El fuerte impacto del spiroplasma sobre el maíz en la última campaña encendió las alarmas sobre el manejo Dalbulus maidis -insecto vector de la enfermedad- en toda el área productiva del país.
La presencia de maíces voluntarios o “guachos”, fuera de la época del cultivo, es una de las condiciones que favorecen a la plaga, poque le brinda un “puente verde” para su reproducción.
Para prevenir la persistencia de poblaciones de con altos Dalbulus niveles de infectividad en la campaña 2024/25, Sebastián Sabaté, de la sección Manejode Malezas de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc) y Lucas Cazado, coordinador del proyecto Plagas y Malezas de los Consorcios Regionales de Experimentación Agropecuaria (CREA), resaltaron la importancia de controlar los maíces voluntarios, para lograr un vacío sanitario de maíz de 90 a 120 días previos a la siembra, aspecto considerado fundamental para la gestión de la plaga.
Los herbicidas con potencial para el manejo de maíces “guachos” o voluntarios, son los graminicidas Fops y Dim, el Imazaquin, el Clorimuron etil + sulfometuron (Ligate), el Diclosulam, el Imazapir/imazetapir, el Paraquat / diquat y el MSMA.
“Estos herbicidas se estudiaron en experiencias realizadas por la Eeaoc, en su mayoría en condiciones de verano, que resultan óptimas para la actividad de estos”, explica Sabaté.
Explicó que el comportamiento de cada producto puede cambiar en las diferentes zonas o en las condiciones presentes en el período invernal o primaveral, que son generalmente desfavorables para la incorporación o actividad de las moléculas. “Debido a ello se está trabajando para poner a punto las estrategias de control local, para generar esquemas óptimos de manejo en cada situación”, dijo.
Además, existen diferentes comportamientos de los herbicidas sobre plantas originadas de semillas aisladas, y aquellas que germinan en la mazorca -aspecto muy importante a tener en cuenta al momento del manejo-.
Cabe destacar que las principales herramientas de control corresponden a dos modos de acción (MOA), lo que genera preocupación en lo que respecta a resistencia a herbicidas. Ambos MOA son muy prolíficos en biotipos resistentes de malezas, por lo que un mal uso podría impactar en el corto plazo en la selección de nuevos individuos resistentes.
Toda herramienta herbicida debe utilizarse de forma adecuada siguiendo las indicaciones de marbete, evitando la aplicación repetida de un mismo MOA, omitiendo el uso de subdosis que puedan favorecer a malezas menos sensibles que el maíz y complementando los manejos con estrategias culturales.
“En todos los casos, además, deben tenerse en cuenta las características edáficas, el régimen pluviométrico y las temperaturas, para evitar que tales manejos impacten sobre la secuencia de cultivos o sobre el ambiente”, cerró Sabaté.
Cazado contó que existe consenso en que el primer manejo debe darse en la cosecha de maíz, mediante la puesta a punto de las cosechadoras para reducir al mínimo las pérdidas de semilla o mazorcas de maíz por la “cola” de máquina.
Luego deben planificarse los manejos posteriores, de acuerdo a las fechas establecidas para el vacío sanitario. “Se deberán elegir las mejores estrategias para cada condición de manejo: lotes perdidos por spiroplasma, poscosecha de maíz, barbecho intermedio, barbecho de primavera o bien dentro de los cultivos ya sembrados de invierno y verano”, dijo.
Destacó que el trabajo coordinado permitirá generar estrategias de manejo validadas a nivel regional y local. “Estas serán de gran valor para brindar a los productores información clara y precisa para el manejo de la problemática de maíz voluntario y su impacto sobre el complejo Dalbulus/spiroplasma, aspecto clave para la sustentabilidad del sistema productivo actual”, señaló Cazado.