La misa de hoy: el sentido de la trascendencia

La misa de hoy: el sentido de la trascendencia

Presbítero Marcelo Barrionuevo.

Hace 7 Hs

En nuestro tiempo, el racionalismo científico y la estructura de la sociedad industrial, caracterizada por la ley férrea de la producción y del consumo, crearon una mentalidad cerrada en un horizonte de valores temporales y terrenos, que quitan a la vida del hombre todo significado trascendente.

El ateísmo teórico y práctico que serpea ampliamente; la aceptación de una moral evolucionista desvinculada de los principios sólidos y universales de la ley moral natural y revelada, pero vinculada a las costumbres variables de la historia; la exaltación del hombre como autor autónomo del propio destino y, en el extremo opuesto, su deprimente humillación al rango de pasión inútil, de error cósmico, de peregrino de la nada en un universo desconocido y engañoso, han hecho perder a muchos el significado de la vida y empujado a los más débiles y sensibles hacia evasiones funestas y trágicas.

El hombre tiene necesidad extrema de saber si merece la pena nacer, vivir, luchar, sufrir y morir, si tiene valor comprometerse por algún ideal superior a los intereses materiales y contingentes, si, en una palabra, hay un “porqué” que justifique su existencia.

La cuestión esencial es dar un sentido al hombre, a sus opciones, a su vida, a su historia. Jesús tiene la respuesta a estos interrogantes; Él puede resolver la “cuestión del sentido” de la vida y de la historia del hombre. A la muchedumbre que le ha seguido sólo por motivos de interés material, al haber sido saciada con la multiplicación milagrosa de los panes y de los peces, Jesús dice con seriedad y autoridad: “Procuraos no el alimento perecedero, sino el alimento que permanece hasta la vida eterna, el que el Hijo del hombre os da” (Jn 6, 27). Dios se ha encarnado para iluminar, más aún, para ser el significado de la vida del hombre. Es necesario creerlo con profunda y gozosa convicción; es necesario vivirlo con constancia y coherencia; es necesario anunciar y testimoniar, a pesar de las tribulaciones de los tiempos y de ideologías adversas, insinuantes y perturbadoras.

“Mi Padre os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que bajó del cielo y da la vida al mundo... Yo soy el pan de vida; el que viene a mí, ya no tendrá más hambre y el que cree en mí, jamás tendrá sed” (Jn 6, 32-35) nos dice y hace presente que el verdadero significado de nuestro existir terreno está en la eternidad. ¡El hombre tiene necesidad de la trascendencia y de la presencia de Dios en su historia cotidiana! ¡Sólo así puede encontrar el sentido de la vida! Jesús continúa diciendo a todos: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6); “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida” (Jn 8, 12); “Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré” (Mt 11, 28)”. (S Juan Pablo II).

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