La noticia era sorprendente y abrumadora al mismo tiempo: en un supuesto Selectikonova Valley, un robot humanoide desarrollado por TechFusion Dynamics y activado mediante la Inteligencia Artificial había hecho historia al actuar frente a un estadio repleto de público, para ofrecer un concierto en el que cantó, bailó y rapeó en un inglés con leve acento británico. Durante el show, según la información que circuló en redes sociales, entonó una serie de canciones clásicas y contemporáneas.
“Esto fue posible gracias a la integración de redes neuronales capaces de generar música y letras en tiempo real, impulsadas por chips Apple M3 Pro. Esta colaboración entre OpenAI y Apple es un testimonio de la creciente sinergia en la industria tecnológica. La capacidad del robot para rapear cautivó especialmente al público, mostrando su dominio preciso de la rima y su entrega dinámica. Entre las canciones, interactuó con la multitud, mostrando una impresionante variedad de movilidad y capacidad de respuesta gracias a los sistemas de inteligencia artificial y motor de última generación, que agregó una capa de espontaneidad y conexión que resonó profundamente en los espectadores”, se pudo leer en portales como Bogotá Ilustrada, elregional.ar y nemo.ai.
Incluso mencionaron la presencia de celebridades en el show, como Leonardo DiCaprio, Mark Zuckerberg y Jessica Chastain o de supuestos expertos domo un tal doctor Elon Makedonsky que opinaba sobre los avances logrados y su impacto en la sociedad.
“A medida que avanzamos, la influencia de este tipo de eventos puede volverse más evidente en la vida cotidiana. Desde empleados digitales hasta agentes inteligentes, la integración de la IA en varios sectores está lista para transformar el mundo de formas inimaginables. El futuro del entretenimiento ya está aquí y es digital”, se agregaba en los artículos publicados recientemente.
Todo tan impactante como falso. Nada de todo ello existió; lo más cercano a la realidad fueron las imágenes generadas por IA, pero el fondo borroso de ellas ya permitía deducir un engaño. El fondo de la cuestión, en realidad, es cuánto tiempo falta para que sea verdad, al paso acelerado en que se están desarrollando los acontecimientos. Y en ese sentido, ¿cuán avanzados están los vínculos de la tecnología con las manifestaciones artísticas y qué las diferenciará?
La emoción
Fotos realizadas con IA que resultaron premiadas, cuadros pintados si la intervención humana, canciones modificadas en tiempo real para que las voces suenen en perfecta entonación, actores y actrices generados digitalmente en cine (incluso vueltos a la vida ya fallecidos)... El universo de la intervención de la tecnología en el cotidiano de las expresiones del arte parece no tener una frontera clara, con la salvedad (hasta ahora) del vivo y directo del ballet o del teatro, donde todavía no se animaron a tanto, por lo menos que se sepa.
Sin embargo, la diferenciación profunda estará dada por la sensibilidad y la expresividad de los sentimientos en la obra artística que se realice. El robot podrá afinar mejor, combinar los colores como nadie, expresar con precisión el encuadre fotográfico, pero carecerá siempre de la humanidad que requiere la creación, de la extrema síntesis que se le exige al artista para interpretar lo que está pasando en la sociedad. La máquina -por más avanzada que sea- no llora, ríe ni sufre. Sus eventuales lágrimas serán sobrante de aceite filtrándose por una rendija, no el fruto de algo que lo conmovió por dentro y que debe dejar salir para compartir con los otros. La emoción no se reemplaza.
El portal mexicano 24 Horas alertó sobre la fake news del recital que no fue e identificó su origen en el sitio Techsol, radicado en San Francisco, Estados Unidos, pero con algunas publicaciones escritas en ruso. Al parecer, su objetivo era ganar visualizaciones y suscriptores, para lo cual recurrieron a nombres famosos de personas y de empresas como enlaces importantes.
Pero aparte del medio crítico de México, las sospechas entre quienes leyeron la información se potenciaron rápidamente. Quizás sea una buena noticia que la duda empiece a prevalecer, en un universo plagado de intervenciones de IA en crecimiento exponencial. No caer en el engaño y aprender a cuestionar, chequear y revisar es un ejercicio cada vez más deseable. Una vez más, la persona en primer lugar; las herramientas (del soporte que sean, físicas, virtuales, tecnológicas...), después. Para ello, obviamente, aún falta formación y educación.