De Colalao del Valle a la universidad: el desafío de viajar más de cinco horas diarias para llegar al título
A más de 180 kilómetros de la ciudad, se enfrentan desafíos para acceder a la educación superior. Con largos viajes y recursos limitados, sueñan con un futuro mejor, pero, ¿qué pasa cuando las oportunidades están tan lejos?
El 14 de agosto y en el medio de un paro, la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) abrió las puertas en la Facultad de Filosofía y Letras a la ExpoUNT, una feria de carreras que presentó la oferta de más de 200 opciones académicas. Entre los cientos de jóvenes que visitaban los stands, llamó la atención el interés de los estudiantes del último año de la Escuela Secundaria Nuestra Señora del Rosario, una institución ubicada en Colalao del Valle, a más de 180 kilómetros de distancia.
Para ellos, el viaje hasta la feria había sido largo y requerido un esfuerzo enorme de organización. Después de regresar a casa, los estudiantes siguieron dialogando con LA GACETA sobre lo que implica el sueño universitario para ellos y sus comunidades.
Los desafíos de la educación superior en los valles
El colaleño Máximo Cisneros, presidente del centro de estudiantes de su escuela de 18 años, explicó una realidad que pocos conocen: las dificultades que enfrentan los jóvenes de alta montaña cuando sueñan con la universidad.
Si quisieran cursar una carrera en la sede de Letras, tendrían que repetir ese viaje que les había llevado más de cinco horas, pero de manera rutinaria. "Es casi imposible mantenerlo a largo plazo", señaló Máximo. La distancia, el costo y las limitaciones económicas son barreras que a menudo resultan insalvables.
En Colalao del Valle, un pueblo con 3.800 habitantes, Cisneros expresó que conoce apenas tres personas que lograron llegar a la universidad. La comparación con la realidad de San Miguel de Tucumán es abrumadora. Sólo para tener una mejor perspectiva, la Escuela Normal Juan Bautista Alberdi, en pleno centro de la capital, alberga a 3.500 estudiantes. Así de pequeña es la realidad en los valles cuando se trata de pensar en las posibilidades educativas.
Un sueño que nace en la adversidad
¿De dónde surge esta hambre de futuro en un lugar tan remoto? ¿Cómo es posible que jóvenes que no crecieron escuchando y viendo cómo sus vecinos iban a la universidad ahora se aferren a ese proyecto con tanta fuerza?
"Mi sueño de ir a la universidad surge a través de los medios de comunicación", contó. "Al ver la tecnología y la innovación que están cambiando el mundo, me doy cuenta de que necesito formarme para tener herramientas en el futuro", dijo. Aunque su situación económica es difícil, sueña con estudiar algo vinculado a la política con la que se propone hacer un cambio estructural en su comunidad y, también, con emprender.
Cuando no está en la escuela, Máximo trabaja como albañil para ayudar a su familia. Sus compañeros también enfrentan rutinas exigentes: algunos recorren dos horas a pie para llegar a clases, mientras que otros, como los que viven en las Ruinas de Quilmes, si tienen suerte deben hacer un viaje en auto de 24 minutos y, si no la tienen, les espera una caminata de cuatro horas. A pesar de estas barreras, Máximo y su compañeros no renuncian a sus deseos.
“Estoy pensando en un emprendimiento para trabajar con materiales de la zona. Como vivimos al pie de la montaña, mi idea es aprovechar todos los áridos y materiales para poder abaratar los costos. Actualmente me estoy capacitando en bioconstrucción porque me gustaría fusionar las construcciones ancestrales con el estilo actual”, expresó el estudiante.
La realidad de los padres y docentes
Los padres de estos jóvenes, aunque les brindan apoyo emocional, no siempre pueden ofrecerles los recursos que necesitan para financiar sus planes. "Mis padres me apoyan, pero trabajan como autónomos y no podrían solventar mis estudios en la ciudad", comentó Máximo, para quien ir a la universidad implicaría gastos como alquiler, comida y transporte.
Por otro lado, los docentes, muchos de los cuales no residen en los valles, hacen lo posible por motivarlos, pero sus esfuerzos están limitados por la distancia y las dificultades del entorno.
Las raíces, un "tira y afloja" en el corazón
A pesar de las adversidades, Máximo y sus compañeros sienten un profundo amor por su tierra. "El Valle Calchaquí es un lugar apto para cualquier emprendimiento turístico", expresó. Sin embargo, esta conexión con su hogar entra en conflicto con la falta de oportunidades. "Es un tira y afloja en nuestros corazones", confesó. "Queremos quedarnos, pero sabemos que para lograr nuestros objetivos, tal vez debamos irnos", admitió.
Para Máximo, la única solución viable sería la creación de un anexo de la UNT en los valles. "Esto cambiaría la mentalidad y las aspiraciones de todos los ciudadanos vallistas", afirmó con convicción. Según su criterio, un cambio de este tipo no sólo transformaría las vidas de los jóvenes, sino que también fortalecería la comunidad en su conjunto. Curiosamente durante la conversación no surge la alternativa de estudiar a distancia o virtualmente, una modalidad que podría ayudar a acortar distancias. Entonces se advierte que en Colalao y los alrededores faltan herramientas tecnológicas que ya son básicas en otros lugares de Tucumán. En estas condiciones tan desventajosas, Máximo y sus pares se enfrentan a la necesidad de procurarse un porvenir.
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