Juan Pablo Lichtmajer
Licenciado en Historia (Universidad nacional de Tucumán) - Doctorado en Gobierno por la Universidad de Essex - Autor del libro “Alberdi: la noble igualdad”, Sudamericana, 2021
Juan Bautista Alberdi ha sido el prócer más maltratado, censurado, tergiversado y silenciado de nuestra historia. Lo fue porque sus enemigos políticos ganaron la batalla por el dominio del Gobierno, la economía y la organización del país. ¿Quién fue su principal enemigo? En tres palabras: el liberalismo porteño. En tres nombres: Rosas (federalismo porteño), Sarmiento y, sobre todo, Bartolomé Mitre.
Mitre fue un enemigo acérrimo de Alberdi. Fundador del emblema político porteño del siglo XIX, el Partido de la Libertad, Mitre estuvo en el lado ganador del modelo de organización centralista, militar, de concentración de la riqueza y superioridad cultural de Buenos Aires sobre el resto del país. Dicho de otro modo, Mitre organizó el país a la medida de su ciudad, Buenos Aires. Contra esto luchó Alberdi toda su vida. El tucumano, por el contrario, defendía la Argentina del interior, propone un modelo de organización federal, popular y de distribución de la riqueza. Algunas aclaraciones. Cuando digo que Alberdi fue censurado, maltratado, tergiversado o silenciado no lo hago de modo metafórico sino literal, fue exactamente eso lo que hicieron con él los liberales porteños. Usted se preguntará, pero, cómo, ¿Alberdi no era liberal? Sí, claro; pasa que cuando hablamos de liberalismo, como de cualquier otra cosa, hay matices. Alberdi defendió un liberalismo nacional, popular, federal y distributivo; en otras palabras, un liberalismo opositor al de Mitre y al de quienes finalmente triunfaron en la pelea de poder por la organización política del país. A Alberdi le pasó lo que a muchos en nuestro país: cuando un rival político toma el poder, utiliza todos los medios para perseguir y denostar a sus opositores, sin importar cuánto haya de verdad en lo que dicen. Eso hicieron Mitre y los liberales porteños con el tucumano. Su poder fue tal que Alberdi tuvo que pasar gran parte de su vida exiliado, tuvo que escribir de incógnito, le quitaron hasta la jubilación que le correspondía por ley y utilizaron la prensa dominante para poner a la opinión pública en su contra. ¿Por qué tanta saña con Alberdi? Porque enfrentó al poder dominante.
Nos han enseñado que Alberdi fue el padre de la Constitución argentina, lo cual es absolutamente cierto. Lo que no nos dicen tanto, es que la Constitución de Alberdi fue rechazada. El mismo año en que se juro la Constitución, Buenos Aires, comandada por Mitre, se separó de Argentina. Durante casi 10 años hubo dos países, uno con capital en Paraná y otro con centro en Buenos Aires. El jefe político de la Confederación Argentina fue Urquiza, con el apoyo de todas las provincias, salvo la porteña “joya del plata”. El intelectual, funcionario, periodista, jurista y cuadro político más importante de la Argentina federal fue precisamente Juan Bautista Alberdi. Ahora, ¿por qué habían de rechazar los diputados porteños la Constitución de Alberdi? Sencillamente, porque tocaba sus intereses y su fuente de poder, no estaban dispuestos a compartir con el resto del país sus privilegios.
La organización de la Argentina que propuso Alberdi era, como dijimos, nacional, popular, federal y distribucionista en términos económicos. Estos calificativos son concretos. Nacional, porque proponía la creación de un Gobierno nacional independiente de Buenos Aires y representativo de todo el país. Popular, porque defendía los intereses de las provincias, que en ese momentos se llamaban a sí mismas “los pueblos”, producto de una larga tradición. Federal, porque para hacer posible lo anterior, creaba una capital federal y un tesoro nacional, para darle al nuevo Gobierno un territorio propio y la fuente de riqueza necesaria.
Al tomar parte del territorio de la provincia de Buenos Aires y dárselo al Gobierno nacional como capital, la Constitución enfureció a los porteños, mucho más aun cuando estableció que la riqueza que generaba el puerto (exportando lo que producía todo el país) fuese distribuida. Es decir, Alberdi ponía a la Argentina por sobre Buenos Aires, y no al revés, como finalmente terminó ocurriendo.
Distribución de la riqueza
Cuando digo que su modelo era distributivo lo hago con exactitud. Alberdi ponía el eje de la nueva Argentina en la distribución de la riqueza a partir del reparto equitativo por parte del Gobierno nacional de las rentas de aduana; esto es, de los impuestos que cobraba la aduana de Buenos Aires.
Cuando el país se unificó nuevamente luego del triunfo porteño en Pavón, a la Constitución le sacaron estos artículos y vaciaron gran parte de su contenido político. A partir de entonces, el país se organizó desde y para Buenos Aires, en todos los aspectos. Alberdi pasó a ser el enemigo público numero uno de la Argentina liberal que estaba naciendo. Comparto con el lector algunas citas del propio Alberdi. En 1837 dice en relación a la consciencia nacional:
“Es pues ya tiempo de comenzar la conquista de una conciencia nacional. Depuremos nuestro espíritu de todo color postizo, de todo traje prestado, de toda parodia, de todo servilismo. Gobernémonos, pensemos, escribamos, y procedamos en todo, no a imitación de pueblo ninguno de la tierra, sea cual fuere su rango, sino como lo exige la combinación de leyes generales del espíritu humano, con las individuales de la condición nacional”.
En 1862, ya con Mitre como presidente se refiere a la causa del federalismo:
“La causa que defendemos no ha caído ni puede caer, es la del derecho de toda una nación a reivindicar los elementos de su gobierno, detenidos por una provincia (...). No hay necesidad de buscar en otra parte las causas de la anarquía y la guerra civil que afligen constantemente a los argentinos. No vienen de la raza ni de la forma republicana de Gobierno… el mal no está en la forma, está en un vicio que enferma el fondo y la sustancia misma del Gobierno. Es la confiscación del bien de la nación por una sola localidad
Finalmente, comparto una pasaje en el que hace referencia a la distribución de la riqueza:
“La Constitución argentina ha hecho de esta parte de la política económica el objeto predilecto de sus garantías. Reconociendo que la riqueza es un medió, no un fin, la Constitución argentina propende por el espíritu de sus disposiciones económicas, no tanto a que la riqueza pública sea grande, como bien distribuida, bien nivelada y repartida; porque solo así es nacional, solo así es digna del favor ele la Constitución, que tiene por destino el bien y prosperidad de los habitantes que forman el pueblo argentino, no de una parte con exclusión de otra”.
En síntesis, la reivindicación que Alberdi merece no es solo personal, sino que forma parte de un proyecto político para una Argentina más justa, federal, equitativa y soberana. A lo largo de su historia, el liberalismo dominante en la Argentina ha silenciado a este Alberdi. Lejos de haber proscripto, estas batallas siguen en pie, contra una Argentina centralista y poco federal que posterga a sus provincias, por cambiar un país donde la riqueza se encuentra concentrada, la de defender una patria orgullosa de sí misma y de su gente en lugar de una Argentina servil frente al mundo y que pretende organizarse sobre modelos importados, digo, todas esas batallas están hoy más vigentes que nunca, tanto como lo está la batalla por quien fue, que pensó y qué país defendió verdaderamente Alberdi.
Las Bases de Alberdi son mucho más que un texto. Forman parte de un proyecto donde asentar el desarrollo argentino sobre el respeto a la Constitución, la misma que Alberdi defendió con su vida como parte del sueño de una Argentina federal, nacional, popular y equitativa. Una vez más, esta batalla tiene al actual partido de la libertad de un lado y a Alberdi del otro.