“En los peores momentos de mi vida mi padre ha sido mi inspiración; son sus valores con los que me he formado y los que me sacaron adelante en los momentos más difíciles”. Aunque pasaron 50 años del fallecimiento del ingeniero José María Paz -se cumple hoy ese aniversario-, la mayor de sus hijas, María Victoria, lo recuerda con tanto cariño y tanta frescura que el tiempo se diluye. Entonces la figura de Paz se vuelve cercana y su historia alcanza la relevancia que siempre mereció.
El crimen del ingeniero Paz fue una tragedia que sacudió a Tucumán. Era presidente del directorio de la Compañía Azucarera Concepción, entonces propietaria del ingenio ubicado en Banda del Río Salí, uno de los más grandes de Sudamérica. El 7 de agosto de 1974 quedó herido de gravedad durante un frustrado intento de secuestro, perpetrado por guerrilleros enrolados en la organización Montoneros. Falleció 20 días más tarde, a los 45 años.
María Victoria ensayó un ejercicio de análisis histórico y, sobre todo, de rescate de la memoria, y le dio la forma de un artículo titulado -a partir de una idea de Santiago Kovadloff- “Argentina, un país que sigue siendo oscuro”. Se publicó hace unos días en el diario “La Nación” y también en LA GACETA. Allí agrupó conceptos vertidos a lo largo de distintas charlas y escritos que fue elaborando con el paso de los años. Su propósito con ese texto, subraya, fue ganar adeptos para la reconciliación de los argentinos, habitantes de una nación a la que observa rota, dividida y atrapada en una lógica binaria.
“Es un momento movilizante, más de lo que debiera ser con el paso del tiempo. Sucede cuando perdés un padre tan joven, una persona tan buena; y están las razones de esa muerte prematura. Entonces resulta muy doloroso”, apunta María Victoria durante una charla teléfonica con LA GACETA. Ella intenta que pase como “una fecha más”, pero -según confiesa- no es sencillo.
“Sanar las heridas internas y hacer un buen duelo es muy difícil”, advierte Paz. Ese proceso interno, único, quedó interrumpido, y de hecho tomó un nuevo rumbo, a partir de un hecho político clave en la Argentina de las dos últimas décadas.
“Con lo que pasó a partir del gobierno kirchnerista todo tomó una dimensión diferente -explica-. Llegan los kirchneristas, comienza la manipulación de los derechos humanos y eso produce omisiones tremendas. Ahí comienza la nueva etapa de un duelo que no hubiera deseado. Implicó otro golpe personal. Ha sido terrible la agresión que hemos sufrido desde que el gobierno kirchnerista construyó un relato y manipuló los derechos humanos, que deberían ser algo sagrado”.
Por todo eso, en esta etapa fue importante mantener viva y clara la memoria del ingeniero Paz. “Lo recuerdo como un maestro exigente conmigo; un hombre de una vitalidad extraordinaria -destaca María Victoria-. Conjugaba las facetas de ingeniero y empresario y tenía una mirada adelantada a su tiempo. No existía la palabra globalización, pero él hablaba de aprender a ser internacionales, de viajar por el mundo, de la importancia de la educación, de aprender idiomas, de hacer deportes. Era una forma de darnos herramientas para ser útiles e independientes”.
Y hay también un registro profundo, fijado en el corazón de una hija que al momento de la muerte de su padre tenía 19 años. “Era alegre, familiero, un hombre múltiple, capaz de hacer dos cosas al mismo tiempo -resalta-. Muy humilde, consciente de la responsabilidad que tenía sobre los demás. Siempre decía que cuanto más alto se llega, mayor es la responsabilidad. En ese sentido era un cristiano verdadero, y sin estridencias. Un apasionado del crecimiento y de la educación, y de la importancia de ser útiles para la sociedad”.
El duelo y la memoria
La historia del padre fue encastrando con la propia de María Victoria, quien fue hallando los caminos para canalizar el duelo y la memoria. “Me dediqué a compartir experiencias, leí muchisimo -soy una lectora empedernida- con la intención de conocer otras miradas y de posicionarme objetivamente en un caso tan doloroso. La verdad es que a aquellos tiempos cada uno los vivió como pudo; en ese momento era todo muy complicado, no entendíamos la violencia, tanta intolerancia. Tomé la decisión de seguir estudiando, me enfoqué en salir sana y nunca pensé en la venganza”.
Cuenta María Victoria de su asistencia a un gran congreso que contó con la presencia de los presidentes de Colombia y de México, de los príncipes de España, y de integrantes de claustros universitarios. “Conocí casos de las víctimas de la violencia colombiana, tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda. Escuché que las personas que sufren no tienen un soporte psicológico, es como que quedan cristalizadas, y lo que implica eso es tremendo -relata-. Diría que yo no quedé cristalizada de esa manera, pero sí tuve que hacer un recorrido muy doloroso durante los años kirchneristas, porque significó revivir lo que había pasado”.
En ese sentido, María Victoria brinda su parecer acerca de los años tan duros que vivió la Argentina. “No estoy de acuerdo con eso de ‘los dos lados’ -enfatiza-. Murieron civiles de las más diversas edades y estamentos sociales. Pero una cosa fue el combate y otra la gente que no tenía nada que ver, fue un horror lo de las desapariciones. Lo mismo con los militares, no se puede meter en la misma bolsa a un criminal como Massera con los conscriptos y oficiales, Por eso creo que no hubo dos lados, sino muchísimos lados, y por eso no hay que juzgar”.
Tres fragmentos del texto de María Victoria Paz sirven como cierre y reflexión:
- “A 50 años del asesinato de mi padre, acerco esta historia a todos los argentinos que quieran escuchar y aspiren a componer, a juntar todas las partes, las conocidas, las olvidadas, las silenciadas, para reconocernos en la complejidad de una historia que nos abarca a todos”.
- “Es patético, cuando no indignante, advertir que en los más altos cargos de la Nación aparecieron personajes directamente vinculados a los crímenes cometidos por las organizaciones armadas, auténticos manipuladores de los derechos humanos con fines políticos”.
- “Habiendo transitado estos años con una pesada carga generada por tanta violencia y tanta confrontación, solo deseo que en el futuro el coraje necesario para enfrentar lo que nos pasó promueva mayor humanidad en nuestro espíritu. Este emprendimiento puede ser el de todos. La misión de todos”.