Aguacero doble

Aguacero doble

El arte la literatura y la vida.

Hace 9 Hs

MISCELÁNEA
UN PUÑADO DE FLECHAS
MARÍA GAINZA
(Anagrama - Barcelona)

Como Montaigne, como Borges, como John Berger, María Gainza bebe de las aguas de un aguacero doble, un despliegue híbrido que combina el ensayo con la narración, la crónica con la cita erudita, la reflexión sazonada con el relato breve y contenido. En Un puñado de flechas se unen las anécdotas personales con el demorado estudio de una pieza artística, la crónica exquisita sobre las obsesiones de un coleccionista, las innovaciones de un cineasta hermético y la búsqueda de cuadros perdidos.

La autora despliega sus lecturas y las pone junto a las reflexiones precisas sobre el coleccionismo, el aprendizaje del arte, la historia del robo de unos cuadros y las ideas de una maestra de acuarelas (una curiosa ghost pinter) y de Francis Ford Coppola. En dos textos desarrolla largos y esmerados perfiles de artistas: en un caso, traza la vida ambulante del fotógrafo Goldenstein; en el segundo narra, con detalles, la refinada peripecia sexual y artística de María Simón, escultora nacida en Aguilares, Tucumán, quien desarrolló una exitosa y desconocida carrera en Europa. “Soy una caja cerrada”, dijo la escultora, y Gainza anota: “María Simón era un misterio hasta para ella misma, y ese enigma que la comía por dentro quedó encerrado en sus esculturas”.

El libro incluye dos piezas memorables, acaso lo más destacado del conjunto. En ambos textos, combina las estrategias de la ficción, el relato detectivesco con la creación de una atmósfera noir, a la par que narra la historia real de una búsqueda y de una serie de conversaciones que podrían incluirse en un relato de Chejov, Piglia o Nabokov. En el primero, “El desconcierto”, cuenta el encuentro con un detective tras la desaparición de unos cuadros en un museo de Massachusetts, Estados Unidos. El hombre tenía un problema: su nariz se desprendía de la cara y caía entre amigos y desconocidos. Su vida había estado dedicada a recuperar objetos robados. Los diálogos con el señor Harold podrían formar parte de un cuento de un John Banville radicado en el cono sur. En el segundo, “El triángulo de Piria”, la propia escritora se ha convertido en una improvisada detective luego de tomar clases para ejercer el oficio. Lo que dispara la investigación es un encargo raro: el prestigioso artista Guillermo Kuitca se entera que una coleccionista ha abandonado un cuadro suyo en un desván holandés. Pudoroso, incrédulo, quizás dolido, Kuitca no se atreve a buscar él mismo el cuadro y le pide a Gainza que se ocupe. La peripecia la lleva a Uruguay; en el final de su viaje a la mítica ciudad de Piriápolis, mantiene un diálogo extraño con un ex coleccionista de ancestro turco, quien se revela como un antihéroe seductor que ha adoptado una nueva fe.

“De mí perdurará aquello que no pude poseer”, cita Gainza al coleccionista retratado en el texto “Una concentrada dispersión”. En este relato depurado, pletórico de referencias filosóficas, sensoriales y artísticas, la autora elabora una hipótesis sobre el lugar del caos y el orden en la vida.

En algunos pasajes de Un puñado de flechas, acaso como hizo Giorgio Vasari en sus preclaras vidas de artistas, Gainza traza la breve biografía de un artista; es el caso de Tiziano, a la vez que cuenta la historia de un secreto. En uno de los textos declaradamente autobiográficos, la autora muestra una falsa paradoja: crítica de arte por diez años, cuenta que no coleccionaba pinturas y que rechazaba el trueque con obras de arte, vivía en un departamento despojado, con paredes blancas, desprovistas de todo indicio de arte y leía a Edith Wharton sobre el beneficio del arte en el entorno cotidiano.

La prosa esmerada, llena de analogías, es una de las flechas –las flechas referidas por Coppola y que da nombre al volumen– que lanza con acierto. La autora desarrolla sus hipótesis uniendo el episodio mínimo, los rodeos sobre los asuntos, la pulcritud puesta en la sintaxis y la historia mayor y secreta de un artista. En este libro bifronte, aguacero doble, María Gainza se vale de la primera persona para pensar y narrar asuntos dispares relacionados con el arte y su vida. A partir de una anécdota, del estudio de un cuadro o de la historia de una artista, Gainza une autobiografía intelectual, referencias eruditas, narración y ensayo de una manera lograda.

PERFIL

María Gainza nació en Buenos Aires. Trabajó en la corresponsalía de The New York Times en Buenos Aires y fue corresponsal de ArtNews. Durante más de diez años fue colaboradora regular de la revista Artforum y del suplemento «Radar» del diario Página/12. Su novela El nervio óptico fue traducida a 16 idiomas. Con La luz negra ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2019.

Fabián Soberón

© LA GACETA

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