El cerrojo a la cordobesa que diseña Jaldo para el PJ tucumano

El cerrojo a la cordobesa que diseña Jaldo para el PJ tucumano

El mandatario busca blindar a Tucumán y llegar a tiempo para que el derrumbe del justicialismo a nivel nacional no lo afecte en las urnas.

El cerrojo a la cordobesa que diseña Jaldo para el PJ tucumano

Del destrato inicial, el gobernador Osvaldo Jaldo pasó a la fase del abrigo. A su regreso de las vacaciones de invierno, el mandatario comenzó a arropar a cada uno de los peronistas que resistían su gestión. El motivo guarda estrecha relación con el derrumbe del justicialismo a nivel nacional: el mandatario tucumano busca blindar a Tucumán y llegar a tiempo para que esa mancha expansiva no lo afecte en las urnas. El reloj corre, porque en 2025 habrá que renovar cuatro diputados; es decir, revalidar votos en una elección nacional.

Precisamente, esa es la palabra que espanta: “nacional”. Jaldo dejó en claro en las últimas reuniones con intendentes y con legisladores oficialistas su espanto por lo que le sucede al PJ en el país. A la peor derrota histórica de Sergio Massa en manos de Javier Milei, a los escándalos de presunta corrupción -que exceden a Cristina Fernández de Kirchner- le sucedió el bochorno de las acusaciones por violencia de género contra Alberto Fernández. Esa crisis reputacional es la que más aflige y hasta avergüenza a Jaldo, según se desprende de su escueta declaración al respecto. “Es un hecho totalmente lamentable y triste, donde la verdad que yo no quisiera opinar”, se limitó a responder el martes, antes del almuerzo en la Cámara.

Al titular del Poder Ejecutivo lo persigue una nueva obsesión. Por cualquier medio pretende resguardar al peronismo local de la debacle nacional. Por eso en su momento había imaginado que sería útil realizar la elección de convencionales constituyentes el mismo día de la renovación parcial de Diputados. En caso de reflotar esa idea, ese domingo los tucumanos tendrían dos votaciones con métodos diferentes en un mismo cuarto oscuro. Además del ahorro económico y de evitar el trastorno de más convocatorias a las urnas, que sirven como excusas formales, hacer coincidir ambas elecciones implicaría que Jaldo podría tener en esa jornada a toda la maquinaria electoral del peronismo a disposición y a todos sus dirigentes, activos. Un buen anabólico para contrarrestar la descomposición partidaria general.

Sobre esto giró la charla que mantuvo Jaldo con los legisladores de su espacio. Pidió expresamente que no se nacionalice al justicialismo tucumano. Esto implica, pedido de por medio, que no hagan de anfitriones de dirigentes foráneos. Si pudiera, “El Comisario” pondría un cerrojo al territorio provincial. Por supuesto, la tarea no resultará sencilla, porque el justicialismo ya fijó cronograma para las internas de renovación de autoridades de noviembre. Ya son varios los caciques de otras provincias que aspiran a liderar la reconstrucción del PJ y que proyectan giras por el interior. Entre los más salientes asoman el bonaerense Áxel Kicillof y el riojano Ricardo Quintela. De hecho, ambos compartieron junto a otros referentes del partido el acto de jura de la nueva Constitución de La Rioja hace una semana. En la tierra de Carlos Menem estuvieron también el senador Juan Manzur y el vicegobernador Miguel Acevedo, además de varios dirigentes tucumanos con pasado legislativo. Todos se quedaron aquí reproduciendo supuestos sobre una reunión a solas entre el ex gobernador y su ex ministro del Interior, algo que no existió. Apenas hubo un saludo entre ellos porque las agendas estaban superpuestas; sí hubo promesa mutua de dialogar con mayor profundidad más adelante.

La posibilidad de que ese rearmado justicialista salpique a Tucumán incomoda a Jaldo. Ya se habla de un arribo del “Gitano” Quintela y son una incógnita los pasos que dará Manzur. El ex jefe de Gabinete del hoy innombrable Alberto Fernández siempre tiene aspiraciones de conducción, pero solo cuenta con el apoyo de un sector del sindicalismo. En la grilla de los popes provinciales con chances de liderar el PJ en los próximos años, la realidad es que Manzur parte en desventaja.

No obstante, las apetencias del senador pueden permitirle saltear la puerta con candado que cerró el tranqueño. Ocurre que el médico necesita recostarse en un sector del peronismo nacional para mantenerse en vigencia, y de esa manera tener injerencia directa en el armado electoral legislativo de 2025. Esa, casualmente, es otra de las preocupaciones centrales de Jaldo y el anuncio que más sorprendió a los legisladores vino por ese lado: en su afán de provincializar lo máximo posible la pulseada, el titular del Poder Ejecutivo no quiere que el PJ tucumano integre un frente nacional del partido el próximo año.

Por los trascendidos de esa cumbre en el edificio de Muñecas y avenida Sarmiento, Jaldo lleva al peronismo local a una etapa inédita de su historia reciente: el desprendimiento de la conducción nacional. ¿Imaginará un proceso similar al que protagoniza buena parte del justicialismo cordobés desde la irrupción del kirchnerismo? En territorio mediterráneo, José Manuel de la Sota primero; Juan Schiaretti y Martín Llaryora, después, mantuvieron la escisión del peronismo provincial respecto del federal. Así lograron superar en su distrito el descontento de un sector importante de su población con el PJ tradicional.

Parte de esa estrategia viene llevando adelante Jaldo desde la asunción de Javier Milei. Incluso antes del arribo del libertario, propició un ajuste en las cuentas públicas y mantiene un discurso alejado del ideario peronista. No obstante, vale una aclaración: más allá de la coyuntura desastrosa del PJ, el gobernador no simpatizó nunca con el kirchnerismo. De hecho, apenas asumió tuvo un encontronazo con el entonces ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro y repitió, en más de una ocasión, que “ellos” (en alusión a los K) siempre buscaron perjudicarlo por sus cruces con Manzur, a quien preferían.

Desde luego, no será una tarea sencilla para Jaldo liberarse del yunque nacional partidario. En particular, porque Manzur es el presidente del distrito local y él, el vice. Quizá en esta traba se justifiquen buena parte de los últimos movimientos del gobernador: normalización de órganos partidarios internos, designación de dirigentes de segunda y tercera línea en el Ministerio del Interior y reuniones -con mimos incluidos- con referentes disidentes a su espacio, como los legisladores Gerónimo Vargas Aignasse y Javier Noguera. Al capitalino le pidió colaboración técnica en el rediseño electoral y lo invitó a un acto en Alderetes el jueves; y al taficeño le garantizó un mejor trato para el municipio que conduce su esposa, Alejandra Rodríguez. El tranqueño necesita tener el control del sello partidario o, en su defecto, el poder de bloqueo a cualquier intentona manzurista o foránea, si es que la hay. En rigor, cada vez más huérfanos del ex mandatario admiten que el senador se está quedando sin poder de fuego y sin tiempo para resistir una acelerada del jaldismo.

Por supuesto, estos guiños del gobernador van de la mano de un compromiso bien peronista: les garantizó a sus interlocutores que la eliminación de los acoples no implicará un suicidio político colectivo: cualquier modificación que se diseñe debe estar pensada para evitar una desmovilización del poderío territorial del PJ. Esto abre otra suposición: ¿el fin de los acoples llega por un legítimo hastío ciudadano o por una cuestión financiera? En el actual contexto de crisis económica severa, resulta imposible que el Estado provincial y los municipios puedan financiar miles de colectoras, como en las épocas de bonanza alperovichista y manzurista. Así que, antes de que el sistema falle, es mejor cambiarlo y subirse al clima de enojo cívico.

El ministro-intendente

No sólo en el plano político Jaldo ha dado muestras en estas semanas de su intención de pacificar y unificar el justicialismo. También en el marco de la gestión. Al punto que habría desactivado una jugada que le atribuyen a su ministro del Interior, Darío Monteros. El ex jefe municipal bandeño siempre se muestra preocupado por el funcionamiento del Consorcio Metropolitano para la Gestión de los Residuos Sólidos Urbanos (Girsu), que maneja fondos millonarios. Al punto que en ese órgano, hasta mayo, estuvo Oscar Rodrigo, un hombre de Banda del Río Salí, lo que alimenta las versiones de que su mano siempre está por detrás. El lunes, los consejeros de cada uno de los municipios socios habían sido convocados para autorizar el pago de una deuda de unos $ 1.300 millones a la empresa Moviser, de Máximo Ignacio Jiménez Montilla. Se trata de la concesionaria de los principales servicios que presta el Girsu: separación y transferencia de la basura en San Felipe, traslado y disposición final en Overo Pozo. Precisamente, la deuda se generó a partir de la construcción de una nueva celda (pozo enorme en el que se entierran los desechos, cubierta por una membrana plástica).

Jaldo y la intendenta de la Capital Rossana Chahla, que ejerce la presidencia del Consorcio, habían acordado pagar ese monto a la firma para poder utilizar la celda, pero en la reunión de consejeros, el enviado de Las Talitas sorprendió con una propuesta para pagar menos dinero ($ 900 millones) y extender por tres años más el contrato con Moviser, postura a la que se adhirieron inicialmente Alderetes y Banda del Río Salí. De esa manera, la solución se empantanó por un virtual empate en tres (Capital, Yerba Buena y Tafí Viejo preferían la propuesta inicial). Como el planteo talitense estaba fuera del orden del día y no era el trámite acordado, se pasó a un cuarto intermedio. Chahla, el miércoles, se reunió con el gobernador en la Casa de Gobierno y se fue con un espaldarazo del mandatario. Finalmente, el Consorcio mantendrá el pago previsto y llamará a licitación por esos servicios antes de que venza la ampliación del contrato con Moviser, en 2025. Es más, es probable que el gobernador y la jefa municipal inauguren juntos la próxima semana la puesta en funcionamiento de esa nueva celda en Overo Pozo. No es la primera vez que la capitalina le gana un mano a mano al todopoderoso ministro del Interior. Y con el guiño del ahora pacifista Jaldo.

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