En momentos en los que la disrupción y la vulgaridad están a la orden del día y en los que nadie aguanta a nadie, mientras en las redes sociales los intolerantes ‘trolls’ oficialistas no paran de atacar al periodismo por opinar, el Congreso Nacional se ha convertido en una mediocre pajarera donde la mayor parte de los diputados y los senadores oficialistas, en su revoloteo ineficaz y sumidos en improvisaciones que los hacen chocar todos los días contra los barrotes de la jaula, le han bajado definitivamente el promedio a la calidad legislativa.
Por estas horas, los cánones de la vieja política, los de la vilipendiada “rosca” que cerraba filas entre sí sin importar de dónde provenían, se tiran de los pelos con la irrupción en el día a día institucional de Javier Milei, pero también con esa heterogénea troupe de diputados y senadores que el Presidente llevó al Congreso, la misma que consiguió reunir como pudo hacerlo por entonces el candidato libertario para ponerlos debajo suyo en las listas. A la vez se felicitan de tener, por ahora, un rival tan fácil de deglutir.
Ha sido más que notorio en estas últimas semanas que la inexperiencia, la falta de conducción o bien el miedo a los correctivos que les puedan llegar desde la Casa Rosada tiene más que ocupados a los bloques de La Libertad Avanza en los menesteres de la llamada interna, situación que los ha dejado a merced del resto y con defecciones notorias en los resultados en las dos Cámaras.
Aquel pecado de origen, generado por la irrupción meteórica del líder, es algo que, a casi nueve meses vista, LLA no ha podido superar legislativamente hablando y en eso, la centralidad de Milei, a quien no se le discute nada por temor a que la “gran hermana” Karina o Santiago Caputo lapiden al transgresor, es un notorio lastre. Martín Menem, delegado del entorno a cargo de la Cámara de Diputados, lo ha dicho con todas las letras: “ninguno tiene votos propios” y por lo tanto, los instó a verticalizarse. Tanto en el caso de los ataques al periodismo como en esta materia, la intolerancia que buscar uniformar el pensamiento bajo el signo de la coacción es algo que no se condice con el liberalismo.
Más allá de la apretada, si se analiza la cuestión desde la composición intelectual y operativa del Congreso se observa con muchísima preocupación ciudadana que aquella burguesía o según la jerga del Milei-candidato, aquella “casta” de políticos profesionales que se perpetuaban y hacían del rubro un medio de subsistencia para ellos, familiares y amigos, le está dejando paso a otro colectivo, seguramente tres escalones más abajo en picardía, pero inverosímiles y nada efectivos en sus modos de gestionar las leyes.
Estos diputados y senadores de hoy, de momento minoritarios en el Congreso, representan una nueva casta con otros cánones probablemente más decorosos que los que se han venido a remover, pero una cosa no tiene que ver con la otra. Se puede ser decente, pero a la vez aspirar políticamente a no ser de clase B. Es verdad que no son todos son así y está bien claro que, en un grupo tan heterogéneo de 42 bancas, entre senadores y diputados, algunos se esfuerzan en aprender más que otros, pero de esta manera, desorientados y sin conducción, tal como están, al momento han demostrado que, en relación a las generaciones prexistentes, no son mejores, ni política ni legislativamente hablando.
Milei viene de fábrica con una impronta de ‘enfant terrible’ rebelde, provocador y desafiante que a veces lo aleja de la eficacia que se espera de un gobernante, ya que en general él mismo no logra equilibrar dos aspectos fundamentales de la conducción para cualquier orden de la vida: cuándo seguir los cánones establecidos y cuándo es necesario improvisar para adaptarse a las nuevas circunstancias. La cuestión es que aun así el Presidente va al frente y ése es quizás uno de los secretos de su popularidad, pero en general a los diputados y senadores del oficialismo se los percibe casi siempre a la inversa: sometidos, sin ideas y alejados de cualquier repentización.
Esta acción de reciclarse en el aire es probablemente algo difícil de lograr a la velocidad de los tiempos actuales, pero eso de ir para un lado y chocarse con el final del laberinto ignorando que hay que regresar por el mismo camino recorrido para aprender e intentar otro más seguro es otra. Lo más delicado es que no se trata de una improvisación de tono creativo, que es hacer de la recuperación un arte para salir del entramado por arriba si es necesario. Esto también parece ser que la mayor parte de los legisladores propios lo ignora.
Lo concreto es que la relación con el Congreso ha puesto al Gobierno varias veces contra las cuerdas en las últimas semanas, más allá de sus propias y furibundas internas, la más grave de todas con Victoria Villarruel. Está bien claro que desde la Casa Rosada la quieren enchastrar a la vicepresidenta de cualquier manera, pero a veces las operaciones se revelan como estúpidas y se neutralizan solas. En estos días, se quiso hacer pasar lo que debería haber sido una simple notificación de la expulsión de un senador de LLA, quien criticó duramente al juez federal Ariel Lijo, como rechazada por ella, cuando en realidad lo que mandó para atrás fue la “improcedente” nota que le enviaron desde el bloque libertario en la que le pedían que resuelva una cuestión interna, algo sobre lo que la vicepresidenta de la Nación no puede decidir.
Más que terrible, lo también triste para observar, ya que va en línea con ese hacer sobre la marcha que a veces alcanza el tono de burrada entre los libertarios, fue la formalidad de la nota con tachaduras, correcciones a mano y repeticiones que nadie corrigió: “La Libertad Avanza Avanza” escribieron a los apurones y así lo firmó el titular del bloque. “Se´gual” diría Minguito.
Con este panorama de tanto revoloteo es lógico que el oficialismo haya quedado para el cachetazo y eso se vio en los últimos resultados: no pudo conseguir el manejo de la Comisión de Control de los Servicios de Inteligencia que pasó a manos de Martín Lousteau en sociedad con dos kirchneristas acérrimos, mientras que el DNU que le otorga un aumento de $100 mil millones a la SIDE quedó herido con el rechazo de Diputados y se encamina a correr idéntica suerte si llega al recinto en el Senado. Tampoco las tuvo todas consigo la pretensión del Gobierno de llevar a la Corte Suprema al juez federal Ariel Lijo y a Manuel García-Mansilla quienes pasaron por la Comisión de Acuerdos del Senado, aunque aún no hay un dictamen que permita tratar los pliegos en el recinto.
En ese aspecto, el peronismo trata de imponer sus decisivas mayorías con negociaciones que le permitan designar jueces o eventualmente otros magistrados si la Corte se amplía y allí talla nada menos que Cristina Kirchner, quien le lleva años luz de ventaja a todos y parece que ha logrado que haya canales subterráneos de contacto con la Casa Rosada para sacar buena tajada con el nombramiento de jueces, camaristas y aún del Procurador o de más magistrados para la Corte si el peronismo pone los votos.
Además, el Congreso vela las armas en relación al veto total de la Ley jubilatoria que acaba de firmar el Presidente, ya que la sanción se logró en ambas cámaras por amplias mayorías calificadas, lo que permitiría insistir con una norma que desfinancia gravemente al Fisco. La novedad es que por primera vez en casi nueve meses, Milei decidió involucrarse en algo que no siente particularmente, pero la reunión que tuvo con legisladores propios y del PRO le ha dado la certeza que tal insistencia no llegaría a reunir el número. En este tema, el terremoto parlamentario ha generado el acercamiento con el partido de Mauricio Macri a partir de sus visitas a Olivos, necesitado esta última vez que la SIDE deje de revolver causas antiguas, aunque se verá si esa disposición del Presidente es algo por conveniencia o si logra persistir en el tiempo.
Es verdad también que en los bloques de LLA la sensación de inseguridad que le transmite la Casa Rosada y la improvisación que los rige se nota más porque son todos nuevos, ya que en las otras bancadas siempre hay una mitad que tiene una experiencia de dos años, pero esta pasantía le está saliendo demasiado cara al Presidente. Están en franca minoría, desde ya, pero lo real es que su performance legislativa ha sido hasta ahora de mediocre para abajo. Y para regocijo de la oposición, que le mete palos en todas las ruedas, está claro además que la granada ha perdido la espoleta en estas últimas semanas.