Camino hacia la condición de lector y escritor

Camino hacia la condición de lector y escritor

Un tiempo fuera del tiempo que lleva a la poesía.

LA LECTURA. Introduce el estremecimiento en lo cotidiano, dice Battilana. LA LECTURA. Introduce el estremecimiento en lo cotidiano, dice Battilana.
Hace 7 Hs

ENSAYO

PRIMERAS LUCES

CARLOS BATTILANA

(Ampersand - Buenos Aires)

Este libro lleva el nombre de otro libro, inscripto en los orígenes del lector, el libro de lectura. Battilana nos lleva por un fascinante itinerario entre uno y otro. El poeta que viene de detenerse en los actos mínimos, en el empleo del tiempo en otros ensayos arma un camino rico en matices hacia su condición de lector y de escritor. El libro nuevo recoge ecos del manual de lectura de primer grado que arrojó “las luces” de las primeras letras para varias generaciones de argentinos. ¿Cómo aprendí a leer?, se pregunta en el prólogo. “El calor de la tarde libreña no fue un obstáculo, absorbido como estaba en reconocer signos que otorgaban un mundo nuevo a mi propia experiencia”.

Nacido en Paso de los Libres, el poeta se trasladó a Buenos Aires a los 20 años. No olvida su entrañable relación con ese territorio correntino donde el río se entrevera con la frontera. Un lugar donde el ritual del carnaval y la belleza del fútbol abren a formas distintas de la imaginación. Allí la ciudad coexiste con su espejo situada después del río. Un espejo donde aparece el otro idioma, el portugués.

En un comienzo la imagen se vincula con la letra. Las revistas deportivas, las crónicas de fútbol y boxeo, las series de televisión, “un saber soberano, juzgado como improductivo”, nutrió al lector. Carlos reivindica las historietas, las famosas “mexicanas” que, junto con las películas, poblaron el imaginario de una generación.

El encuentro definitivo con la literatura lo sitúa en un verano donde se deslumbró con Dos años de vacaciones de Julio Verne, que se transforma en la puerta a lo placentero y a la imaginación técnica. Un mundo que lo liga al padre y que, aún hoy, tiene validez. Verne excede para él el tópico del autor cuya imaginación técnica se adelantó a su época, es más, su anacronismo le resulta placentero: “No me sorprende tanto lo que imaginó en pos del futuro sino lo que el futuro hizo con su imaginación”.

La poesía llega como una alucinación, “veía versos y los escuchaba”: Aparecen de vez en cuando en las páginas del primer libro. Lo encanta el ritmo de los poemas de Baldomero Fernández Moreno. Sin saberlo, podía experimentar la música como acto comunicativo, y décadas después supo que detrás de su aparente simpleza había un artificio. El otro encuentro sucede en la cama de un hospital donde lee Los heraldos negros. Con César Vallejo descubre “en el interior del idioma castellano una lengua extranjera trabajosamente extraída de la lengua materna”.

Otra escena fundacional, en este caso de su escritura, es el taller literario suburbano en tiempos de la dictadura y su acercamiento a la poesía, de la mano de versos de Irene Gruss, Olga Orozco, Juan Manuel Inchauspe, Estela Figueroa o Vallejo. Poco a poco descubre a la constelación de poetas que conformarán su genealogía. La lectura de narradores como García Márquez y Vargas Llosa los atrapa. El lector se escapa del tiempo, se encierra en la aventura del libro. Nos dice Battilana: “La lectura introduce en las horas de lo cotidiano una suspensión, una demora, un margen de reserva íntimo que desata el estremecimiento. Se abre un tiempo fuera del tiempo”.

© LA GACETA

CARMEN PERILLI.

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