“No se toma todavía conciencia de cómo afecta el alcoholismo a la salud mental. Es una enfermedad desgarradora”. Quien habla es Estela R. miembro de los grupos de familia Al-Anon/ Ala- Teen, y quien tiene un solo objetivo para levantar su voz: dar a conocer que existen estos espacios que contienen a los seres queridos y más cercanos de quienes pasan por esta adicción.
“El alcoholismo impacta a toda la familias, en todas las relaciones”, agrega la mujer que pertenece hace 20 años a esta organización sin fines de lucro que en Tucumán, cumple cinco décadas este 2024.
“Nosotros no adherimos a ninguna ideología política ni ninguna religión, somos totalmente autónomos y cada grupo se mantiene con las contribuciones que cada miembro hace sí puede, para pagar el alquiler de un local, y comprar literatura escrita por miembros con experiencia”, comenta.
“En esto hay un denominador común, que es el sufrimiento. No importa la clase social, si sos rico, si sos pobre, si sos profesional, si no sos profesional. El alcoholismo creo que es la enfermedad más democrática que hay porque nos iguala a todos en el dolor”, remarca Estela.
Romper el silencio
“El alcohólico bebe, los familiares se preocupan, los culpan incluso y eso provoca toda una disfuncionalidad en la familia”, desglosa la mujer sobre los problemas que trae la adicción al alcohol.
“Esto acarrea mucha vergüenza porque, a pesar de que se ha avanzado mucho en la conciencia de que el alcoholismo es una enfermedad”, aclara después.
E indica: “por otra parte muchas veces tenemos a alguien con problemas de alcohol en la familia y hasta que no nos dan grandes dificultades no caemos en cuenta de que realmente está enfermos”.
¿Cómo darse cuenta que la bebida se volvió en una obsesión para la persona? “Cuando empiezan a faltar al trabajo, no rinden en el estudio en el caso de los adolescentes, o entra en problemas financieros”, explica.
“Pero puede pasar que hasta notarlo pase mucho tiempo. Entonces eso es lo que nosotros le llamamos la negación. Nos negamos a aceptar que realmente hay una enfermedad y luego nos cuesta pedir ayuda”, manifiesta Estela.
Entorno difícil
“La Organización Mundial de la Salud (OMS) definió al alcoholismo como una enfermedad mental, física, emocional, y en nuestros grupos le agregamos una dimensión que es la espiritual”, refiere la miembro de Alanon sobre un poco del trabajo que realizan.
“La familia empieza aislarse por eso es fundamental que se sepa que existen lugares para aquellos quienes fuimos afectados por el beber de un ser querido, que ha producido en nosotros impactos emocionales muy fuertes”, subraya.
Y en ese sentido, ella trae a la memoria una anécdota que refuerza lo clave que se han vuelto estos programas en todo el mundo desde hace décadas.
“Una vez le preguntaron al Papa Juan XXIII a su criterio cuál fue el mayor milagro del siglo XX. Él dijo ‘alcohólicos anónimos’. Con lo cual está hablando de que estos espacios son los que más recuperan, tanto al alcohólico que deja de beber como al familiar”, destaca.
“En nuestros grupos se lee literatura nuestra, compartimos experiencias personales, contamos lo que nos ha pasado en la vida y luego tenemos un programa de doce pasos, donde nosotros hacemos un estudio y una aplicación de ellos para nuestra propia vida”, desarrolla.
“Eso en principio rompe la negación, porque nos ayuda a aceptar que somos parte del problema y que estamos afectados, aunque podemos tener una mejor calidad de vida”, puntualiza.
Y sentencia: “En mi caso, ¿qué sería eso para mí hoy ? Tener serenidad y poder disfrutar de la vida”.
Doce pasos
“Solo el primer paso dice que nosotros somos impotentes ante el alcohol de otra persona, y que nuestra vida se vuelve ingobernable. El resto de los pasos, ya nos pide que nos dediquemos a nosotros, a hacer una introspección y a mirarnos a nosotros mismos”, detalla Estela.
“En este camino nosotros estamos acompañados por compañeros que llevan más años en el programa, que son como padrinos”, añade la mujer que también remarca que la privacidad y el anonimato están siempre bien cuidados, no tan solo para dejar de lado la verguenza sino también el estigma.
“Nadie nos critica, nos juzga, no nos sentimos castigados y podemos encontrar la tranquilidad de que si estás en el suelo, nosotros te levantamos”, afirma.
“Habiendo logrado un despertar espiritual, llevamos este mensaje a todas aquellas personas que sufren por la enfermedad de un ser querido afectado por el alcoholismo”, dice el paso doce que es justamente lo que Estela hace en este artículo y que ha colaborado a que muchos no tan solo se sientan contenidos, sino que también hayan recuperado parte de su vida y la alegría e incluso hayan podido terminar o retomar sus estudios.