La misa de hoy: ¿por qué tienen miedo?

La misa de hoy: ¿por qué tienen miedo?

Por Presbítero Marcelo Barrionuevo.

23 Junio 2024

El mar sobre el que navega nuestra barca personal, eclesial y social, es la historia. A veces se presenta desconcertante. También hoy.

Experimentamos la vida, con la que se va fraguando la historia, amasada de múltiples experiencias, sentimientos y sensaciones; también de temores e inseguridades de diversa índole.

Recuerdo que durante la trágica pandemia que vivimos hace pocos años, un pensador apuntó que nuestras confortables inmanencias se habían derrumbado. Era cierto. Fueron tiempos recios, temerosos, que de alguna manera perviven en nosotros. Estuvimos atravesados por una sensación de cercana zozobra.

Nuestras seguridades se tambalearon. Experimentamos el desvalimiento. Sombras de dolor y angustia nos envolvieron. Muchos orábamos para poder mantener la calma y la confianza en nuestro existir cotidiano.

Actualmente soplan vientos recios de belicismos preocupantes, de violencias crueles e incontroladas; nos habita la sensación de la inseguridad en tiempos en que los estados más poderosos del mundo aumentan sus gastos armamentísticos.

Somos testigos, quizás también sufridores, de la dureza amarga que para millones de personas significa el hecho básico de sobrevivir; sentimos el abatimiento que provoca la percepción de horizontes oscuros de futuro que se ciernen sobre nosotros.

También nos es conocido, en mayor o menor grado, el desvalimiento que la enfermedad conlleva cuando subrepticiamente invade nuestra vida, y fácilmente nos sentimos habitados por diversos temores que se despiertan en nosotros.

Vientos recios de diversas desconfianzas han multiplicado los sistemas de seguridad en nuestros días, y la sensación de navegar sobre aguas procelosas, de caminar sobre arenas movedizas, de múltiples inconsistencias, nos desazona.

Los fracasos, los desamores, las soledades amargas, son también parte de esta mar de fondo que encrespa las olas sobre las que avanza dificultosamente la barquichuela de nuestra vida.

En medio de todo ello, de los temores que éstas y otras realidades nos puedan generar, ¡la palabra del Señor cobra tanta fuerza! “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”.

Una invitación clara y fuerte a seguir manteniendo viva la confianza en el Señor. Siempre. También cuando la vida se nos hace más difícil. Ciertamente la dificultad es el crisol de la fe.

- Es el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, el que actúa con el mismo poder del Padre. El que aplaca y subyuga a nuestros enemigos. El que trae a nuestras vidas esta Buena Noticia. El que nos atrae a vivir su novedad, la que consiste en vivir para Él, que murió resucitó por nosotros (cf II Cor 5, 14-17).

Por ello en Cristo ha comenzado a brillar en nuestro mundo la novedad de la luz del sentido. Se ha devaluado en estos tiempos modernos o posmodernos el interés por el sentido de nuestra existencia. El pragmatismo y la satisfacción de nuestras necesidades más básicas colman nuestros intereses y aspiraciones; y asfixian, en gran medida, nuestras búsquedas trascendentes. La novedad del Señor Jesucristo nos remite de forma constante al Misterio del Amor del Padre Dios para descubrir en Él la verdad de quiénes somos y cuál es nuestro destino: en el origen y en la meta de nuestro existir está su Amor.

Fuente: P Cesar Valero. España

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