Mientras en la Argentina la pobreza y la indigencia avanzan, como si de un destino inexorable se tratara, ven la luz iniciativas tendientes a paliar la más urgente de estas realidades: el hambre. El hambre de un millón de niños que se van a dormir con la panza vacía; el hambre de cuatro millones y medio de adultos que saltean una comida al día, justamente, para que sean los chicos quienes accedan a algún tipo de alimentación. El hambre es una tragedia nacional y es la ONU la que hace sonar las alarmas y pone en marcha una campaña para afrontarla.
Los datos emergen de la Octava Encuesta Rápida realizada en todo el país por Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) y sintonizan con las mediciones del Indec. Si el 54,9% de los argentinos vive debajo de la línea de pobreza -más de 23 millones de habitantes-, la proyección del hambre se corresponde con esos índices que no dejan de crecer. La Encuesta Permanente de Hogares subraya que una familia tipo de cuatro integrantes necesita alrededor de $ 400.000 mensuales para no caer en la indigencia. A ese abisma se precipitan, mes a mes, miles de argentinos.
Y si hablamos del déficit en la cantidad, qué decir de la calidad de los alimentos. El sondeo de Unicef indica que 10 millones de niños comen menos carne y lácteos si la comparación es con el primer semestre de 2023. También se fueron a las nubes los precios de frutas y verduras, muy lejos de la capacidad de bolsillos exhaustos y que tampoco dan abasto para cubrir otras necesidades básicas, como son la vestimenta, el acceso a la salud y la educación.
“El hambre no tiene final feliz” se denomina la campaña lanzada por Unicef. Por medio del enlace https://help.unicef.org/argentina/cambiaelfinal se puede acceder a la página donde se reciben las donaciones. Allí abunda la información acerca de cómo funciona el Fondo, quiénes lo manejan y cuáles son los objetivos planteados. “Desde 2016, Unicef mide la pobreza infantil y supervisa el presupuesto nacional destinado a la niñez, para que los recursos lleguen a quienes más lo necesitan. Así podemos influir en políticas públicas para reducir la pobreza infantil”, sostiene la organización. La campaña se difunde en las redes sociales con el hashtag #CambiaElFinal.
La tragedia del hambre, traducida en desnutrición, condena a los niños a vivir con un sistema inmune debilitado, propensos a contraer enfermedades graves como neumonía, diarrea, malaria, VIH/sida o sarampión. Como enfatiza la ONU, los chicos que padecen desnutrición aguda severa tienen una probabilidad mucho mayor de morir por estas enfermedades. A la vez, experimentan retrasos en su desarrollo cognitivo, lo que se traduce en limitaciones en su aprendizaje. La situación los lleva a ausentarse con más frecuencia de la escuela, lo que afecta su rendimiento académico.
Nunca está de más reiterar esta información, y con más razón en momentos cruciales como los que vivimos. Unicef no tiene ideologías ni intereses; sólo la voluntad de ayudar a quienes sufren, y en la Argentina cada día son más. El hambre no puede esperar ni un minuto y, como reza la campaña, jamás tendrá un final feliz.