Cuando a principios del milenio Inés Pertiné asistió a la feria de Arteba, con decisión y sin duda, se acercó a observar una obra de Rodolfo Abella. Inés Pertiné, coleccionista de apellido patricio, era la esposa del ex presidente Fernando de la Rúa en ese momento.
Las figuras de un enorme caballo, dos perros y de una mujer bailarina se pueden observar en el Teatro Alberdi y de otras tantas que se expondrán en el Centro Cultural Virla el jueves, y por estos días en Tafí Viejo el monumento de homenaje a la fundación de esa ciudad.
La mirada de no pocos coleccionistas internacionales se han detenido en el arte de este tucumano, que vive desde hace casi tres décadas en Amaicha del Valle
El artista recuerda que pasó de estudiar agronomía al Departamento de Artes; que en Suiza acentuó su interés por la escultura, con una obra que ganó un premio. Y que cuando regresó a esta provincia se refugió en Amaicha del Valle, donde está radicado. “Trabajo con esos materiales porque forman parte de mí, yo construí mi rancho en el valle con adobe, barro, ramas y piedras, lo que me llevó seis años”, le responde a LA GACETA durante una extensa entrevista.
Su primera exposición en la provincia fue en 2000, en el Centro Cultural Rougés; el enorme caballo apareció también en esos momentos en la librería El Griego. Las obras que se pueden apreciar en este Julio Cultural pertenecen a colecciones privadas.
El interior
Diez años después (2010) participó en un Salón de Arte Nacional en el Museo Timoteo Navarro con la obra “¿Cuál es la danza?” donde el artista talló un rostro compacto de madera, pero con un cuerpo realizado con troncos de Amaicha que dejan ver el interior de esa representación, como si se tratara de la fibra misma de ese cuerpo.
En todas las esculturas esa oposición entre exterior e interior parece ser deconstruido, al revelar el uno en el otro.
“No hay un giro cuando dejé de estudiar agronomía y pasé a artes; comencé a descubrirme más adentro lo que estaba pasando, pero la forma de comunicarme con la gente se encontraba en estos lenguajes, donde las pinturas y esculturas eran más importantes. Me fasciné trabajando”, precisa cuando se le interroga el pase de uno a otros estudios. En todo ese tiempo fue descubriendo una técnica que fue un ensamblado con tarugo de madera.
La historia artística de Rodolfo Abella es extensa, pero más la ha desarrollado en Suiza, Alemania (Stuttgart), México y en menor medida en Buenos Aires (estuvo presente en las ferias de Arteba desde 2000 a 2006). En esos países han quedado algunos de sus trabajos en colecciones, premios y espacios culturales.
Regreso
Las obras pertenecen a colecciones privadas que están en Tucumán. “Al invitarme a participar al Julio Cultural no son las obras que escogí pero son con las que pude pedir y pude participar”, relata el artista, destacando que regresar a exponer luego de 24 años.
- Te preguntaba por los materiales que usas para tus obras.
- Estando en Suiza y haciendo debresina al lado de un río, encontré ramas que parecían la cabeza de una vaca. Ahí lo recogí e hice trabajos con madera y esas ramas. Las formas me llamaban la atención, quizás no eran para una figura determinada, pero encontraba maderas con formas. Utilicé lienzo, rústico, de arpillera, gané el primer premio de un concurso y estuve un año de Suiza. Con esos materiales construí yo mismo mi casa que me llevó más de seis años. Elijo esos materiales y veo que algunos amaicheños reniegan de ellos y usan ladrillo a la vista, que pertenece más a la cultura urbana que a la del campo. Lo rústico tiene mucho que ver con el dolor, con el color, las formas y texturas. Este contacto con la madera, con la naturaleza me atrapó. En ese tiempo fui docente en capacitación laboral para adultos y tuve mucho contacto con la comunidad indígena; siempre creí en sus capacidades creativas, como con la cerámica. Los lenguajes en los valles son particulares, son distintas las palabras y cómo significan. Los animales, el ser humano, son figuras que me surgían espontáneamente de lo que a uno le impactó desde la niñez, siempre en escala uno a uno.
- En tu experiencia leí tu contacto con el “art brut”.
- Estando en la Galería Apparté (Lausana) vi la colección de arte bruto, que sabemos que estaba relacionado con Jean Dubuffet. Había llevado allí un suri, chancho, caballo y pajaritos; llevé todo eso a Suiza. Y se estableció una relación del caballo con Dubuffet que había hecho caballos de verdad que era desollados. Había una potencia expresiva, simbólica muy grande, vi sus trabajos y quedé fascinado. Tres de mis obras quedaron ahí y pertenecen al museo de “art brut” (NdR: realizado por personas indemnes de las culturas artísticas). Los trabajos que hago son figuras humanas y animales en general, uno es una reminiscencia que viene de Burruyacu, quirquinchos, sapo, que son maravillosos. También estuve invitado al Museo de Antropología de México, lo que fue un honor para mí. Fui dos veces, estuve viviendo un tiempo y trabajando en el pueblo Santa Rita de Tlahuapan y en el Salón de la Plástica Mexicana y la Embajada. Ese año se hizo una muestra de Frida Kahlo en el Museo de Bellas Artes en la cual pude ver la cantidad de obras, cartas y fotos de Frida. Fue muy importante tanto que me inspiró hacer una Frida Kahlo que está actualmente en México.
- ¿Qué tiempo te lleva cada escultura?
- Cuando empiezo trabajar no mido el tiempo, en general no lo hago nunca; sólo si estoy conforme o no; no me interesa estar pensando si me lleva mucho o poco tiempo. No se hacen en días, por eso es que no puedo acumular obras para hacer una exposición con trabajos propios por ahora. Quiero hacerlo más adelante. Me encanta que haya en esta provincia gente que le gusta lo que hago, y eso me permite continuar en esa actividad.
- ¿Qué visión tenés de este arte que podemos llamar contemporáneo?
- En el arte respeto todos los lenguajes, a los artistas y a las distintas formas de trabajar, a la obra que desean realizar. Estoy convencido que estoy bastante comprometido con hacer lo mío, quiero profundizar esto… tal vez le dé más espacio al dibujo, tal vez. También respeto mucho a los que trabajan con la tecnología que es fascinante, la imagen a través de cámaras, las computadoras, las ideas y la observación. No creo que se pueda negar el valor de los distintos lenguajes, cada uno se identifica con alguno de ellos y le resulta cómodo para su personalidad. Sí tengo recelo con el mercado de arte, que impone condiciones como cualquier mercado, por eso existe el marketing, tener cuidado pero sin renegar de todo. El arte no está desligado de todos los problemas sociales, sobre todo en esta América Latina, y nunca lo estará, pero hay que defender la alegría como dice Benedetti (Mario).