Roberto Gonzalez Marchetti
Presidente de Feput
En este año el impacto de noticias como el fallo que condenó al ex gobernador José Alperovich, y la denuncia de una joven periodista realizada por violación hacia jugadores de un equipo de fútbol; y finalmente la denuncia de violencia de género hacia el ex presidente de la Nación, Alberto Fernández, entre otros casos que suceden a diario, de más denuncias existente, como también de más hombres detenidos por violencia de género. Lo que más impacta y asombra es que aquellos hombres que pudieron hacer “buenas acciones”, al mismo tiempo realizaban actos psicopáticos; hombres que buscan la gloria, y que pudieron excederse en ausencia de límites internos, incluido el de someter a sus víctimas al mismo tiempo que pregonaban noticias sobre el bien común.
La acción psicopática incluso puede llevar a la persona desde colgar un rosario en su pecho, hasta mostrar una foto de solidaridad, como fue la famosa foto del empresario Yabrán con el fotógrafo José Luis Cabezas, y actualmente los integrantes de la familia del pequeño Loan en Corrientes, son acciones difíciles de comprender desde el razonamiento común. Por ese motivo, la tardanza de darse cuenta de las personas que conviven o comparten espacios ante un potencial psicópata, y cuando pudieron darse cuenta, fue cuando las víctimas tocaron el final de la denigración.
Nos lleva a pensar que la prevención en la violencia de género, y de todas la violencias, no solo es insuficiente, sino que es necesario abrir un nuevo debate para evaluar la eficacia, un debate serio, despojado de ideologías o posturas teóricas, que nos permiten avanzar hacia la búsqueda de la verdad del conocimiento, como también la necesidad en aquellos responsables de impartir justicia o prevención en temas sensibles, sean personas acordes, con un perfil que les permita mantener una fortaleza ante la “contaminación” de la acción perversa, por el cual quiere prevenir, dado que corre el riesgo de empatizar con el victimario.
Por otra parte, queda demostrado que la psicopatía no es fácil detectar a simple vista, dado que algunos psicópatas, disfrazados de buenas y nobles causas, pueden esconder su tendencia de manipulación, violencia y opresión. Hemos visto lo que fue capaz de realizar durante la dictadura militar el genocida Alfredo Astiz, de involucrarse ante el dolor de las madres que clamaban por la aparición de sus hijos, solo para conseguir su fin, sin empatía, y solo por placer. O la actitud de algunos legisladores de tomarse una foto con genocidas; quizás el morbo lleva a las personas a justificar lo que piensan, a través del relato del horror sin remordimiento, dado que no se trata de una visita con un fin de investigación o periodistico.
En el manejo del poder, que puede estar en el ámbito del Ejecutivo como del Judicial, siempre existen conductas psicópatas, porque el poder necesita oprimir para mantener el lugar de privilegio, lo que no quiere decir que sean psicópatas en sí, pero pueden estimular estas tendencias cuando no funciona de calidad la democracia, la división de los poderes, y el control equilibrado. El psicópata no solo puede disfrazarse de buenas intenciones y buenos comportamientos sociales; recordemos el caso del odontólogo Barrera, reconocido por los vecinos como una “buena persona”; tiene ese planeamiento de sus conductas con una intencionalidad encubierta a partir del engaño, de la seducción, donde aprovecha desde la vulnerabilidad de las personas el encontrar la forma de dominio. También se lo reconoce, ante la negación de sus actos -ningún psicópata se muestra arrepentido- que puede expresar un lamento, puede llorar, pero no lo hace por la aparición y reconocimiento de la culpa y de aceptación del daño; siempre existen causas justificables de sus actos.
Mucho por avanzar
En definitiva, los argentinos aún tenemos mucho por avanzar, en este campo de las violencias; aún existen mujeres que son golpeadas por sus parejas, que no se animan a denunciar por diferentes causas; solo podemos ver en aquellos hombres sin el uso de poder económico o político, donde el avance de la Justicia actúa, pero hace falta más Justicia y más prevención.
Debemos avanzar en reconocer que las víctimas de las violencias no pertenecen a una clase social, ni política, ni nada; el tema es transversal y muchas veces esas violencias son cotidianas y aceptadas como un comportamiento social común; por ejemplo, recibir un insulto injustificable solo por el jefe, o el cliente; una equivocada maniobra de tránsito donde puede terminar en una pelea física; o en un bullyng por las redes, solo por exponer su idea o su gusto diferente.
Pacificar la sociedad se da través de la calidad de la educación, el normal funcionamiento de las instituciones, el acceso a la Justicia y sobre todo evaluar las crianzas que pueden llevar a futuro a que esos niños tengan dificultad para empatizar y responsabilizarse de sus actos.