César Pelli: los comienzos, las influencias y el primer diseño "moderno"

César Pelli: los comienzos, las influencias y el primer diseño "moderno"

LAS PETRONAS. Lo más importante, según su creador, es el espacio que hay entre ellas, un espacio reconocible y memorable. LAS PETRONAS. Lo más importante, según su creador, es el espacio que hay entre ellas, un espacio reconocible y memorable.

El primer Pelli arquitecto del que se tiene algún registro se llamaba Pietro y fue el diseñador y constructor de la Iglesia de Santo Giacomo, en Venecia, a mediados del siglo XVIII. Un siglo más tarde nacía Vincenzo Pelli, un italiano que terminaría radicándose en Tucumán, a mediados de la segunda mitad del siglo XIX. Allí nacerían sus hijos. Uno de ellos, Víctor Vicente, nacido en 1898, se casaría con Teresa Bernabela Suppa. El matrimonio tendría tres hijos: César, Víctor y Carlos.

El pequeño César, nacido en 1926, creció en una casa chorizo sobre la calle Ayacucho, cerca de la plaza San Martín, en el centro de la ciudad. La familia luego se mudaría a otra casa en la calle La Madrid, entre Chacabuco y Ayacucho. Su madre, profesora de Geografía y Francés en la Escuela Sarmiento, fue vicepresidente del Consejo de Enseñanza y autora de un libro sobre Educación. “La imagen a imitar fue la de ella”, dirá Pelli en una entrevista con LA GACETA Literaria.

Su padre era empleado municipal y tenía distintas habilidades. Una de ellas era la de la construcción. Una de las pocas casas residenciales que su hijo proyectaría en Tucumán sería terminada por su padre.

En el hogar familiar había una biblioteca con una buena cantidad de volúmenes. César, lector voraz y precoz, tenía predilección por los libros de arte de los que sacaba ideas para sus dibujos. Desde muy chico construía pequeños puentes, fuertes y, premonitoriamente, grandes torres. A los cinco años entró a la primaria, en la Escuela Obispo Molina, donde conoció a su recordada maestra Charo Juárez, y a los once ingresó al Colegio Nacional.

En 1943, con 16 años, ya estaba listo para iniciar su formación universitaria. “No estaba seguro de lo que quería estudiar. No era consciente de que existiera una profesión como la arquitectura… Cuando leí la descripción de los cursos, me intrigó y me atrajo increíblemente. Parecían ser todas las cosas en las que era bueno o que disfrutaba -dibujo, historia, pintura, matemáticas, arte-. Así que decidí intentarlo. Cuando empecé a diseñar en la universidad, descubrí que tenía un don para ello”, afirmaba Pelli.

Arquitectura en la UNT

Un fragmento central de la biografía de Pelli, que nos permite vislumbrar cómo se fue forjando el destino de quien terminaría siendo una figura estelar de su disciplina, es su paso por el Instituto de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Tucumán, entre 1944 y 1949.

EL SUEÑO TUCUMANO INCONCLUSO. El proyecto del Centro Cívico en Los Pocitos. Trabajó en el diseño pero no se pudo concluir. EL SUEÑO TUCUMANO INCONCLUSO. El proyecto del Centro Cívico en Los Pocitos. Trabajó en el diseño pero no se pudo concluir.

El instituto, la universidad y la educación tucumana en general tuvieron sus años dorados en la década del 40. “El rector de la Universidad era Descole, quien tenía mucha ayuda de Perón”, contaba Pelli. Horacio Descole, interventor de la UNT entre 1946 y 1948 y posteriormente rector hasta 1951, tuvo recursos extraordinarios por su cercanía con Eva Perón y un impulso notable que transformaron a la institución en una de las casas de estudio más destacadas y vitales de América latina. La oferta académica pasó de cinco a 40 carreras. Más de 200 profesores, varios de ellos figuras reconocidas a nivel internacional que provenían de la Europa de posguerra, se sumaron a sus filas.

“Cuando entré a estudiar arquitectura nos pasábamos diseñando palacios y urnas para cenizas, mansiones para soberanos que habían sido destituidos... Pero luego vinieron a Tucumán unos arquitectos jóvenes, nos comunicaron las ideas de la arquitectura moderna y, en lugar de palacios, empezamos a diseñar estaciones de ómnibus, hospitales, dispensarios, viviendas populares. Ahí encontré el sentido de la arquitectura”. Se refería a José Le Pera, Hilario Zalba, Rafael Onetto, Jorge Borgato y Horacio Caminos, de quien fue asistente de cátedra. En 1947 se sumarían los italianos Ernesto Rogers, Cino Calcaprina, Enrico Tedeschi y Luigi Piccinato. Resaltan, sobre todos los nombres de esa época, sus dos grandes profesores: “Jorge Vivanco me abrió la cabeza y me dio vuelo intelectual; Eduardo Sacriste me hizo enamorarme de los materiales, del lugar donde uno trabaja, de la arquitectura”.

Influencias

Franco Marigliano, arquitecto tucumano y autor de una tesis doctoral sobre la relevancia del Instituto de Arquitectura y Urbanismo, señala la influencia del movimiento moderno, y de Le Corbusier en particular, sobre los profesores de Pelli. Una de las teorías emblemáticas de Le Corbusier es la de la vivienda como “máquina para vivir”, en la que la belleza debe subordinarse o derivar de la funcionalidad. Los docentes del Instituto unían la teoría y la práctica, la enseñanza y las posibilidades concretas de acción en la realidad. Esa visión pragmática de la arquitectura fue determinante para la inserción y el desenvolvimiento de Pelli en sus primeros años en los Estados Unidos.

Primer diseño “moderno”

Pelli gozó de lo que sería un corto período de esplendor del Instituto de Arquitectura. Poco después de egresar, a partir de la salida de Descole, muchas facultades y la universidad en general, perderán los mejores profesores y el flujo de recursos que había tenido.

TORRE BANK BOSTON. Todo vidriado, ubicado en el barrio porteño de Retiro. TORRE BANK BOSTON. Todo vidriado, ubicado en el barrio porteño de Retiro.

Su primer diseño “moderno” fue una vivienda de un ambiente para un trabajador de la zafra cañera. Pero en esos años también apareció el germen de un edificio que albergaría a 10.000 personas. “La realidad de una vasija no está en sus paredes de arcilla sino en el espacio que éstas contienen”. Leyó esta frase de Lao Tse en una copia que tenía Sacriste de una charla de Frank Lloyd Wright. Esa frase volvió a la cabeza de Pelli mientras diseñaba las Petronas. Lo más importante de las torres, según su creador, es el espacio que hay entre ellas, un espacio reconocible y memorable entre los dos rascacielos que le forjaron a Malasia un lugar en el mapa mundial.

Estados Unidos

De las aulas pasó rápidamente a la práctica. Al poco tiempo de tener su título bajo el brazo, dirigía el departamento de diseño del Ofempe (organismo financiero de empresas mixtas privado estatal), institución provincial que construía viviendas sociales. No queda en pie ninguna de las que diseñó Pelli ni rastros visibles de las pocas casas que construyó para amigos. “También hice una casa para mis entonces futuros suegros en Campo Quijano, al norte de Salta. En el terreno había unos cimientos de una vieja escuela y la levanté sobre ellos. Esa casa existe pero tuvo muchos agregados que hacen que la versión original sea irreconocible”, contaba.

Sus futuros suegros eran los padres de Diana Balmori, arquitecta egresada de la UNT y luego reconocida paisajista en los Estados Unidos. Se casaron en Tucumán a principios de los 50 y tuvieron dos hijos: Denis, quien se convertiría en neurobiólogo, y Rafael, arquitecto y socio de su padre.

Las vidas de los jóvenes recién casados cambiarían radicalmente en 1952. Ese año César ganó una beca que implicaba 95 dólares mensuales y tres trimestres de formación en la Universidad de Illinois, institución relativamente modesta para los rankings norteamericanos pero que ya tenía dos premios Nobel entre sus egresados y siete estudiantes que lo ganarían en las décadas siguientes. En la facultad, el arquitecto más influyente era Mies van der Rohe, un gran diseñador de torres.

“El momento de mayor incertidumbre de mi vida se produjo cuando se acabó el estipendio que recibía de mi beca. Teníamos deudas con el almacenero y el carnicero; no teníamos un dólar, no tenía trabajo y no sabíamos qué hacer. No teníamos más que pan en la heladera. Pero de alguna manera sobrevivimos”, contaba Pelli en su conferencia en Tucumán. En efecto, el entonces estudiante salió adelante, trabajó en la biblioteca de la universidad, obtuvo una maestría y comenzó a dictar clases.

En 1954 se produce otro gran salto en su vida. Ambrose Richardson, su profesor de diseño, lo ayudó a ingresar al estudio de Eero Saarinen, el gran arquitecto finlandés que vivía en Estados Unidos y que, en ese entonces, ya deslumbraba a muchos colegas norteamericanos.

De la teoría a la práctica

“Se aprende a hacer arquitectura cuando uno trabaja al lado de alguien que sabe más. Esa persona fue, para mí, Eero Saarinen”, afirmaba Pelli. Esta nueva etapa implicó mudarse a Michigan. Trabajaría, primero como principiante y luego como director de proyectos, durante siete años y, muerto Saarinen en 1961, tres años más en su estudio. El arquitecto finlandés murió prematuramente, poco después de cumplir los 50, siendo uno de los arquitectos más influyentes pero también más criticados en los Estados Unidos. Su pluralidad de estilos y la adaptación de las obras a las demandas de sus clientes, dos características que heredaría su discípulo, no eran perdonados por buena parte del mundo de la arquitectura.

La primera gran obra en la que participó Pelli fue la ampliación de la terminal de la TWA, en el aeropuerto John F. Kennedy, de Nueva York.

En 1960 regresó brevemente a Tucumán, como profesor de la Facultad de Arquitectura, y vivió en las residencias universitarias de Horco Molle, casas sobrevivientes del gran plan inconcluso de Descole. Elaboró, junto con Vivanco, un proyecto para un concurso de un centro cívico en San Francisco, Córdoba. Una tormenta demoró el correo un día, el proyecto llegó tarde y la posibilidad de quedarse en la Argentina se diluyó.

Inspiración y presupuesto

En 1964, Pelli fue designado director de diseño en el estudio DMJM (Daniel, Mann, Johnson, & Mendenhall), en Los Angeles. Era una gran empresa de ingeniería con 700 empleados pero con solo cuatro diseñadores. Con clientes más interesados por los costos y los tiempos que por la estética, aprendió a equilibrar la inspiración con la economía.

Cuatro años después se unió a Gruen Associates, firma en la que lideró a un grupo de arquitectos con los que trabajó, ad honorem y fuera de los horarios laborales, en la elaboración de un proyecto que enviaron a un concurso abierto para la construcción de la sede de las Naciones Unidas en Viena. El proyecto ganó el primer premio pero la obra fue encomendada a otro grupo de arquitectos. No obstante, y a raíz de los resultados del concurso, Pelli y sus compañeros fueron convocados por el Departamento de Estado norteamericano para diseñar la Embajada de los Estados Unidos en Tokio. En 1976 se inauguraba este edificio de 20.000 toneladas de cemento; la primera gran obra de Pelli y la puerta de entrada a Japón, país en el que se multiplicarían las ofertas para diseñar.

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