Habitualmente se considera que la productividad está asociada a iniciar el día bien temprano. Pero otras personas prefieren comenzar a trabajar durante las últimas horas de la tarde o incluso a la noche y sienten que su productividad está a pleno en esas horas.
En ambos perfiles hay que tener en cuenta que los ritmos circadianos son las modificaciones físicas, mentales y conductuales que ocurren en un ciclo de 24 horas. Estos procesos naturales reaccionan principalmente a la luz y la oscuridad, y están presentes en todos los seres vivos.
Estos ritmos circadianos que marcan los ritmos del reloj biológico determinan las diferencias entre personas madrugadoras y trasnochadoras o también llamadas “alondras” o “búhos”.
Mientras las primeras se van a dormir temprano, se levantan a primera hora y pueden entrar en actividad rápidamente; los noctámbulos son vespertinos, porque se acuestan tarde y les cuesta activarse por las mañanas.
Noctámbulos o madrugadores: ¿quiénes tienen mejor concentración?
Aunque pareciera que las alondras tienen más beneficios que los búhos, un estudio llegó a la conclusión que quedarse despierto hasta tarde podría ser bueno para el rendimiento cerebral y que las personas que se identifican como noctámbulas podrían ser más lúcidas que las que se acuestan temprano.
Para conocer esta realidad, un equipo de investigadores dirigidos por académicos del Imperial College de Londres estudió datos del estudio UK Biobank sobre más de 26.000 personas que habían completado pruebas de inteligencia, razonamiento, tiempo de reacción y memoria.
Luego analizaron cómo la duración, la calidad y el cronotipo del sueño de los participantes (que determina a qué hora del día nos sentimos más alertas y productivos) afectaban el rendimiento cerebral.
Tras el análisis, descubrieron que quienes se quedan despiertos hasta tarde y aquellos clasificados como “intermedios” tenían una “función cognitiva superior”, mientras que los madrugadores tenían las puntuaciones más bajas.