“No se podía hablar de otra cosa hasta no ganar el balotaje. Y lo ganó. Y hubo que hablar de otras cosas, por ejemplo, qué hacer en el gobierno”. “...Prácticamente todos los que terminaron siendo ministros reconocen que el proceso fue un auténtico desorden, con mucha conversación sobre los nombres y poca atención sobre los primeros pasos. Uno de los que terminó siendo un importante ministro lo describió como ‘15 caóticos porque no había definiciones previas. Se había hecho un trabajo largo en fundaciones, pero era papers para debatir. Ahora había que definir un rumbo”. “...La estrategia siempre era cómo le íbamos a ganar al kirchnerismo, ocupaba poco espacio el debate sobre cómo íbamos a gestionar y con quién, casi sin pensar en las consecuencias del resultado”.
Cada una de estas frases textuales fueron extraídas de las páginas 85 y 86 del libro “La última encrucijada” que escribió el gran periodista y analista Jorge Liotti.
Los extractos se refieren a la llegada al gobierno de Mauricio Macri y compañía. Describen con claridad cómo el objetivo de ganar diluye la obligación de gobernar. Si a las citas escritas por Liotti le sacamos una palabra (kirchnerismo) podrían corresponder a muchos otros gobiernos, especialmente a los que vienen de la oposición. Tal vez de ahí nazca aquel mito de que sólo el peronismo sabe -y puede- gobernar. La improvisación ha sido casi una constante en una gran mayoría de los gobiernos. Después del primer año o del primer semestre empiezan a encontrar lógicas a sus funcionamientos.
No se trata de un patrimonio exclusivo de los inquilinos de la Casa Rosada. Aquí por estas tierras a más de un gobernador se ha escuchado decir: “llegamos, y ahora qué hacemos”. Y eso que la mayoría venía a suceder a un gobierno del mismo color político. Es parte de la crisis del sistema político (electoral). Está todo hecho para prepararse y atender los comicios y lo más importante, lo que comienza el día después, es secundario, cuando, es prioritario para el futuro de todos.
La gestión de Javier Gerardo Milei es un capítulo más de esta historia de improvisaciones. Si algo tenía seguro el actual Presidente de la Nación era que no estaban dadas las condiciones para que llegara a sentarse en el sillón de Rivadavia. Las incapacidades, las impericias y los egoísmos de Cambiemos lo hicieron posible. “Me preparé toda mi vida para ser Presidente”, dijo hace poco tiempo Horacio Rodríguez Larreta tratando de rearmar el rompecabezas de su fracaso. Y, aunque él no lo diga, la única explicación es que Macri y las vanidades de las principales figuras se ocuparon de esconder piezas para que el rompecabezas no se armase. “Ahora soy como Palermo (el actual DT que alguna vez fue 9 de Boca): estoy en el área, por ahí llega una pelota, cabeceo y hacemos el gol”, repite Rodríguez Larreta.
Nueva etapa
Milei está pasando la etapa de improvisación. La ley Bases y el pacto de nombre caprichoso le ayudan a ordenarse. Ahora la discusión no pasa únicamente por su falta de huestes en el Congreso. Los cielos se abren a nuevas compañías, el fútbol tira centros a las sociedades anónimas y el RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones) despliega alfombras para invertir y hasta saca de las casillas proselitistas al gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof. Es la Argentina que se puso en marcha en diciembre pasado por decisión de la sociedad que les dijo basta a las mezquindades y corruptelas del kirchnerismo, pero a la que la improvisación y la falta de preparación la arrastraron hasta estos días.
Pero estos tranquilizantes para la gestión mileísta llegan un poco tarde, con el cuerpo cansado y con cierto deterioro. Así lo advierten los mercados. Los problemas siguen siendo los mismos y los desplantes y ataques contra la política ya no pueden ser mirados como los berrinches de un bebé porque la gestión ya está mayorcita y ha aprendido que no se puede negar a la política desde la política. Entra en el terreno de lo ridículo. Pero a río revuelto, ganancia de pescadores”. El nuevo gobierno nacional tiene demasiadas materias pendientes pero “Comunicación” ha sido aprobada con 10. Así como el relato ha sido un arma fundamental durante el gobierno kirchnerista, en esta gestión mileísta se ha impuesto que política es sinónimo de corrupción kirchnerista y nada más. Sin embargo, el jefe de Gabinete ha necesitado de su pericia política para disimular las simpatías del gobierno con el massismo, para amasar la ley bases y el pacto de gobernadores.
De eso se han dado cuenta los socios ocasionales de Milei; por eso “El Jefe” ha salido corriendo a armar una estructura política que le permita transitar mejor los meses que vienen. Macri, en tanto, y los radicales, ya no cierran los ojos para apoyar la gestión del actual gobierno. Empiezan a poner condiciones. El problema que enfrentan es que no se soportan. El lunes pasado que confundió al almanaque a vestirse de 9 de Julio ha sido un claro ejemplo. Están más confundidos que Biden en debate. Macri dejó la gramilla de Wimbledon con la ilusión de llegar a la Casa Histórica como el gran socio, pero también como el gran referente de la estructura de poder de la Argentina. Ni los hombres del Pro ni los radicales que roscaban en el hotel al frente de la plaza Independencia ensancharon las espaldas del ex presidente. Milei, con astucia política, no le dio el lugar ni de ex presidente, ni de socio, tal vez porque intuyó el riesgo.
La virtud de Milei es el manejo de la oportunidad, de convertir derrotas en revelaciones, negativas en signos de confianza. En un mundo cada vez más aleatorio y enloquecido, se alzó como un personaje que ignora conscientemente toda tradición, que discursivamente no duda en ser apodíctico. Sus verdades parecen tener vencimiento como los yogures y su eficacia podrá ser prolongada pero no consiste más que en instantes y decisiones de chasquido.
Federico Viola, de la Universidad Católica de Santa Fe, lo expresa en formato académico: “La democracia requiere, por eso, de la habilidad de captar los momentos críticos y las oportunidades en las que se decide no solo el destino de un gobierno, sino el futuro del propio sistema. Esta era precisamente la concepción griega del tiempo como kairós, es decir como “momento máximo de responsabilidad en cuanto se exige una toma de decisión frente a una situación que es irremediablemente efímera y, a su vez, irrepetible”.
El segundo semestre
El segundo semestre asomó con el FMI más duro que de costumbre, los mercados más nerviosos y desconfiados de lo que venían estando y con el presupuesto asomando en el Congreso. Todas cuestiones que sin política no será fácil para el oficialismo para dar el segundo paso importante del año. Mientras tanto, el sol del 25 viene asomando. Las elecciones ya son un tema que ha empezado a desvelar a los actores principales.
El gobernador de la provincia va a tener que dejar de jugar simultáneas en su ajedrez y concentrarse en un solo tablero para llegar a los comicios del año que viene con menos frentes de ataque. La oposición, en el escenario provincial, es el mejor ejemplo de desinterés por el poder. Nunca, en los últimos 40 años ha podido ni juntarse ni articular jugadas en conjunto; en realidad, han competido entre ellos para ver quién se calentaba más y mejor en la estufa oficialista sin que se note.
Esta semana el diputado Pablo Yedlin renovó las credenciales del Partido Renovador y puso a un hombre sin pergaminos en la política como Samuel Semrik. Si bien el ex senador y ex ministro de Salud de la provincia trató de disimular esta movida afirmando que nada tiene que ver con futuras elecciones, desde el mismo jaldismo lo destrataron. Yedlin también trató de disfrazar la movida como algo por fuera del peronismo vernáculo que actualmente se apoda Unión por la Patria. Es que allí el kirchnerismo sigue teniendo peso y en Tucumán ya presentó su plácet José Vitar el mismo 8/9 de Julio cuando estuvieron Jorge Taiana y Oscar Parrilli.
Entre bambalinas no se descarta que estas movidas de Yedlin son senderos que se bifurcan en el horizonte de Juan Manzur. El problema es que el ex gobernador no tiene ni voz ni tampoco imagen en los últimos tiempos. Y en la política hacen falta gestos, acciones y discursos. Eso esperan hombres como Javier Noguera, Carlos Najar, Carlos Galía, Raúl Moreno que tienen vínculos familiares con las intendencias que dejaron y por lo tanto dependencia con el gobierno provincial. Winston Churchill podría aconsejar al actual senador Manzur al recordar aquella frase que dice “La política es más peligrosa que la guerra porque en la guerra sólo se muere una vez”.
Recurrir a Churchill en estos tiempos es un intento de simplificador. Sin embargo, el ex primer ministro inglés sigue siendo el manual de la diplomacia y de la política. Él supo advertir que “el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Una utopía para nuestra Argentina y, obviamente para nuestro Tucumán.