Sofi Cantilo: “Correr me dio las herramientas para vivir”
PARA LA GACETA - TUCUMÁN
Escribe, corre, juega al fútbol, va al gimnasio, es madre de “Tatu” y de “Lola”, va al teatro, se reúne con amigas, publicó un libro y ya tiene la idea para el segundo; sube y baja por senderos de montaña, entrena, juega al tenis, da talleres literarios y hoy en día es la mayor referente de ultra running de Argentina. La vida en movimiento. Eso es Sofi Cantilo. Todo el tiempo así. Pero antes era otra. Distinta. Ni en sueños se veía corriendo. Fumaba mucho hasta que un día se puso una fecha en la mente: 12 de marzo. Llegó el día y la fecha estaba en su cabeza. Era un desafío, una barrera para saltar. “Era como un pacto conmigo y si no lo cumplía era traicionarme a mí”, detalla. Así fue como una mañana dejó de fumar y fue el primer paso de un cambio gigante. Recuerda que al principio lo extrañaba mucho. “Estuve de mal humor varios meses. Me chocaba el olor a cigarrillo en los demás -admite-. No podía creer que yo había sido así”. Si hay algo que le plantea un desafío y ese desafío le genera miedos, ella puede decir “a mi juego me llamaron”.
Suele correr a nivel nacional e internacional ultramaratones de 200 millas por territorios de montaña. El año pasado corrió en San Luis y en Lago Escondido. Este año compitió en San Rafael, tiene en agenda una carrera en Córdoba, y sueña con llegar a Canadá. “Nunca me vi corriendo. Cuando dejé de fumar empecé a ir al gimnasio -rememora-, me pedían que trotara en la cinta y no podía; solo caminaba y de pronto, con el paso de los días, empecé a trotar unos segundos y cuando pude trotar hasta los veinte minutos, vi un aviso en la calle sobre una carrera de 10 kilómetros, me anoté con una amiga y en esa primera carrera me enamoré, fue amor a primer arco -dice-, más allá del miedo y la ansiedad, me atraía eso de estar parada al lado de un montón de gente, me transportó como a los recitales de rock, que me encantan. Es un deporte que iguala, nadie queda afuera. No juegan varones por un lado y mujeres, por otro. En el fútbol no jugarías con Messi. Aquí están todos: juega el de 90 años y el de 15. Hay 15.000 personas corriendo sin la grieta, que en Argentina es tan común, no hay Boca o River; todos corren en la misma dirección”.
Mucho antes, cuando era otra persona, distinta, Sofi se casó, se convirtió en madre de “Tatu”, se separó y después se puso de novia y llegó su hija “Lola”. Pero el padre no quiso ser parte de esa nueva vida. “De pronto estaba frente a un divorcio complicado -recuerda-, un hijo y un embarazo como madre soltera”. Ahí, frente a esos desafíos, sacó su temperamento. “Me acordé de una chica que era madre soltera -detalla- y por algunos posteos de ella, me di cuenta que era algo muy conflictivo, le escribí porque yo estaba muy angustiada. Te pido si me podés compartir tu historia, no puedo pensarlo. Ella me dijo ‘estoy ahora manejando y a la noche te escribo bien’. Es muy difícil pero se puede -fue la respuesta-. Ver que la otra persona puede en una situación difícil me dio un montón de paz. Pasé por eso, es muy íntimo, lo escribí en mi libro. Si lo oculto, a mi hija le puedo generar como un drama, pero hay que desdramatizar esto. Si esta historia le sirve a una sola persona para superar su angustia está hecho. Es tan íntimo, que verlo en un libro me daba miedo”.
En 2009 corrió su primera maratón. En abril de 2011 nació su hijo “Tatu”. A los seis meses de la cesárea corrió su tercera maratón de 80 kilómetros. Aquella vez cruzó la meta con su hijo en brazos. “No estaba planificado, pero era obvio que podía suceder -dice-. Fue una experiencia increíble”.
A través de su amigo Santiago García, autor de libros de running, contactó a un editor para mostrar lo que quería hacer. “Quería contar cómo correr me había dado herramientas para vivir. El editor me dijo que el mercado estaba parado, que no me apurara y me dejé estar. Después vino la pandemia y me dijo que estaba frenado todo hasta que en mayo de 2021 me escribió para preguntarme cómo iba. Yo necesitaba hacerlo. Me senté y en dos semanas lo escribí. Casi no hubo correcciones. Soy correctora literaria. Lo que no hice nunca fue releerlo, fui escribiendo y mandando y cuando el editor me mandó las correcciones fue ver si tomaba o no esa observación. Nunca me senté a leer entero el libro. Cuando salió el libro, me estaba mudando y un sábado, me dije: lo tengo que encarar. Contaba del embarazo de mi hija, cosas muy íntimas, no sé si estaba bien contar eso. Pero lo hice. Al día siguiente recibí un comentario súper emocionante y ese domingo me senté a leer y me gustó. Fue gracioso que nunca lo había leído entero”.
“Fluyen las ideas”
1 KM + es el título que eligió para su libro, la misma frase que lleva tatuada en su cuerpo. Asegura que no hay un vínculo entre el acto de leer y el de correr. “No se relacionan, yo leía un montón y desde que soy madre me es imposible. Cuando los chicos están en el colegio, estoy entrenando. Correr es bueno, es un momento de mucha creatividad. No cuando hago trabajo de velocidad, pero salir a trotar despacio sí es creativo. He armado algunos textos o he ordenado ideas en esos momentos -remarca- y me ha servido mucho en mi trabajo. Salgo a correr y destrabo todo. Pienso todo. Trabajo con cosas creativas. En vez de sentarme a pensar, salgo a correr, el aire en la cara, oxigenar el cerebro, no tener un techo encima, fluyen las ideas de otra forma”.
En aquellos tiempos en que Sofi era otra, estaba lejos del deporte, pero muy cerca de las letras. Asistía a un taller literario del emblemático Félix “Grillo” della Paolera, amigo de Borges y de William Faulkner. De aquellos días, Sofi extraña el olor a pipa, los libros en las paredes, y su pasión por la literatura en general. “Nos orientaba. Nos hacía mirar y ejercitar y así las cosas van saliendo más fáciles y mejor. Me daban ganas de dar un taller. Me encantaba. Me divertía -detalla-, me inspiraba y sentía que al estar generando contenidos iba mejorando sin necesidad de la corrección puntual de él, igual siempre estaban los comentarios. La gente grande me encanta. Era un señor grande, y todo el grupo disfrutaba su compañía y nos quedábamos a comer y después tomando un licor”. Recuerda que Della Paolera tenía muchas anécdotas y muy divertidas. “Una vez contó que estaba con Faulkner en algún congreso y se enteró que ‘Grillo’ era argentino y quería saber sobre los cercos, que se usan en el campo para separar los animales, pero Grillo quería hablar de literatura. Ahí se dio cuenta de que Faulkner escribía libros solo para vivir en el campo y estar tomando”.
Mientras usted lee este texto es posible que Sofi Cantilo esté corriendo, pensando en su segundo libro. En la última semana de junio me dijo que está entre dos opciones: un texto orientado al coaching, enfocado en los miedos, o un libro de cuentos para niños. El tiempo dirá qué sale primero. Si hubiera una sola opción, qué harías: ¿correr o escribir?... “Me matás, pero correr porque en mi cabeza puedo crear la historia que sea. Lo bueno es que en la vida no tenemos que elegir entre una y otra. A veces es cuestión de encontrarle la vuelta y listo. A veces es una maravillosa excusa decir no puedo hacer dos cosas. Es una manera de decir no quiero esforzarme, o no me animo -advierte-. Frente a los desafíos le doy mucha pelota a los miedos. El miedo es el indicador de caminos. Si algo no te da miedo, no es un desafío ni te va a brindar nada. No te sacará de tu zona de confort”.
© LA GACETA
1 KM +
Por Sofi Cantilo
Cuando me paro en el arco de largada de una carrera y veo que tengo 331 kilómetros por delante; el número me resulta imposible. Entonces pienso en las experiencias y en las aventuras que me deparará el camino. En algún momento empieza a doler; te cansás; el recorrido se torna complejo y la cabeza patea para el otro lado. Y empieza el gran tema: me quedan 250 kilómetros; me quedan 200 kilómetros. ¿Cómo voy a correr 200 kilómetros más si ahora estoy hecha bolsa? ¡No puedo correr 200 kilómetros más! Pero un kilómetro más; sí; puedo. Uno siempre puede correr UN kilómetro más. Y así; de a UN kilómetro por vez; nos damos cuenta de que cubrimos esos 200 kilómetros que hace un rato se nos hacían imposibles. La vida es igual. ¿Cuántas veces nos encontramos con algo que nos resulta imposible?