El cáncer de mama es una de las principales preocupaciones de salud para las mujeres, pero la detección temprana puede marcar una gran diferencia en el tratamiento y la supervivencia.
Cuando se detecta a tiempo, el cáncer de mama tiene un 95% de posibilidades de ser curado. La clave está en la prevención y en reconocer los primeros signos de advertencia.
Cáncer de mama: señales de advertencia
Es fundamental estar atenta a cualquier cambio en los senos. Los siguientes síntomas pueden ser indicios de cáncer de mama:
Un bulto nuevo en la mama o en la axila.
Aumento del grosor o hinchazón en alguna parte de la mama.
Irritación o hundimientos en la piel de la mama.
Enrojecimiento o descamación en la zona del pezón o la mama.
Hundimiento del pezón o dolor en esa área.
Secreción del pezón, que puede ser sanguinolenta o transparente.
Cambios en el tamaño o la forma de la mama.
Hendiduras visibles en una o ambas mamas.
Venas crecientes a los costados o al centro de la mama.
Dolor en cualquier parte de la mama.
Mama más rígida de lo habitual.
Enrojecimiento y ardor en la mama.
Es importante recordar que la presencia de uno o más de estos síntomas no necesariamente indica cáncer de mama; a veces, pueden ser nódulos benignos o inflamaciones que deben ser evaluadas por un profesional de salud para descartar cáncer.
¿Qué es el cáncer de mama?
El cáncer de mama comienza cuando las células mamarias crecen de manera descontrolada. En el cuerpo, las células normales mueren cuando están dañadas o envejecidas, pero las células cancerosas evitan este proceso, multiplicándose sin control y superando a las células sanas. Este crecimiento anormal es lo que constituye el cáncer.
La detección temprana es crucial porque permite a los médicos identificar el crecimiento celular anómalo antes de que se convierta en un problema más grave. Las mamografías y la autoexploración mamaria son herramientas esenciales para detectar el cáncer en etapas tempranas, lo que mejora significativamente las posibilidades de recuperación.
Pruebas de prevención
El objetivo de las pruebas de tamización es detectar el cáncer antes de que cause síntomas. Estas pruebas pueden identificar nódulos benignos y ayudar a confirmar su naturaleza. Las pruebas de tamización se realizan en mujeres sanas y asintomáticas para determinar el riesgo de desarrollar cáncer en sus etapas más tempranas, lo que permite tratamientos menos agresivos y un control más efectivo.
La mamografía es la prueba más común, recomendada para mujeres a partir de los 40 años, especialmente si existen factores de riesgo como antecedentes familiares, mutaciones genéticas (BRCA 1 y 2, PTEN, TP53, ATM, CHECK-2), ser de raza judía asquenazi, antecedentes de radioterapia en la niñez, o tener obesidad, especialmente en la menopausia. A las mujeres de 45 a 54 años se les recomienda hacerse mamografías anualmente. A partir de los 55 años, si no hay alteraciones significativas, se puede realizar cada dos años.
La mamografía en 3D, o tomosíntesis, es una técnica avanzada disponible para ciertas pacientes según indicación médica. Además, la autoexploración mamaria, realizada una semana después del sangrado menstrual, es una forma efectiva de detectar cambios en los senos. Este examen debe hacerse frente a un espejo con los brazos en distintas posiciones para identificar cualquier irregularidad.