Fabián Soberón
Director de cine, docente y escritor
Bernabé Aráoz es un héroe sin rostro. Durante su vida nadie le tomó una fotografía ni pintó un retrato. La pintura de Honorio Mossi que lo retrata fue realizada muchos años después de su muerte. No conocemos su cara. La imagen pintada por Mossi es una invención posterior.
A partir de la ausencia de una imagen fidedigna, pensé que lo mejor sería convocar a artistas para que cada uno pinte su Bernabé Aráoz. ¿Qué pensamos ante el rostro de un Bernabé mulato o negro? ¿Acaso despierta nuestros prejuicios racistas? Creo que un héroe negro provoca cierto rechazo en un sector de la sociedad. ¿Puede provocar un cambio hacia la tolerancia pensar en un héroe que no cumple con el estereotipo del blanco occidental?
Por otro lado, aparece aquí una cuestión central. ¿Qué idea tenemos de un héroe del siglo XIX? ¿Qué ocurre si ese héroe no tiene rostro? Vivimos en una sociedad atrapada en la lógica de las imágenes. Si Bernabé no tiene rostro, ¿cómo hacemos para pensarlo como héroe? También podríamos crear un héroe con rostros múltiples, es decir, que cada ciudadano pueda imaginarse cómo era.
La estudiosa Laura Malosetti Costa sostiene que no se puede construir un héroe sin retrato. En este sentido, nuestra película “Soy Bernabé Aráoz” plantea cuatro imágenes posibles. Hugo Bellagamba pintó un Bernabé oveja que lucha eternamente con el “lobo” Javier López. Si seguimos la idea del general José María Paz, se trataría de una oveja mansa, racional, incluso fría (frío lo llamó Lizondo Borda). Alejandro Contreras Moiraghi imaginó una escena en la que dialogan varios personajes en bicicleta y discuten sobre un líder popular. Leandro Herrera lo pintó mulato. Pablo Iván Ríos proyectó un Bernabé como un Stormtrooper, un guerrero de Star Wars. ¿Podríamos desear que en el futuro no haya guerras y que el lobo López lo dejara vivir?
Bernabé fue un caudillo manso, sin crueldad. ¿Cómo imaginarán las generaciones siguientes al prócer Bernabé Araoz? No dejemos la tradición a los tradicionalistas, propuso Pier Paolo Pasolini. La tradición, como tantas cosas, no es la creencia en un pasado congelado, solemne; la tradición es un asunto del futuro.