Nadie está con el o la compañera ideal, ni lo es a su vez. Pero un “peor es nada” es muchas veces peor que nada. Sin embargo antes de conformarse ni de descartar es aconsejable tener en cuenta si está haciendo un buen uso del tucumano.
Si usted señora, tiene a su lado a un novio o marido tucumano y a los fines de un buen uso del producto debe estar debidamente advertida de algunas singularidades. Puede creer que tiene a su lado a un estúpido, pero en realidad suele ser un caso superlativo de adaptación social de tipo superior. No hay mayores exponentes que los tucumanos de la conducta adaptativa como “playing the fool” o “ hacerse el boludo”. Su adquisición puede que no tenga ninguna falla, excepto este truco que le permite mantenerse como paradigma mundial de la inercia.
Es posible que dude usted de su capacidad de expresión. No desespere: suele estar vivo. Con paciencia escuchará un sonido, a medio camino entre la tos y el bostezo. Buena señal.
El bicho suele generar la idea de que no es útil para las encomiendas. Allí está su genio, porque pretende que se le asignen la menor cantidad de tareas familiares posibles. Pongamos por caso el uso pedagógico: si usted lo manda a hablar con la profesora -él mismo se suele ofrecer para que usted no discuta y “no haya conflicto”-. No lo dude : no habrá conflicto. Ni solución alguna. El tucumano le dio la razón a la profesora, se confundió de materia, de escuela y /o de hijo. No afloje: mándenlo hasta que conozca más establecimientos que la Montaldo y se canse de sostener su farsa. Pronto irá a la maestra correcta y hará los planteos necesarios. O terminará en otra jurisdicción, tire eso nomás.
Cuando se trata de que usted necesita ser acompañada a un evento o reunión social notará que el hombre pasa la jornada ensimismado, tristón, desganado. Puede que evoque alguna fecha patria y exija que esa noche sea una jornada reflexiva. Todo es un montaje para no ir a la fiesta de quince de su (¡la de él!) sobrina. No se deje engañar. Una solución interesante se ha ido imponiendo. Cuando dos o más tucumanas saben que se van a reunir y habrá maridos o novios presentes no dudan en llevar una pelota, naipes y fernet. Pronto el ánimo cambia y se arma un practiquísimo pelotero de maridos. No se asuste si no escucha ruidos, cuando están callados igual se comunican, haga de cuenta que mueven las antenitas entre ellos.
El filósofo vienés Luwig Wittgenstein decía que el hombre es un animal ritual. Aquí se cumple, es un animal y es de rituales extraños. En este caso, una nostalgia de la nada. Así es, él rinde tributo a un pasado inexistente. Puede estar en una postura conocida como “extraño la cocina de mamá”. Usted está desorientada sin este práctico aviso de que el tucumano es un devoto de la ficción. De otro modo se va a preguntar cómo puede ser que su suegra haya desaprendido de forma tan espectacular el arte de la cocina, a juzgar por las veces que fue convidada. O se pregunte por qué razón siempre el verbo cocinar se conjuga en pasado en casa de su marido. Mamá cocinaba espectacular, digamos, cuando vivían, digamos, en Ibatín.
No deje de leer las instrucciones del novio o marido tucumano. No se suelen aceptar devoluciones y la garantía es muy floja.