A 100 años del primer estadio de San Martín de Tucumán: ¿por qué se trasladó a Bolívar y Pellegrini?

A 100 años del primer estadio de San Martín de Tucumán: ¿por qué se trasladó a Bolívar y Pellegrini?

Bajo la presidencia de Mario Bron, el “santo” vendió la manzana de Bolívar, Alberdi, Rondeau y La Rioja a un precio de $115.000 en junio de 1930. Juan Alonso & Cía fue la firma compradora.

SEGUNDO ESTADIO. La inauguración de la nueva Ciudadela fue el 24 de marzo de 1932 en un duelo frente a Uruguay Postal. SEGUNDO ESTADIO. La inauguración de la nueva Ciudadela fue el 24 de marzo de 1932 en un duelo frente a Uruguay Postal. Gentileza Roberto Albornoz.

La estadía de San Martín en Bolívar y Alberdi solo duró seis años. Un paso fugaz en comparación con la actual Ciudadela, que lleva más de 92 años en pie en la manzana de Bolívar, Pellegrini, Rondeau y Matienzo. Pero, ¿Cuáles fueron las causas del traslado? No se trató de un problema de ubicación. Es más, el sitio elegido se caracterizaba por el fácil acceso para los hinchas y por estar ubicado a 100 metros de dos líneas de tranvías. Mucho menos se trató de una cuestión identitaria. Sino que, como en muchos casos, la decisión respondió a las altas deudas que debía afrontar el club.

El foco de los comicios del 15 de diciembre de 1929 estuvo puesto en un solo tema: el traslado del estadio. “Lo fundamental es buscar otro campo donde la institución no se vea abordada por los grandes impuestos municipales como ocurre en la manzana de Bolívar, Rondeau y Alberdi; por el terreno actual podríamos sacar uno $200.000 y comprar más de una manzana. Además de hacer la cancha de fútbol y las tribunas, podríamos hacer canchas de tenis y hacer una cancha de cricket, que es una aspiración de muchos socios, entre otros el presidente honorario Percy Hill; también podríamos adquirir una casa central”, decía Mario Bron, en una entrevista a El Orden, tras ser reelecto como presidente del club.

A priori, las declaraciones parecían ilusionantes. San Martín estaba a punto de embarcarse en un nuevo proyecto deportivo, que cambió el rumbo de su historia. Sin embargo, la realidad es que San Martín estaba al borde de la bancarrota. Según una nota de LA GACETA del 6 de octubre de 1938, el “santo” arrastraba una deuda de $51.182 en 1929: $14.421 al Banco Hipotecario ($5.774 de Servicios de Cuotas Atrasadas y $8.647 de intereses); $5.531 de intereses particulares; $2000 por comisión de la posterior venta del estadio al señor Capdeville; $1.298 por impuestos municipales; $1.149 de desarme del cerco armado; y, por último, $7.483 por cuentas corrientes y saldos diversos.

La situación no dejaba otras opciones y la única manera de sanear al club era con la enajenación del primer estadio. Así, la CD convocó a una asamblea extraordinaria en la Biblioteca Alberdi para tratar la futura venta y la adquisición de un nuevo campo deportivo. La primera moción fue aprobada con unanimidad, debido a que, si se vendía a un precio considerable, el club estaría limpio y no tendría problemas para buscar un nuevo sitio para desarrollarse.

FIRMA DE LA ESCRITURA. Mario Bron y demás dirigentes concretaron la compra del nuevo terreno en noviembre de 1930. FIRMA DE LA ESCRITURA. Mario Bron y demás dirigentes concretaron la compra del nuevo terreno en noviembre de 1930. Gentileza Roberto Albornoz.

El 12 de junio de 1930 se formalizó la venta del terreno ubicado en Bolívar, Alberdi, La Rioja y Rondeau. Pese a las especulaciones sobre el precio, la manzana y el chalet fueron comprados por la firma Juan Alonso & Cía por un valor de $115.000. El método de pago fue el siguiente: en mayo, San Martín recibió $10.000 debido a que había firmado el boleto compra-venta; mientras que un mes más tarde recibió el dinero restante en efectivo.

La transacción se realizó en la escribanía de José G. Díaz. La operación era calificada como la más importante transacción de tierras del año, debido a que se acreditó de contado, un método inusual para la época -la mayoría eran a largo plazo-. También se estipuló que el club debía retirar el cerco exterior de cemento, los tablones y fierros de las tribunas, el alambre interior y demás elementos hasta el 30 de junio. Aunque luego el plazo se extendió hasta el 9 de julio.

La “demolición” de las instalaciones (otros hablaban de “desarme” debido a que se reutilizaron ciertos materiales para el nuevo estadio) estarían a cargo de José Warda.

En julio, bajo la firma de Marcos Maciel & Cía., el terreno de Bolívar y Alberdi fue dividido en 78 lotes que serían rematados el 3 de agosto, a las 15. “A 80 meses de plazo. Sin interés. Sin Comisión. Bases hasta de $23.50 por mes. Posesión inmediata al pago de una sola cuota”, decían los avisos publicados.

San Martín, en tanto, empezó la búsqueda del terreno para instalar el nuevo estadio. En principio, el club barajó la posibilidad de adquirir un terreno sobre la avenida Mate de Luna, a la altura de los antiguos mataderos. También se anunció que se había ofrecido una parcela en el cruce entre el Ferrocarril Noroeste argentino y Central Córdoba; aunque tampoco se descartó la posibilidad de afincarse en las cercanías del Mercado del Abasto.

La propuesta más cercana a concretarse fue la compra de un terreno sobre Lavalle. El club abonaría $20.000. No solo se hablaba de que era una calle con un próspero futuro económico, sino que se posicionaba como el nexo entre los barrios suburbanos y el radio céntrico. Sin embargo, las negociaciones fracasaron por la imperfección de los títulos de propiedad.

TRIBUNA METÁLICA. La oficial, ubicada sobre calle Matienzo, fue realizada en el exterior. TRIBUNA METÁLICA. La oficial, ubicada sobre calle Matienzo, fue realizada en el exterior. Foto: Departamento de Historia y Estadística de San Martín.

El 25 de noviembre de 1930, San Martín formalizó la compra del terreno (de 143 x 120 metros) ubicado entre Pellegrini, Rondeau, Bolívar y Matienzo por un monto de $25.000, aunque los costos se elevaron a $43.182 con todas las obras extras. La ubicación era la adecuada: estaba a cuatro cuadras del tranvía y con líneas de ómnibus urbanas y suburbanas que pasaban por las calles del estadio. El recinto también sería favorecido por la ampliación del servicio de aguas corrientes y el alumbrado.

Entre los detalles del nuevo estadio, el club anunció que la tribuna oficial sería de armazón de fierro y construida en Europa; se licitó el cerco de cemento armado y se niveló el terreno para que la cancha esté lista para inicios de la temporada de 1931. También se construyeron vestuarios con salidas subterráneas. También se instalarían canchas de básquet, tenis, una biblioteca e, incluso, se propuso instalar una sala para funciones cinematográficas.

A diferencia del primer estadio que quedó bajo nombre de Percy Hill, las escrituras del nuevo terreno fueron firmadas por Mario Bron y Ángel M. Riso, presidente y secretario general del club. También se estipuló que la piedra fundacional sería puesta el 11 de enero de 1931. Como dato de color, la asamblea tenía el objetivo de ampliar la masa societaria y tomó la decisión de reducir la cuota social a $1,50 de manera mensual.

El 24 de marzo de 1932 se inauguró el nuevo estadio. En aquella ocasión, San Martín jugó un partido amistoso frente a Uruguay Postal, que terminó 2-0 en favor de los orientales. “Había una gran expectativa en el estadio”, recordaba una nota de LA GACETA del 25 de marzo. A diferencia de la actualidad, La Ciudadela solo contaba con dos tribunas: la metálica en el sector de plateas que da a calle Matienzo y otra de madera sobre calle Pellegrini.

Así, el “santo” se asentó de manera definitiva en un sitio que alojó grandes momentos y anhela con protagonizar más capítulos de una historia de más de 114 años.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios