“El peronismo es cruel”. Pronunciada desde el banquillo de los acusados, la frase retumbó en la sala de audiencias del Tribunal Oral en lo Criminal N° 29, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fue lanzada por quien durante más de una docena de años fue amo y señor del peronismo en Tucumán -con tentáculos, incluso, en el justicialismo nacional-.
“El peronismo es cruel”. El ex gobernador José Alperovich introdujo esa sentencia en su declaración ante el juez Juan María Ramos Padilla, que preside el proceso mediante el cual se intenta dilucidar si el también ex senador cometió los delitos de abuso y de violencia sexual que le achaca una sobrina y ex colaboradora suya, parte de su equipo de campaña durante el proselitismo de las elecciones provinciales de 2019.
“El peronismo es cruel”. Con esta frase, Alperovich cerró una parte de su discurso, mediante el cual buscaba que su señoría entienda cómo le habían dado la espalda todos aquellos que habían estado a su lado cuando era todopoderoso: “A Miguel Acevedo yo lo hice crecer y hoy es vicegobernador. Trabajó conmigo desde que yo era ministro de Economía. Toda esa gente crecieron conmigo. Los hice yo. ¡Mirá cómo me tratan ahora! Juan Manzur entró al Gobierno como ministro porque yo lo llamé. Y después fue gobernador. A (Osvaldo) Jaldo lo puse como interventor de la Caja (Popular de Ahorros). Cuando uno es gobernador tiene poder. Después no es nadie. El peronismo es cruel”.
La crueldad peronista no la sufrió solamente Alperovich. Incluso, él mismo la propició, contra su predecesor, Julio Miranda, ya fallecido. Aún estaba caliente el recuerdo del final del mandato de este cuando Alperovich, que había sido bendecido por el propio Miranda para sucederlo, comenzó a tomar distancia de aquel. Con él, arrastró a la dirigencia, con lo cual Miranda también fue quedando en soledad.
La crueldad del peronismo la sufrió, del mismo modo, el ex gobernador José Domato. Pese a que la Justicia lo sobreseyó del delito de malversación de fondos, el segundo mandatario de Tucumán tras el retorno de la democracia murió alejado de la dirigencia. En la última entrevista que concedió a LA GACETA, el 14 de enero de 2013, dejó en claro su sentimiento: “La política me envenenó la vida (...). No agregó ningún valor que yo considere humano”. Y afirmó que con los dedos de una mano podía contar los amigos que le dejó su paso por la gestión pública.
Y en el ámbito nacional, y en la historia reciente, una víctima de esa crueldad fue el ex presidente Alberto Fernández. El pleno de la dirigencia del Partido Justicialista (PJ) en el ámbito nacional le aceptó el pedido de licencia, y ya empezó a hablar de su sucesión dentro de la fuerza. Ninguna voz le pidió que reconsidere su decisión; nadie lo reivindicó. Los congresistas nacionales del PJ cumplieron a rajatabla con aquel refrán que advierte: “a rey muerto, rey puesto”.
Más allá del partido
Pero esta crueldad no es patrimonio del peronismo. Así lo puntualizan dos politólogos consultados por LA GACETA. Uno de ellos, incluso, afirma que ni siquiera es privativa de la Argentina.
“La lógica del poder siempre es cruel. En cualquier fuerza política. En el peronismo está acentuado sencillamente porque tiene la cultura del poder más fuerte; por eso se nota más”, destacó el analista Carlos Fara.
Incluso, consideró que esa crueldad se acentúa cuando la víctima protagoniza algún hecho extrapolítico, como es el caso de la denuncia contra Alperovich. “Porque eso no es un problema de gestión; ni siquiera un episodio que tenga que ver con la conducción -algo más habitual en política-, sino con situaciones muy personales, que generan mucho repudio social. Obviamente (en esos casos) la política es más cruel todavía”, añadió.
“¡Esto es la política! Y no solamente en la Argentina; la política es así de cruel acá y en el mundo. Cuando tenés poder, los teléfonos suenan siempre; miles y miles de WhatsApp por día, todo el mundo te adula, todo el mundo te plantea que sos el mejor... Y a medida de que te vas alejando de los cargos, los teléfonos cada vez suenan menos, los WhatsApps empiezan a disminuir... hasta que de pronto desaparecés”, subrayó el politólogo Carlos Germano.
Insistió en que no se debe reducir la condición de cruel solo al PJ, sino a la política en su totalidad. “Eso pasó siempre y va a seguir pasando siempre. Los oportunistas -o, como decían cuando estaban en auge (Ringo) Bonavena o (Carlos) Monzón, los amigos del campeón-, los amigos de los funcionarios importantes siempre están hasta que los funcionarios no están más y se olvidan rápidamente. Esa es una constante de la política. La política es cruel”, cerró.