Cándido López
A fines de agosto se cumple un nuevo aniversario del nacimiento del pintor argentino Cándido López: nació el 29 de agosto de 1840. En el mismo mes nació Alberdi, en 1810. Ambos cumplen el mismo día, el 29. López y Alberdi tuvieron perspectivas opuestas respecto de la guerra del Paraguay. De alguna manera, Lopez fue un pintor fracasado durante su vida. En el presente su mirada de la guerra está asociada a la visión historiográfica de Bartolomé Mitre.
Por Fabián Soberón
Para LA GACETA - TUCUMÁN
Cándido López me persigue desde hace años. Pero no es un fantasma sino una figura baja, esmirriada y con el brazo amputado. Cándido López fue un artista no reconocido en su tiempo. Lo valoraban más como soldado hasta que una granada le quitó la mano derecha. Antes se había instalado en un pueblo de Buenos Aires y ofrecía los servicios de retratista y daba clases sobre pintura para principiantes. Cándido se ubica en el pueblo con el objetivo de vivir de su arte y pronto se alista para la guerra. Parte, orgulloso y convencido, junto a otros aspirantes.
López trabajó al lado del general Mitre en la guerra de la Triple Alianza, esa guerra inmunda y nefasta denunciada por Juan Bautista Alberdi. Mitre se ufanaba de su porte y vigor militar. Alberdi lo llamó caudillo de frac. Además de pelear contra los traidores paraguayos (según el general), Mitre traducía la Divina Comedia en las trincheras y en los toldos raquíticos en medio de la nada.
Mitre se sienta en una silla enclenque y le pide el diccionario a un soldado. Se ha olvidado el libro en otro toldo. Mientras tanto el pintor sin mano deja una imagen de la guerra para la posteridad. Para sus contemporáneos, los bocetos pictóricos de López son meras artimañas de soldado manco. López, cándido, quería registrar el pasado inmediato de las batallas y no sabía (no podía saberlo) que estaba haciendo arte y que sería reconocido en el futuro. Enfervorizado con el olor de la pólvora y los cañonazos era un férreo mitrista. Mitre estaba empecinado con los enemigos y traducía a Dante como un divertimento de poeta frustrado a la vez que los fusiles liquidaban a los paraguayos y dejaban sin brazo a López. Ambos conseguían una cosa mientras creían que conquistaban otra. Ambos dirigían sus afanes a partir de un malentendido.
La figura de López aparece como una sombra esquiva en la película de José Luis García. Imagino que camino al lado de López en los escenarios oscuros de la pólvora y que disfruto de los estruendos y que veo los cadáveres abandonados en el polvo del espanto.
Desde hace tiempo que fantaseo con los diarios de López. Veo su letra, sus confesiones, el lamento por la pérdida del brazo y el anhelo empecinado por retratar los vericuetos bélicos.
Más de una vez quise ser Cándido López, ser un pintor valiente que transpira al lado de las balas y que pinta la sangre y la multitud aguerrida mientras Alberdi despotrica con razón y escribe un ensayo único en el siglo XlX.
A veces tengo el deseo de estar en el lado equivocado. Quizás de esa forma consigo ser alguien de una vez y abandonar el deseo continuo e inacabado de ser otro. El deseo de ser otro, me digo, se acabaría si fuera un pintor que está en el bando de los vencedores, los que han ganado y han escrito la historia.
© LA GACETA
Fabián Soberón – Escritor y cineasta. Su último libro es Todo es ahora.