Exactamente, ¿cuáles son las virtuosas razones de los libertarios para empecinarse con que el cuestionadísimo juez Ariel Lijo sea designado vocal de la Corte Suprema de Justicia de la Nación?
Puesto en contexto, el actual Gobierno (como todos lo que lo precedieron) viene desdiciendo sus promesas de campaña. Sobre todo, en materia económica. Y no solo respecto de que al ajuste iba a pagarlo “la casta”: llegó el ajuste, pero lo paga Juan Pueblo. Hay otros barquinazos, también. Los más notables están referidos a que Milei llegó a calificar de “excremento” la moneda nacional para prometer la dolarización. A la vez, propuso dinamitar el Banco Central. Ahora resulta que quieren que el peso sea una moneda fuerte y el saneamiento del BCRA se convirtió en una nueva bandera.
Cuando se confronta la realidad con las promesas, aducen que la dolarización es una “reforma de tercer orden”. Y para entonces, subrayan, será conveniente tener una moneda y un Banco Central robustos. No deja de ser un “relato”, pero cuanto menos tiene algunas notas de razonabilidad, siempre sazonadas con el pedido de “paciencia” porque hace solo nueve meses que asumieron.
Ahora bien, ¿y lo de Lijo? La propuesta de llevarlo a la Corte se estrella ya no contra las “propuestas” de Milei, sino contra los principios éticos que enarboló: la lucha contra “la casta”. Entendiendo como “casta” al elenco estable que, enquistado en el Estado, solo busca su propio beneficio (impunidad incluida), en desmedro de los argentinos y del país. Lijo, en ese “contrato social”, ¿dónde encaja?
Alberdi no tiene la culpa
Tan violento es el contraste que las escasas declaraciones de Milei datan de abril y son un certificado de pobreza argumental. “Hay una ventaja relativa que tiene Lijo: sabe cómo funciona el sistema de la Justicia; y si queremos hacer una reforma hay que poner a alguien que sepa cómo funciona”, dijo. Con esa lógica, al próximo ministro de Seguridad deberían ir a buscarlo a la Cárcel de Devoto…
Ante la carencia de sustento lógico, Milei apeló a la autorreferencialidad. “Tengo el culo limpio, no necesito que la Corte me venga a salvar de algo. Por eso puedo ir al hueso, soy un tipo que está limpio. Necesito volver a los valores de Alberdi”. Alberdi, por cierto, merece un desagravio…
Era en abril, también, cuando el mandatario reivindicó a Lijo, desde hace dos décadas al frente del Juzgado Federal N° 4 en lo Criminal, recordando que fue el juez que encarceló a Amado Boudou. Esa verdad esconde demasiados matices. Lijo procesó en 2014 a Boudou, entonces vicepresidente de la Nación, por la causa Ciccone, que había estallado en 2012. La imprenta de billetes terminó en manos la firma “The Old Found”, de Alejandro Vandenbroele, testaferro de Boudou. El caso derivó en la detención del compañero de fórmula de Cristina Kirchner… pero en 2017, durante el macrismo.
Otra fue la suerte de una causa conexa: la que investigó los $ 7,6 millones que Formosa pagó a “The Old Found” en 2010 (el dólar cotizó entre $ 3,82 y $ 4,01 ese año), cuando Boudou era ministro de Economía de Cristina, por “asesoramiento” para la refinanciación de la deuda de la provincia con la Nación. En este expediente, Lijo se declaró incompetente y giró la causa… a la Justicia de Formosa.
En un limbo similar terminó el escándalo de Siemens, la firma alemana que admitió haber pagado sobornos para asegurarse los contratos para confeccionar los DNI durante el Gobierno de Carlos Menem. La causa nunca avanzó sobre los funcionarios de ese Gobierno ni sobre los de la Alianza.
Ya en el presente, se encuentra abierta desde 2017 una causa sobre el Correo Argentino: investiga si hubo perjuicio en desmedro del Estado en el intento de acuerdo del Gobierno de Cambiemos, conducido por Mauricio Macri, con la empresa de la familia de Macri que supo tenerlo a su cargo.
Ese año, justamente, el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires denunció a Lijo por presunto retardo en tramitar causas. El Consejo de la Magistratura, con mayoría “K”, desestimó la acusación en 2018. Todavía hay expedientes pendientes allí contra el juez.
Por todo esto, y mucho más, el magistrado en cuestión ya ha hecho historia: es el candidato a la Corte que mayor cantidad de impugnaciones recibió. Suman más de 400. Así que Lijo no parece encajar con los valores alberdianos, a despecho de Milei. Esto, por cierto, fue advertido por uno de los mentores intelectuales del Presidente. El propio Alberto Benegas Lynch (h) escribió en la Nación, en mayo, “Me alarma que se haya propuesto algún juez que aparenta ser la contracara de Alberdi”.
A ello se suma la contundente sentencia política contra Lijo de la compañera de fórmula del gobernante, la vicepresidenta, Victoria Villarruel. “Es un juez que no contaría con los pergaminos necesarios para ser juez de la Corte. Es una de las garantías de seguridad jurídica. No ha sido la mejor elección. Ha sido una candidatura que es controversial. Hubiéramos querido tener un candidato sólido y que nos represente y con la mejor sabiduría y rectitud posible. No creo que sea el caso”, lapidó esta semana en el Colegio de Abogados porteño.
Fiesta de disfraces
Los juristas que un jefe de Estado promueve a la Corte, en primer lugar, debieran ser juristas. En segundo término, son un indicador incontestable del modelo institucional de Justicia que el mandatario proyecta. Por ello mismo, poco importa cuánto hable el Presidente de su transparencia personal si, en simultáneo, sus candidatos a jueces supremos no revisten igual condición.
Precisamente, el Gobierno libertario va a dejar su credibilidad hecha jirones como precio a pagar por la consagración de Lijo. Ya resulta escandaloso que, de repente, los jueces de “la casta” se conviertan, mágicamente, en “conocedores del sistema”. A ello se suma la pedestre reacción de los libertarios por la derrota que sufrieron esta semana en Diputados, cuando fue rechazado el DNU que aumentó la partida de gastos reservados de la SIDE en $ 100.000 millones. El Gobierno y sus adláteres demonizan por estas horas a Macri, líder del PRO, y a Martín Lousteau, titular de la UCR, por haber votado “junto con el kirchnerismo” en contra de la norma.
Supóngase por un momento que la SIDE es un organismo que nuclea gente de buena voluntad que ama la verdad; y que todo el arco opositor está equivocado. ¿De qué se van a disfrazar los libertarios cuando ellos voten junto con el kirchnerismo para dar acuerdo a la designación de Lijo en la Corte?
Esta misma semana naufragó la posibilidad de dar dictamen a los proyectos para que se vote con Boleta Única de Papel. Los sospechosos de siempre desconfían de la transparencia electoral. Curiosamente, pareciera que otra será la suerte de Lijo: para designarlo sí estarían los votos de la oposición que tanto denuncia Milei. Porque “la casta” exuda vicios, pero es coherente…