Algo más sobre Benjamín Josset, el tucumano que estuvo en el “Día D”
En LA GACETA encontró el llamado que cambiaría su vida. Participó en la mayor operación marítima de la Historia y en la liberación de París. Volvió a Tucumán para reconstruir su biografía algunos años antes de recibir la máxima condecoración de Francia.
Carlos Páez de la Torre (h) lo despidió con una magnífica nota -reproducida esta semana en LA GACETA- publicada originalmente en 2017, pocos días después de su muerte en Villenauxe-La-Grande, a cien kilómetros de París. La nota reconstruye tramos de la vida de Benjamín Josset, el tucumano que recorrió varios países, luchando contra el ejército alemán, durante la Segunda Guerra Mundial. Pero hay más para contar dentro de esa biografía sorprendente. Piezas que complementan ciertos pasajes o que directamente llenan lagunas de su rompecabezas vital
En 1997, el diario francés Libération –palabra que marcó la vida de Josset- envió al periodista Antoine Guiral a Tucumán para recuperar la historia de “el hombre que dejó las pampas para liberar París”. Su artículo arranca diciendo que es en LA GACETA donde Benjamín encuentra su destino.
El llamado en las pizarras
“Pase lo que pase, la llama de la resistencia francesa no debe apagarse y no se apagará”, decía el general Charles De Gaulle, en un discurso transmitido por radio el 18 de junio de 1940, cuatro días después de la caída de París. Exiliado en Londres, De Gaulle convocaba a los franceses del mundo entero a sumarse al temerario intento de recuperar su tierra y de revertir la inercia que por entonces dominaba la Segunda Guerra.
Del otro lado del Atlántico, a 10.000 kilómetros de distancia, el adolescente Benjamín Josset salió de la Escuela Urquiza y, como solía hacer cada tarde, caminó hacia la sede de LA GACETA, en la calle Mendoza, para leer en las pizarras las novedades de la guerra que llegaban a través de Telecord, un nuevo sistema instalado ese año por el que se transmitían telefónicamente las noticias. En esas pizarras Benjamín había leído, cuatro días antes, que las tropas alemanas habían entrado en París. Pero el 18 de junio, al leer las palabras del líder de la resistencia francesa, se sintió interpelado como nunca antes.
Era tucumano –por adopción y formación- pero había nacido en 1924 en Beirut, en esos años bajo mandato francés. Dos años después, sus padres –nacidos y criados en Francia- emigraron a Tucumán. Benjamín tenía 16 años cuando les comunicó que quería sumarse a las incipientes y magras filas de De Gaulle. Sus padres le dijeron que era una locura pero en octubre Benjamín viajó a Buenos Aires, despidiéndose con una carta que finalizaba diciendo “Me voy a liberar Francia”.
Rumbo a Glasgow
En Buenos Aires se conectó con el Comité de las Fuerzas Francesas Libres. Después de falsificar su fecha de nacimiento para que no advirtieran que era menor de edad, consiguió embarcarse rumbo a Glasgow. Solo en el viaje –un mes entre navegación y puertos- hay material para una novela. Cuenta Guiral en Liberátion: “Los mares están infestados de submarinos enemigos. Su periplo lo lleva a las islas de Cabo Verde, las Bahamas, Nueva Escocia, Terranova, las costas islandesas. Luego, este sudamericano que no habla ni una palabra de francés se integra en la 2ª compañía de tanques del teniente Ratard en Old Dean Camp, en la provincia de Camberley. Asignado a las transmisiones, comparte la vida cotidiana de un dormitorio de bretones. No habla o casi no habla, pero logra seguir las conversaciones. Convocado un día por su teniente, se lanza en una exposición sobre sus actividades. Su interlocutor sonríe. Benjamin, el argentino, no habla francés... ¡pero sí bretón! No importa el idioma. Otra reunión decisiva le espera: la del general Leclerc y su mítica 2ª división blindada (DB) en Brazzaville”.
En la costa escocesa conoció a De Gaulle, junto a voluntarios que venían de distintos puntos del planeta. Enterado de que había dos hombres provenientes de Sudamérica (Josset y un recluta paraguayo) el general francés recalcó, en un discurso improvisado en el puerto, que había entre ellos valientes que habían cruzado el Atlántico para sumarse a la lucha.
Luego de una breve formación militar, Josset partió rumbo a África, donde participó en la campaña de Chad y luego, junto a las tropas del general Montgomery, en las guerras de Libia y Tripolitania.
Normandía y París
El 6 de junio de 1944, el “día D”, desembarcó en las costas de Normandía, como telegrafista y cargador de un tanque que integraba la mayor ofensiva marítima de la Historia. 175.000 soldados aliados pisaron las playas francesas esa jornada en que se iniciaba la liberación de Europa y la caída de Alemania. “Vi tantas muertes... Compañeros que ardían dentro de sus tanques mientras yo no podía hacer nada... Y luego, la gente civil, los ancianos sin refugio, los niños... todos atrapados entre los escombros”, contaba Josset, décadas más tarde, sobre el día más cruento de la Segunda Guerra.
Llegar a París, al principio, no fue una fiesta. La novena, la división que integraba Josset, sufrió 160 bajas, chocando contra el cinturón alemán, protegido con artillería antitanques. “El disparo de cañones terminó a diez kilómetros del centro de la ciudad”, decía Josset en 2004, en una entrevista con Silvia Pisani, para La Nación.
El 25 de agosto de 1944, Benjamín cumplió la promesa que les había hecho a sus padres cuatro años antes. Fue de los primeros en entrar a París, por la Port d’Italie, a bordo de su tanque, mientras veía a cientos de parisinos arrojándoles flores a su paso. Quedaría impregnado en su memoria el sonido de las campanas de Notre Dame, “tañendo por la libertad y también por un sueño personal que había comenzado en mi pueblo, al pie de la cordillera”. “¡Mira, Benjamin! ¿Es que tienes capillas como esta en tu pampa?”, le gritó, riendo y alardeando, su amigo Hervé, el conductor parisino de su tanque. Veinte años más tarde, Benjamín recibiría una llamada de una enfermera del Hospital Necker, a pocos kilómetros de la Port d’Italie. Herve estaba agonizando y, en el delirio ocasionado por la fiebre, no dejaba de repetir un nombre “Benjamin Josset”.
En medio de las celebraciones del día de la liberación, Benjamín conoció a un anciano en silla de ruedas. Este le preguntó si sus padres ya habían sido liberados. “Ils sont en Argentine (ellos están en Argentina)”, contestó Benjamín, pero el anciano entendió “Argenteuil”, nombre de una ciudad a once kilómetros de París, todavía ocupada por los nazis. La confusión desató risas, alargó la charla y terminó con una invitación a almorzar que se concretaría meses más tarde. Allí conoció a Odette, hija del anciano y futura esposa de Benjamín.
La guerra no había terminado. Cinco días después del ingreso triunfal en París, Josset partió hacia Estrasburgo, como jefe de un tanque. Tenía por delante combates en los Vosgos y Alsacia. Y el horror extremo en el campo de concentración de Dachau, en el que encontró, casi irreconocibles por la delgadez de sus cuerpos, a viejos compañeros de la resistencia. “¿Por qué tardaron tanto?”, le dijeron.
De regreso en Tucumán
Después de la guerra, Josset se instaló en Francia. Formó su familia –tuvo tres hijos y ocho nietos- y trabajó en la industria automotriz. 47 años después de transmitirles a sus padres su decisión de unirse a la resistencia, volvió a Tucumán, con Odette, su mujer. Carlos Páez de la Torre (h) ayudó a Josset, y a periodistas de la televisión francesa que filmaban un documental, a encontrar ejemplares de LA GACETA que reflejaran lo que había leído el adolescente Benjamín en las pizarras de 1940.
Libertad y dignidad
Ocho años más tarde, después de su viaje a Tucumán, el periodista Antoine Guiral acompañó a Benjamín a una reunión de la asociación de veteranos de la legendaria División Leclerc. Guiral lo rememora así: “Benjamin tiene hoy 71 años. Sus manos son velludas, sus cejas tan espesas como las del presidente argentino Carlos Menem. En las oficinas parisinas de ‘la casa de la 2ª DB’, sus antiguos camaradas lo animan a decir algunas palabras. A evocar la Liberación de París para el periodista de paso. Su francés es ahora impecable: ‘No hice esto, no liberé aquello. Poco importan los hechos de armas’. Combina alegría y tristeza. Victorias y muertes de sus compañeros de armas. Apenas una palabra sobre Dachau, donde encontró a hombres torturados y moribundos que jadeaban ‘hemos ganado, hemos ganado’. ’La guerra es ante todo un olor particular: el de los tanques y de la carne que arde. Uno quisiera pagar, expiar el honor de haber sobrevivido’”.
En 1997, el gobierno francés le concedió la Legión de honor, la máxima condecoración de Francia. Mi padre recibió una carta con una invitación a ese acto. “En LA GACETA descubrí mi destino. Participé de una tragedia horrible pero también tuve la inigualable oportunidad de defender la libertad y la dignidad”, reflexionaba Benjamín Josset.
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