás se despegó del massismo. Hoy el Frente Renovador está en las antípodas del pensamiento del gobernador. Lo sintió el diputado nacional Pablo Yedlin que, más allá de sus explicaciones respecto de su posición ante el jaldismo, sintió el impacto de haberse convertido en la cara visible de Sergio Massa en Tucumán. Hubo un funcionario nacional, cercano al peronismo, que llamó al tranqueño para felicitarle por esa decisión. Anécdotas de la interna permanente dentro del peronismo entre ortodoxos y heterodoxos, dialoguistas y duros.
Marcelo Nazur, el sucesor de Yanotti, venía de un precalentamiento. En ausencia del ministro, el ex director provincial de Vialidad, estuvo al frente del operativo de extinción del fuego en los Valles. También cobró visibilidad en algunas obras encaradas por la provincia y en la reparación del puente Lucas Córdoba. El problema, en este caso, que se le presentaba a Jaldo era a quién se le encomendaría esa tarea. Con experiencia en el área vial, Pablo Sebastián Díaz fue el elegido. Obras Públicas tenía entonces aires de renovación.
Las otras dos modificaciones fueron más sorpresivas. Julio Saguir dejó la Secretaría de Planeamiento y Gestión Pública. Tras 20 años y 10 meses en el cargo, el doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Chicago fue reemplazado por el abogado Javier Morof, que venía desempeñándose como secretario de Grandes Comunas en el Ministerio del Interior. En un mensaje enviado por WhatsApp, el ex funcionario de las gestiones de José Alperovich, de Juan Manzur y ahora de Jaldo reconoció que se enteró el mismo día de su cese y que desconoce los motivos. Agradeció a su equipo de colaboradores por el acompañamiento. Paradojas del destino, el ex secretario de Planeamiento fue uno de los encargados de reestructurar el organigrama del Poder Ejecutivo; contribuyó a la eliminación y fusión de reparticiones y hoy ese mismo ajuste lo encuentra entre los afectados. En el interior de la Secretaría se abrieron varios signos de interrogación sobre el futuro del plantel. Lo primero que Jaldo le pidió al legislador en uso de licencia fue que sostenga el elenco y que se tome un tiempo para definir los próximos pasos. Lo mismo le transmitió al ministro del Interior, Darío Monteros, respecto del cargo vacante.
Adrián Dicker venía siendo analizado por el ministro de Economía. Fernando Solórzano, el ex secretario de Hacienda, había decidido volcarse por la jubilación en el proceso de reestructuración del Estado. Más temprano que tarde, el recambio se iba a producir. Abad optó por Dicker, a quien le reconoce el diseño de la Cuenta de Inversión, con el que el titular de Economía buscará fortalecer el control de los gastos públicos.
¿Habrá más cambios? Todo indica que esta tendencia continuará por aquello del recambio generacional. Todos están a tiro de decreto, una frase que va más allá de la formalidad. De hecho, el factor sorpresa ha sido una herramienta con la que Jaldo testeó a su gabinete. Entre la ironía y la realidad han un escaso margen. “Los tengo a todos amotinados en la puerta”, dijo el tranqueño cuando se le consultó sobre nuevas reestructuraciones ministeriales. No pasará por allí la renovación. Tal vez en las próximas semanas se definan la cobertura de las vacantes y el fin de ciclo de algunos colaboradores que no alcanzaron los objetivos deseados por el gobernador. Lo que sí ha quedado en claro que en el Poder Ejecutivo no habrá libres pensadores, ni falta de sintonía a la hora de presentar la gestión.
Esta semana, las acciones gubernamentales se focalizarán en las paritarias. Hay una primera intención de acceder a lo que reclaman los gremios, esto es, una recomposición del salario básico en el sector público. La base puede rondar los $ 550.000 mensuales en promedio, pero la última palabra la tiene el mismo mandatario provincial, que suele dar alguna que otra “yapa” para acercarse a las demandas de los sindicatos. El bono no está dentro de la negociación. Entre los gremios se viene mencionando la posibilidad de que el Gobierno acceda a otorgar uno de $ 100.000 por agente. Sin embargo, en el Poder Ejecutivo no dicen ni sí ni no. El ofrecimiento todavía está guardado bajo siete llaves mientras se convoca a los gremios a encuentros que se sucederán entre el martes y el viernes. Jaldo espera novedades financieras desde Buenos Aires. Una inyección mayor de recursos coparticipables se evidenciará recién en octubre, cuando comience el goteo del impuesto a las Ganancias, tras las modificaciones instrumentadas por la gestión del presidente Javier Milei. Por el momento, las provincias vienen ajustándose por la caída de las transferencias automáticas. El mes que pasó, el giro de fondos por coparticipación federal y algunas leyes especiales descendió, en términos reales (tomando en cuenta el impacto inflacionario), por encima del 18% interanual.
Paralelamente, Jaldo mira lo que sucede puertas adentro del Partido Justicialista. Después de la normalización de la Junta Departamental Capital, hay otros dos distritos que ya perfilaron su línea de conducción política: Banda del Río Salí y Yerba Buena. El tranqueño extiende sus tentáculos dentro del partido, mientras el presidente del distrito, Manzur, aún no ha dado señales acerca de qué es lo que hará con la conducción partidaria.
Jaldo avanza. Le quedan cuatro meses para definir la estrategia electoral que se le avecina en 2025. Indudablemente, esos comicios son para él más que un test. Como se dijo, si gana, podrá consolidar la gestión y renovar su liderazgo territorial. Si, en cambio, pierde las elecciones, será el culpable del decaimiento de la estructura local del PJ. Este último escenario no está en los planes del gobernador. Tampoco forzar una reelección en 2027. Todo dependerá de cómo le vaya en la gestión y en la imagen que los tucumanos tengan de su administración.