Las 19 aulas de la Escuela Agrotécnica Juan Mantovani de Santa Ana tienen calefacción eléctrica e incluso más de la mitad, aire acondicionado. Lo que debería ser un hecho común en todos los establecimientos educativos públicos del sur tucumano se constituye, sin embargo, en una novedad digna de destacar.
Es que la Juan Mantovani es una de las pocas -quizás la única- a la que se conoce que dispone de aulas confortables para el dictado de clase.
Los alumnos, alrededor de 500, no padecen los agobios propios de los climas estacionales extremos. Los aparatos electrodomésticos (caloventores, estufas y aires acondicionados) los protegen del calor y del frío. En estos días de muy bajas temperaturas, los alumnos prefieren permanecer en las aulas cálidas.
En cambio en la mayoría de las escuelas de los niveles primarios y secundarios, tanto urbanas como rurales (unas 400), a diario alumnos y docentes están a la espera de la irrupción del sol para cobijarse bajo su manto templado. El astro se transforma en una bendición. No en pocos locales las clases se dictan en los patios.
¿Cómo se logró en la Juan Mantovani conquistar el actual nivel de confort áulico? “Este hecho se hizo posible merced a un trabajo mancomunado y comprometido. Disponemos de un sector de campo con granja e invernaderos en el que los alumnos participan de la producción de hortalizas, de papa y de huevos, lo que no solo nos permite autoabastecer el comedor escolar, sino también vender y obtener recursos económicos para la adquisición de todas las innovaciones que hoy se disfrutan aquí”, explicó la docente Mónica Hael, rectora del edificio escolar.
“La clave estuvo en darle valor al trabajo que se puede realizar gracias a que disponemos de 14 hectáreas de tierra”, agregó. También, según dijo, es importante la contribución que realizan algunos productores o padres. La escuela, con la labor de sus alumnos y sus docentes, logró adquirir los aparatos. Y el personal de la comuna local y de organizaciones sociales del medio, como la Corriente Clasista y Combativa, entre otras, contribuyeron con la instalación de los equipos.
“Hubo que hacer, antes que nada, mejoras en las instalaciones eléctricas. Eso posibilitó la activación de los acondicionadores de aire y de los caloventores. Hay que tener en cuenta que este edificio tiene más de 30 años y un deterioro importante, que lo estamos abordando también con la reparación de los sanitarios”, precisó Hael. Añadió que conseguir la autofinanciación del establecimiento fue clave en estos tiempos de crisis económica. Recordó que los últimos envíos de la Nación fueron acreditados el año pasado y están sirviendo para las obras en los baños.
“Por ahora no permanecemos sujetos a lo que nos puedan enviar desde Buenos Aires”, advirtió. Los recursos propios no solo contribuyen a mejorar la infraestructura edilicia, sino también a reforzar el comedor. Este brinda a los estudiantes desayuno, almuerzo y merienda incluso.
De los vecinos
Para padres de alumnos y otros pobladores, la gestión de los directivos de la Juan Mantovani en el afán de proteger la salud de los alumnos, garantizándoles un edificio confortable y asistencia alimentaria adecuada, adquiere una enorme importancia al estar instalada en una comunidad que arrastra un elevado índice de desocupación y es muy vulnerable.
Desde el cierre del ingenio local en la década de los 60, no se crearon nuevas fuentes laborales. “Lo que hacen estos docentes debería ser imitado por algunos dirigentes políticos que están obligados a velar por la calidad de vida de niños y adolescentes que estudian en escuelas del interior en condiciones precarias”, expuso Pablo Gómez.
“En algunas colonias de este pueblo y de otros hay docentes que se ven obligados a pedir a los padres estufas en el invierno o ventiladores en el verano para colocar en las aulas y así hacer menos penoso el dictado de clase”, apuntó el vecino.
En numerosas escuelas también aparece el problema que se suscita al disponer de instalaciones eléctricas antiguas y obsoletas. Los educadores vienen denunciando que por esa razón no pueden utilizar estufas en las aulas. A esos aparatos “cuando se intenta activarlos salta la llave térmica-aseguraron- y nos quedamos sin luz”.
“Arreglar el problema eléctrico es imposible para una institución escolar al recibir a principio de año $500.000 o $700.000 para aprestamiento. Es que ese monto generalmente es absorbido por otras prioridades como la de dejar en condiciones los sanitarios”, confió a LA GACETA una directora del sur tucumano, que pidió quedar en el anonimato.
Complicaciones
Santiago Ramón Cano, titular de la Dirección de Materiales y Construcciones Escolares, aseguró en recientes declaraciones a la prensa que la repartición (que ahora depende del Ministerio de Obras Públicas) avanza en las tareas de renovar o reparar las instalaciones eléctricas de los numerosos edificios escolares con problemas.
Observó que la labor se complica por la acción de vándalos y ladrones que en la última semana arremetieron contra varios establecimientos y causaron daños diversos y con urgencia de solución.
En ese sentido precisó que son cinco los que fueron objeto de robo de motores de pozos de agua. Uno de ellos fue la escuela Amalia Prebisch de Piossek, ubicada al oeste de Concepción. Las clases presenciales, a raíz de los inconvenientes que se generaron, han permanecido suspendidas durante casi una semana.