El día que un tucumano tricampeón de Copa Libertadores fue apuñalado por defender a un anciano

El día que un tucumano tricampeón de Copa Libertadores fue apuñalado por defender a un anciano

Ramón Alberto Aguirre Suárez fue uno de los baluartes de la defensa del Estudiantes de Osvaldo Zubeldía, que se consagró campeón del mundo en 1968 frente a Manchester United.

BALUARTE. Ramón Alberto Aguirre Suárez fue uno de los defensores más recordados de la historia de Estudiantes de La Plata. BALUARTE. Ramón Alberto Aguirre Suárez fue uno de los defensores más recordados de la historia de Estudiantes de La Plata. ARCHIVO LA GACETA.

La fiereza fue una característica innata de Ramón Alberto Aguirre Suárez. La cualidad lo colocó como uno de los pedestales del Estudiantes de Osvaldo Zubeldía, equipo con el que ganó todo: tres Copas Libertadores (1968, 1969 y 1970), una Copa Intercontinental (frente a Manchester United en Old Trafford) y el Metropolitano de 1967. Sin dudas, uno de los futbolistas tucumanos más exitosos. Pero, no restringió dicha cualidad al campo de juego, sino que lo extrapoló a su cotidianidad. Una prueba de ello sucedió el 4 de abril de 1987, donde intentó defender a un anciano, que sufrió un robo, y sufrió una puñalada en la muñeca.

El altercado fue en La Plata, ciudad en la que Aguirre Suárez se dedicaba a la actividad comercial (llevaba 10 años retirado del fútbol). A las 1.30, el ladrón intentó asaltar a Wilfredo Abelardo López, un militar retirado de 65 años que circulaba por la zona de las calles 6 y 48. En sus manos, llevaba una billetera donde estaban sus documentos personales, 65 australes y otras pertenencias de las que fue despojado de un manotazo.

Aguirre Suárez, testigo del hurto, corrió varias cuadras hasta la intersección de las calles 9 y 49 de La Plata, donde comenzó una lucha encarnizada. Inmediatamente, el malhechor sacó un cuchillo tipo bayoneta de grandes dimensiones con el que intentó lastimarlo a la altura del hígado, aunque no dio en el blanco y solo provocó la rotura de la camisa del jugador, que por ese entonces tenía 42 años. Sin embargo, el ladrón asestó un golpe con el cuchillo que lo lastimó en la parte superior de la muñeca, que provocó un corte profundo.

Bañado de sangre, el futbolista no detuvo su accionar y arrojó al ladrón contra el piso. Así, lo agarró de los cabellos para inmovilizarlo hasta la llegada del patrullero, que arrestó a Hugo Omar López, de 21 años.

“Intervine en la venta de Kempes a España”

El 20 de marzo de 1979, en una entrevista para LA GACETA, el defensor formado en Cruz Alta –equipo que disputaba el torneo de la Asociación Cultural- realizó una comparación entre el fútbol argentino y el europeo. "En Argentina no es difícil ser jugador de fútbol. Lo difícil es tener la disciplina y la responsabilidad que permitan al amateur ser profesional. Debe comprenderse que el jugador no se termina a los 90', sino que su persona y su imagen se proyecta fuera de la cancha, y por eso hay que capitalizarlo para no perderlo cuando termina la carrera. En nuestro país, se nace jugador; en Europa, primero hay que ser atleta. Esa es la ventaja nuestra y explica los buenos resultados que dejan las ventas al exterior”, decía sobre las diferencias entre ambos continentes.

También enfatizó que los jugadores sudamericanos suponían una inversión rentable para los clubes del Viejo Continente. “En Europa se gana mejor. Pero el éxodo se debe a que los sudamericanos resultan baratos, y luego se cotizan bien. Yo intervine en la venta de (Mario) Kempes a España. El empresario venía a (Norberto) Alonso o a Kempes. Por razones amistosas, tomé contacto y hablé con el jugador, y cuando se arregló el pase ya estaba todo finiquitado. Costó medio millón de dólares. Hoy puede estar sobre las cinco. Otra diferencia es que acá se manosea mucho al jugador. Para cobrar lo que cree merecer, tiene que entrar en arreglos con los directivos. Allí no: se firma el contrato y luego en un banco se informa la transferencia, los premios y demás”, indicaba.

Por otro lado, el defensor había anticipado que estaba analizando la posibilidad de lanzar su carrera como entrenador. “Tuve algunos contactos con Quilmes, un club de Córdoba y All Boys, para trabajar como jugador y como técnico, pero no hubo acuerdos. Actualmente me dedicó al comercio con mi primo Alberto Suárez, pero espero que mi actividad deportiva continúe en Tucumán para volcar toda la experiencia adquirida”, sentenciaba.

Claro; cinco años antes, también había dejado en claro uno de sus objetivos era volver a la provincia. “Yo salí de Tucumán y quiero volver a empezar una vez que me retire del fútbol como director técnico. Esa es la noticia que quería darles; quiero que todos los tucumanos sepan que mi mayor orgullo es justamente eso: ser tucumano. No te imaginas lo que me costó que en España me dijeran el “tucumano Aguirre Suárez”, describía.

El día que un tucumano tricampeón de Copa Libertadores fue apuñalado por defender a un anciano ARCHIVO LA GACETA.

Una visita efímera a Tucumán y la reiteración de su deseo

El 27 de Julio de 1990, el defensor vino de vacaciones a la provincia y estaba analizando una propuesta para ser el DT de Granada, equipo en el que jugó entre 1971 y 1974. “Estoy afincado con mis negocios en La Plata y es difícil tomar una decisión rápida. Ocurre que en el deporte y, sobre todo, en el fútbol, se producen estas encrucijadas en las que se debe elegir la actividad o la familia”, reconocía.

Aguirre Suárez, asimismo, recordó cuáles fueron las virtudes del Estudiantes de Zubeldía. “El equipo era muy compacto, dispuesto al sacrificio y con técnico que nos hacía jugar al límite del reglamento, siempre aprovechándolo a nuestro favor. Por ejemplo, demorábamos mucho en los tiros libres, igual que en los saques de metas, laterales… y el reloj corría. Podría decirse que permutamos el fútbol por resultados positivos”, describía.

Entre otros temas, el defensor aprovechó para dar su opinión sobre la dicotomía entre César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo. “A Bilardo, por supuesto, lo conozco muy bien. Lleva impregna la escuela de Zubeldía. Su fútbol es práctico e inteligente. El de Menotti también es muy pensado, pero más lirista. De todos modos, creo que en esencia tienen pocas diferencias”, puntualiza. “Me parece que voy a terminar dirigiendo en Tucumán”, reiteraba una vez más.

El sueño cumplido: Aguirre Suárez asume como nuevo técnico de Atlético Tucumán

El 4 de noviembre de 1997, Atlético confirmó a Aguirre Suárez como nuevo DT. Por aquellos años, el “decano” disputaba el Nacional B y el ex defensor llegaba para reemplazar a Salvador Ragusa. “La ilusión de dirigir a Atlético no es de ahora, sino de siempre. Mi intención ha sido devolverles a todos los clubes en los que jugué mis conocimientos como técnico, y con esa premisa a esta querida institución. Solo puedo prometer trabajo y nada más que fracaso”, dijo.

Aguirre Suárez llegaba con escasos pergaminos como entrenador. Claro; solo había dirigido al Granada, de la segunda división española. “Tuve otras ofertas en el país, pero no las acepté porque no me interesaron”, confesaba, mientras describe su idea de juego. “Si tengo jugadores ofensivos, jugaré de manera ofensiva; si tengo que jugar de contragolpe, así lo haré. Defensivo no soy, siempre se debe jugar para ganar”, puntualizaba.

Un ciclo corto y sin el final esperado

El ciclo de Aguirre Suárez no fue el esperado. Claro; solo duró hasta el 3 de febrero de 1998. “La actuación que le cupo al equipo frente a San Martín de San Juan fue la gota que rebalsó el vaso. El descontento de los hinchas era total y ellos tenían motivos para estarlo. Por eso nos reunimos para darle un corte definitivo al asunto y resolvimos solicitarle la renuncia”, decía Julio Miranda, presidente del “decano”. “Ya tenemos un principio de acuerdo con Eduardo Anzarda. Falta resolver algunas cosas puntuales que pueden definirse en las próximas horas”, añadía.

Frente a esta baja, el plantel profesional quedaba a cargo de Hugo Daniel Petrella, quien era el DT del equipo liguista. “Estas son cosas del fútbol y tengo que aceptarlas. Siempre quise el bien para Atlético y si esta medida contribuye para eso, bienvenida sea. La desvinculación se concretó en buenos términos”, aseguraba Aguirre Suárez.

El recuerdo del partido frente a Manchester United: “Todavía me retumban los oídos de la rechifla que hubo”

La final frente a Manchester United compone una de las páginas doradas del fútbol argentino. Claro; el equipo de Zubeldía debía enfrentarse a Manchester United en el Old Trafford, que contó con la presencia de 62.500 espectadores, que hicieron sentir el rigor a los jugadores de Estudiantes. “Aún hoy me retumban los oídos. Fue una rechifla y un abucheo ensordecedor que jamás escuché en alguna cancha. El ‘Animals, Animals’ atravesaba la lluvia y nos erizó la piel, pero no nos hizo mella ni nos sorprendió”, decía.

El defensor confiesa que el equipo realizó una acción clave para no sufrir el impacto del público. “Una hora antes del partido, aún no se habían encendido las luces, ingresamos sorpresivamente al campo de juego. El público reaccionó mucho después. La rechifla fue impresionante, también el abucheo. Nos acercamos a ellos y desafiamos sus gritos y sus gestos amenazantes. El paseo fue duro y se prolongó por 15 minutos”, confesaba. “Fue una idea innovadora que aplicó Osvaldo Zubeldía. Un periodista le sugirió hacerlo. Él lo había visto hacer al Celtic. Lo cierto es que por anticipado sufrimos el impacto emocional de enfrentar al público enardecido.”, recordaba.

También aseguró que Benfica le dio las primeras pistas sobre cómo jugaban los “diablos rojos”. “Los agasajamos con un asado en City Bell. Ellos sabían del Manchester porque habían perdido la final de la Copa de Europa por 4-1. Lo más claro fue lo aportado por Eusebio; él nos marcó la peligrosidad de Nobby Stiles y del resto de sus compañeros”, expresaba.

Según Aguirre Suárez, el final del partido no fue apto para cardíacos. “En el último minuto presentí que la guerra se terminaba en el campo de juego y empezaba en las tribunas. Llovían agua y proyectiles, y encima nos empataron. Fue un error nuestro”, confesaba. ”Estábamos a sesenta segundos de la gloria o del desastre. No había lugar para la desconcentración, ni para perder la calma; (Bobby) Charlton la metió con la mano y era el segundo de Manchester. Me enloquecí, reclamo el “hands” y lo veo pasar a (Alberto) Poletti enloquecido de alegría. No entendía nada. Él había escuchado el silbato final antes del centro. Yo no. Casi me da un infarto”, finalizaba sobre aquella experiencia que marcó su trayectoria deportiva.

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