Auge y caída de Alberto Fernández

Auge y caída de Alberto Fernández

Indicios y antecedentes de una tragedia argentina.

ALBERTO FERNÁNDEZ.  El libro de Silvia Mercado da muchas pistas y hechos germinales que ayudan a entender lo que hoy parece incomprensible. archivo - reuters ALBERTO FERNÁNDEZ. El libro de Silvia Mercado da muchas pistas y hechos germinales que ayudan a entender lo que hoy parece incomprensible. archivo - reuters
18 Agosto 2024

Nunca imaginó el final que le esperaba después de su mandato. Pero probablemente sí vislumbró una etapa turbulenta. Por eso, según sostiene su biógrafa Silvia Mercado, pudo haber acordado una gran suma de dinero con Cristina Kirchner para enfrentar los estragos de la pospresidencia. Sin suficiente capital no podría pagar abogados y costos de mantenimiento de una vida recluida. La tesis convive con la especulación de que la negociación fue por áreas con sus respectivas cajas: 71% para el camporismo, 19% para Fernández, 10% para Massa.

La biografía de Silvia Mercado es reveladora desde el título y su bajada: El presidente que no quiso ser. Traiciones, vicios y secretos del último presidente peronista. El título alude a la biografía de Miguel Bonasso sobre Héctor Cámpora (El presidente que no fue) pero la formulación se diferencia porque indica un acto voluntario. AF (Alberto Fernández) no ejerció el poder plenamente, no porque no pudo sino porque nunca pretendió hacerlo. Esa renuncia ab initio, ignorada por pioneros del albertismo como Juan Manzur, es rastreada por Mercado en su libro.

¿Por qué un títere?

“Si Cristina trae los votos… ¿por qué tiene que poner un títere?”, reflexionaba AF en una entrevista periodística el 10 de mayo de 2019, pocos días antes de que Cristina lo convocara a su departamento precisamente para pedirle que se convierta en esa marioneta. El 18 de mayo, la ex presidenta anunciaba la fórmula que sería interpretada por muchos protagonistas de la vida pública y analistas políticos como una maniobra genial.

Desde que había dejado la jefatura de Gabinete, durante varios años, AF se dedicó a exponer públicamente las inconsistencias discursivas y los graves errores de gestión de Cristina. ¿Por qué aceptó entonces el pacto fáustico que le propuso esa tarde de mayo, en el departamento de la calle Juncal, sabiendo que él sería “el muerto”, un personaje borgeano que gozaría intensa y brevemente de la vida antes de un desenlace inevitablemente oscuro? ¿No entrevió que en la oferta de acceso a la cima se cifraba un abismo? ¿Creyó que tendría la suerte, o la habilidad suficiente, para esquivar ese destino?

Mercado terminó de escribir las últimas líneas de su libro en agosto de 2022, mientras AF todavía era presidente, en tiempos en los que nadie elucubraba el estallido del escándalo que dos años más tarde estremecería a todo el país. “Se dejó llevar por sus vicios y debilidades, su tendencia al alcohol, los placeres, los fármacos. Su inestabilidad emocional se profundizó”, describía Mercado cuando pocos hablaban públicamente de esas facetas del Presidente. Alguien que sí lo hizo, a través de insinuaciones, fue la propia Cristina, cuando en uno de sus discursos dijo que podía mostrar lo que tenía en su celular y otros no. Tiro por elevación a AF a propósito de los rumores sobre sus inclinaciones y desorden personal en los que, por tratarse de su vida privada, la mayor parte del periodismo optó por no escarbar.

Umbrales

El presidente que no quiso ser nos ayuda a entender lo que hoy parece incomprensible. En el libro hay muchas pistas y hechos germinales que conducen a las revelaciones que hoy conmocionan a los argentinos. Ejemplo: en 2004, por presión del Gobierno, se levantó una nota de Julio Nudler en Página/12. En ese texto no publicado el periodista daba cuenta de desfalcos de Alberto Fernández en la Superintendencia de Seguros durante el menemismo. Es el antecedente sepultado de la trama de los seguros que se destaparía veinte años más tarde y que llevaría al secuestro del celular de la secretaria del ex Presidente de donde surgirían, además, las fotografías de los golpes sufridos por Fabiola Yáñez.

No hay en el libro referencias a violencia física pero sí indicios de una personalidad mitómana y ambiciosa con rasgos psicopáticos. “Un hombre capaz de decir cualquier cosa para convencer a alguien, y exactamente lo contrario para salir de una situación”, en palabras de Mercado.

Paradojas

Hoy la historia está marcada por paradojas. El hombre que encerró a todos (y era el único que podía eludir las prohibiciones generales) se transformó en el único que, años más tarde, no podría salir de su casa. El profesor de Teoría general del Delito que se convertiría en el sospechoso del caso delictivo más resonante de los últimos años. También, presuntamente, en el protagonista de un comportamiento de manual de psicología: el hombre sometido por una mujer –CFK- que se descarga violentamente con otra mujer. En el fondo de toda agresión, dicen los manuales, hay frustración, inseguridad, debilidad. Esa fragilidad, otra vez en una lectura psicológica, habría sido la razón profunda de la misteriosa elección del dedo de CFK.

El título del capítulo final del libro instala una vieja pregunta que hoy recupera indudable vigencia: “¿El último presidente peronista?” El tramo final del gobierno de AF ya sembraba una duda fundada sobre el porvenir del peronismo. La sórdida trama que hoy sale a la luz refuerza extraordinariamente ese interrogante.

© LA GACETA

DANIEL DESSEIN.

Perfil

Silvia Mercado es periodista y escritora. Trabajó en Página/12, Infobae, A24, LaNación+ y El Cronista entre otros medios. Es coautora de Peronismo, la mayoría perdida; Oscar Smith: el sindicalismo peronista ante sus límites; Querido Gordo Cardoso, biografía coral de un periodista extraordinario; El inventor del peronismo. Raúl Apold, el cerebro oculto que cambió la política argentina y El relato peronista. Porque la única verdad no siempre es la realidad. Está acreditada en Casa Rosada para Radio Jai.

Crónica de un presente que se transformó en pesadilla*

Por Silvia Mercado

De lo que estoy segura es que fui de las primeras periodistas que se dio cuenta de que tenía una vida desordenada. Los indicios estaban a la vista de todos, pero nadie parecía tomarlos en cuenta.

Llegaba a la Casa Rosada al mediodía, nunca se presentaba a horario en sus actividades, estaba cada vez más gordo y los esfuerzos de su entorno para que adelgazara fracasaban ante cada intento.

También era evidente que le dedicaba demasiado tiempo a las redes sociales en las madrugadas.

Ninguna presidencia podía funcionar en semejante contexto.

Rápidamente llegué a la conclusión de que Alberto no estaba preparado para acceder a la Máxima Magistratura. El dato no es menor. La Presidencia de la Nación es una responsabilidad fenomenal, mucho más en un país en crisis.

Según la primera versión de la historia, él aceptó sin dudar la oferta que le hizo Cristina porque creía que conocía todos los botones del poder. No se había percatado de que cuando dejó la Jefatura de Gabinete, en 2008, Facebook recién se asomaba, Twitter apenas había aterrizado y el Estado no estaba digitalizado. El sistema de demandas se fue haciendo cada vez más acuciante, extremadamente alejado de cómo se vivía diez años antes…

Emocionalmente tampoco estaba preparado. No tenía una estructura familiar que lo contuviera, o algún sistema de equilibrio al que volver después de un arduo día de trabajo. No se trata de un asunto moral. El trabajo de presidente en cualquier país es altamente complejo y exige un sistema de cuidados para mantener el equilibrio y tomar decisiones que solo es compatible para quien se fue preparando con tiempo.

Su pareja y primera dama, Fabiola Yáñez, nunca encontró el lugar que -creía- se merecía. Y son infinitos los datos acerca de visitas nocturnas que recibió el Presidente en alguno de los chalets de la residencia de Olivos, en muchos casos con información que buscó precisar la mismísima Vicepresidenta…

Ni sus más amigos conocían cuáles eran sus ideas sobre las cosas. Al principio, pensaban que Alberto se guardaba información para evitar filtraciones, pero después empezaron a percibir un problema en su personalidad, con graves dificultades para concentrarse, analizar y tomar decisiones.

En una ocasión, Leandro Santoro, joven dirigente radical que llegó a la Cámara de Diputados gracias a que Alberto lo puso como primer candidato en la lista por la Ciudad de Buenos Aires (es decir, alguien que se siente agradecido y hasta lo quiere) me confesó que “la verdad, no sé qué piensa y no sé si alguien lo sabe. Es más, no sé si él lo sabe”.

*Fragmento de El presidente que no quiso ser (Planeta).

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