No es usual que un auditorio tan vasto como el del Virla luzca al 80% si lo que convoca es la presentación de un libro. Por supuesto que hay excepciones, por lo general celebratorias, y tienen que ver con las figuras involucradas. Por ejemplo con Inés Aráoz, tal vez la poeta más importante que dieron las letras tucumanas, cuya presencia sobre el escenario del centro cultural generó un campo magnético plagado de poesía, arte e infinita calidez.
La inmejorable excusa para el encuentro fue la reedición de “En la Casa-Barco”, volumen que reúne la obra publicada por Aráoz hasta 2016 y que Edunt editó originalmente antes de la pandemia. La demanda de esos ejemplares es incesante, fronteras dentro y fuera de la provincia, y de allí la decisión de la editorial universitaria de mandar el libro nuevamente a imprenta.
Claro que no fue una presentación con formato tradicional. Nicolás Aráoz -hijo de la poeta- jugó con luces, sonidos e imágenes, todo al servicio de la palabra de Inés. Ella leyó varios de sus poemas arropada por ese combo de sorpresas que fueron desgranándose a lo largo de la puesta en escena.
La estatura literaria de Inés Aráoz quedó sintetizada desde la bienvenida, a cargo de Soledad Martínez Zuccardi. “Nuestra poeta máxima”; “la poeta más importante”, “lo más de lo más”, la definió la directora de Edunt. Con esa contundencia terminó de quedar justificado el relanzamiento de “En la Casa-Barco”, libro que pertenece a una colección -Metáforas- en la que conviven escritores tucumanos consagrados. Tres de ellos, Arturo Álvarez Sosa, Roberto Reynoso y Denise León, estaban en la platea y recibieron merecidos aplausos.
Martínez Zuccardi anticipó que pronto verá la luz, también con el sello de Edunt, una selección de textos literarios de Leda Valladares, trabajos que corresponden a la faceta menos conocida de la artista tucumana. Y en la despedida leyó los mensajes que desde Buenos Aires enviaron Sofía de la Vega y Ezequiel Nacusse, responsables de la tarea de edición de “En la Casa-Barco”, codo a codo con Inés Aráoz y bajo la supervisión de María Jesús Benites.
Luego fue el turno de Javier Foguet, quien preparó un texto en tres partes -introducción, nudo, coda- para hablarle a Inés “desde el lugar del poeta amigo”. Foguet se refirió una y otra vez a la omnipresente Casa-Barco (“un jardín y una casa en medio de un jardín”; “una casa abierta al claroscuro de la música del mundo”) y celebró la manera en la que fluye la poesía de Araóz: de allí -apuntó- el error que puede implicar detenerse a sobreanalizarla.
Creaciones
Irradiando paz, a paso tranquilo, la poeta marchó después para sentarse en el centro del escenario y, bajo un único spot encendido, regarle al auditorio una serie de sus creaciones. Por momentos la acompañó Gustavo Escalante, sintonizando el instante con los sonidos de sus cuencos; por momentos fueron las fotos proyectadas en la pantalla de fondo; y sobre el final Antonella Mazziotti superó con el mayor éxito el desafío que supone “bailar un poema”. Y hubo algo más en la despedida: un “coro poético” de amigos que desde la platea leyó poesía, reflejada en la pantalla como si se tratara de un manifiesto.
“Aún no sé si lo que hago es poesía. Con frecuencia me he oído decir: no soy poeta, soy Inés. Pero la he buscado y sé que ella es lo real”, le confesó Aráoz a LA GACETA durante una entrevista publicada el domingo pasado. Esa certeza de lo real se corporizó en la noche del Virla y muchísimo público tuvo la fortuna de comprobarlo.