La cantidad de formas en que puede prepararse un huevo lo convierten en uno de los ingredientes más utilizados en la cocina internacional. Hervido, frito, revuelto, a la plancha, nube, poché o escalfado, cualquiera de sus variantes tiene una buena cantidad de beneficios para el organismo.
Aunque el huevo se ganó cierta mala fama a lo largo de los años, los especialistas se encargaron de derribar poco a poco ese mito. La idea más asociada a los perjuicios de este alimento se relacionaron al incremento del colesterol. Sin embargo, el huevo tiene grasas naturales saludables que son necesarias para algunas funciones del cuerpo.
Cuáles son las grasas saludables del huevo
El “mito” que sí es cierto es el que señala que todas las grasas del huevo están en la yema. Así lo indica el Instituto de Estudios del Huevo, una organización española que fomenta la investigación y divulgación de información científica sobre este alimento.
El huevo es un ingrediente de origen animal ampliamente utilizado en la gastronomía occidental. El organismo indica que, dentro de los que tienen esta proveniencia, es de los que menos grasas saturadas contiene. Además, es el que tiene mejor relación entre ácidos grasos insaturados y los saturados.
“El huevo es rico en ácido oleico (de tipo monoinsaturado), característico del aceite de oliva”, indican los investigadores del Instituto de Estudios del Huevo. Este es un ácido graso típico de otros aceites vegetales. Es reconocido por su acción beneficiosa para los vasos sanguíneos, lo que previene enfermedades cardiovasculares y hepáticas.
Por otra parte, desde la asociación se señala que la yema es la principal fuente de fosfolípidos de la dieta y contribuye a satisfacer significativamente las demandas del cuerpo de ácido linoleico y linolénico. Estos son componentes que el cuerpo no puede sintetizar, es decir, que no puede producir por sí mismo, por lo que la única forma de conseguirlos es mediante la ingesta.