Levrero y Vonnegut: algunas coincidencias

Levrero y Vonnegut: algunas coincidencias

Levrero y Vonnegut: algunas coincidencias
Hace 12 Hs

Por Martín Mazzucco Cánepa

Para LA GACETA - TUCUMÁN

Hace poco tiempo concluí La Novela Luminosa de Levrero. El mismo día que la finalicé comencé con la lectura de Matadero Cinco de Kurt Vonnegut. No imaginaba hallar puntos de contacto relevantes entre una novela y otra, pero apenas leo las palabras iniciales de Vonnegut en su libro me encuentro con un agradecimiento por haber recibido la beca Guggenheim, para contar así con la tranquilidad económica necesaria para escribir la novela. En ese momento recuerdo a Levrero, que a lo largo de toda La Novela Luminosa reitera que es gracias a la beca Guggenheim que está escribiendo ese libro. Estaba, entonces, ante dos autores que habían escrito sus textos más importantes a partir de la seguridad financiera brindada por la Fundación Guggenheim. Esta coincidencia me llevó a pensar en cuántos de los libros leídos en mi vida la misma beca había sido razón esencial para que el autor se disponga a escribir su obra sin pensar en el dinero que requiere la vida cotidiana en este mundo. Quizá en muchos, pero en pocos -de esto estoy seguro- el escritor exhibe su agradecimiento en el mismo texto para que el lector lo conozca.

De un tema pasé a otro, y cierta tendencia -aún no patológica- a encontrar relaciones entre términos que no parecen cercanos, me condujo a darme cuenta de otro aspecto interesante que acerca a Levrero a Vonnegut, y es su gusto no culposo por la literatura de género.

Paso a ordenar algunas ideas. En primer lugar, las dos novelas son muy distintas. Eso es evidente. Matadero Cinco es la conclusión de un proceso traumático que para Vonnegut se inició con su participación en la Segunda Guerra Mundial. Sobrevivir al bombardeo de Dresde, ser testigo -o protagonista- de los dolores de la guerra y tener un espíritu inquieto que sólo se calma escribiendo son razones que explican con suficiencia la existencia de este libro. Por otro lado tenemos a Levrero, que en La Novela Luminosa exhibe el magnífico juego de pretender escribir nimiedades cuando se está escribiendo una obra mayor.

Matadero Cinco es una obra que implica viajes temporales, dos continentes, abducciones por seres de otro planeta y el transcurso de una vida entera; es el libro de un hombre que deseaba narrar una vivencia profunda y perturbadora, y calma su alma a través de la narración de lo que vio e hizo en Dresde, en los estertores de la Segunda Guerra. La Novela Luminosa, en cambio, es el diario de un procrastinador que no deja de recordar que el mismo proceso de escritura es casi un incumplimiento del objetivo propuesto cuando recibió la beca: pareciera la trama de una película de Woody Allen, en el que el fracaso descrito diariamente es el sendero que conduce al mejor final de todos.

Sin embargo, en ambos casos los autores nos transmiten su gusto por géneros literarios que siempre han estado relacionados con el entretenimiento menor. Vonnegut no sólo escribió ciencia ficción, sino que la consumía. Y en Matadero Cinco hay un personaje - Kilgore Trout- que sirve de Hilo de Ariadna en un recorrido breve y divertido sobre la literatura de ese género popular a mediados del s. XX. En el caso del escritor uruguayo, el amor se brinda a las novelas policiales, representadas en la colección “Rastros”, que sobrevive hoy en las librerías de segunda mano.

Hallar estos puntos comunes entre libros es uno de los mayores placeres del hábito lector; es casi como sentarse frente a un mapa -que en vez de naciones describe los libros que hemos leído- y establecer senderos que llevan de un lugar a otro; senderos a veces ya demarcados por otros, eso sí, pero de vez en cuando damos con uno nuevo, que despierta nuevas lecturas. No sé si Vonnegut y Levrero habrán compartido otras cosas, pero estas dos me llevan a colocar sus libros en lugares más juntos de mi biblioteca.

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