A mediados de los 70, circuló un chiste, que daba cuenta de un estado de cosas en España. Un personaje anunciaba “Francisco Franco ha muerto” y el otro replicaba “Sí, pero ¿quién se lo dice?”.
Ese poder absoluto que el caudillo ejercía sobre su país llegaba incluso hasta a dominar su propia muerte. El sometimiento a su pueblo y la persecución criminal a quienes no compartían sus ideas se prolongó por tres décadas y media, entre su triunfo militar en la Guerra Civil y su deceso en 1975.
Este último episodio se vincula con todos los anteriores en la obra teatral “A por la Tercera”, que esta noche se presentará a las 21 en el teatro Alberdi (Crisóstomo Álvarez y Jujuy), a cargo de la compañía salteña La Morisqueta. Con la dirección de Cristina Idiarte y las actuaciones de Carlos Beriro, Lucio Fernández, Pablo Mercolli, Alejandro Frattini, Pilar Broggini y Andrea Seoane, se toma el texto original del tucumano (radicado en la vecina provincia) Guillermo Omar Diéguez, en su lanzamiento como dramaturgo.
La trama se sitúa en una casa de ancianos de Madrid, donde cuatro excombatientes de las milicias de izquierda, enterados del fallecimiento de Franco, deciden encarar la reconstrucción de la fallida Tercera República. “Para ello, deberán remover historias y secretos del pasado y enfrentar con valentía las circunstancias del presente. Un entusiasmo juvenil idealista renace en ellos para dar paso a la acción con un fondo histórico y dramático que, a su vez, recrea una circunstancia universal: una primavera que estalla en el otoño de la vida y nos recuerda que las ideas no se matan y nos interpela a luchar por nuestros ideales aunque las circunstancias, a veces, parezcan imposibles de vencer, dentro de una épica esperanzadora”, anuncia la sinopsis.
“Todos los personajes son quijotescos, idealistas, parecen duros pero en realidad están endurecidos por las circunstancias. En el fondo son sensibles y solidarios; son modelos o representaciones de las diferentes ideologías y motivaciones de los combatientes de esa guerra entre hermanos. Ningún personaje es histórico, pero todos tienen alguna autorreferencia. Es ficción con un fondo histórico que, de pronto, puede desaparecer para dar lugar a un mensaje de valor universal”, dice Diéguez en diálogo con LA GACETA.
- ¿Cómo surgió este texto?
- La idea se apropió de mí. En la contratapa del libro, doy algunas pistas parafraseando a Jorge Luis Borges: “a veces en un sueño me es es dada una palabra, o varias palabras”. No puedo precisar si fueron solo sueños o investigaciones o conversaciones o lecturas o recuerdos. Quizás un poco de todo. La idea se fue formando, y era tan fuerte el mensaje que tenía, que supe que era una historia para ser contada por la fuerza de la palabra hablada, no escrita, y por ello escogí el formato de la dramaturgia.
- ¿Por qué hay que reivindicar los principios revolucionarios en este tiempo?
- La búsqueda de la justicia y el anhelo de libertad son atemporales. Los vaivenes de la historia hacen que constantemente los pueblos oscilen entre la opresión y la libertad. Actualmente, los mecanismos de opresión pueden ser más sutiles, se entregan dócilmente libertades conquistadas por miedo real o impuesto. Siempre debemos educarnos como ciudadanos para defender la libertad y los derechos. Este género de teatro, que podría considerarse “épico dialéctico”, se vale de la historia para recuperar memorias y mantener vigentes los ideales más altos de la democracia; enseña, a la vez, que no importa la edad, que es posible una primavera en el otoño de la vida. Mis personajes no se rindieron nunca y aquí están, con los pechos dispuestos para enfrentar la opresión.
- ¿El auge del partido de extrema derecha Vox en España es el fracaso de la memoria?
- No estoy seguro de ello. En parte puede serlo, pero bien podría ser lo contrario. Ese crecimiento, no solo de Vox sino de muchos movimientos de extrema derecha, también capitalizan fracasos de gestión o la corrupción de gobiernos humanistas. No debemos caer en la defensa de un gobierno a ultranza, aunque sea de la ideología que seguimos, ni darle un cheque en blanco, sino exigir desde el primer día transparencia y división de poderes. Y la memoria histórica, siempre presente.
El fascismo presente
“El fascismo parece hoy copar las calles y los discursos, se han adueñado de una cantidad de temas fascistas que resuenan, desde la xenofobia y el prejuicio racial al miedo a la debilidad y a la decadencia nacional, o la agresividad (la motosierra de Javier Milei como símbolo). Su tono intimidatorio, el dominio de las multitudes y la capacidad con la cual se utiliza las últimas tecnologías de comunicación son también reminiscentes de Franco, Benito Mussolini y Adolf Hitler”, alerta Idiarte, en torno a la actualidad del texto.
La directora llegó a la obra luego de leer unas publicaciones en las redes sociales. “Me animé a pedírselo al autor para leerlo, no nos conocíamos. Quedamos para reunirnos, café mediante, y ahí me contó la génesis de la historia y me fui de ese encuentro sabiendo que quería hacerlo. Después leí el texto y lo confirmé, porque habla de ese ideal de lucha que nunca se pierde, que puede aparecer aún cuando las fuerzas nos abandonan. Para mí era necesario y urgente hablar de resistir en tiempos adversos, que son de crueldad”, describe.
- ¿El tirano no muere sino hasta que se sepultan sus ideas con él?
- Las ideas no se matan, dice Diéguez en su texto. Lo peor de las ideas del tirano -Franco en este caso- no es su muerte, sino lo que sus adeptos intentan definir como su legado, aunque hable de muerte y de odio.
- ¿Qué implica hacer este texto en el actual presente histórico de la Argentina?
- Decía Umberto Eco sobre el fascismo: “es nuestro deber desenmascararlo y apuntar con el índice a cada una de sus formas nuevas, todos los días, en todos los rincones del mundo”. Lo es. No ya de los políticos, ni de los medios, ni de los filósofos, ni de los rostros populares: es de todos. En cualquier caso fascista, oligarca, tirano o totalitario, estas actitudes son amenazas contra el estado democrático y de derecho. Hoy la violencia ha tomado el cotidiano: el hambre, la pobreza, el desempleo, el ninguneo, la batalla cultural… y podría seguir, pero esto parece no decir nada. Creo que mi deber como trabajadora de la cultura, como artista, no es solo apuntarlo con el dedo sino reaccionar de una manera más contundente, hacer visible lo invisible. Y mi lugar, es el teatro.
- ¿Volver a levantar ciertas banderas es más que simbólico en este momento?
- Hacer “A por la Tercera” es un señalamiento, un decir que se transforma en acción de resistencia y se vuelve contundente en el convivio teatral, se vuelve apremiante y necesario entender de que esa historia que vemos es un “no lugar” y carece de fronteras, se repite en cada lugar y el abismo en el que nos coloca es inminente. Hablar sobre las consecuencias del fascismo en la España de Franco es hablar de lo que nos sucede como país, donde nos lleva es justamente a ese lugar al borde de un precipicio.
- ¿Cuál es tu balance sobre la situación del arte en el país?
.- Es una situación devastadora. Cruel. Injusta. Los relatos de odio nos colocan en un lugar muy pobre, en tiempos donde nos quieren robar la fe; no es de sorprenderse que se ataquen los espacios donde la fomentamos. El DNU y la Ley Ómnibus son una ofensiva descarada contra los sectores culturales, pero lo peor es lo que pretende instalarse como discurso contra la cultura, eso si es muy peligroso, muy injusto. ¿Cómo será hacer cultura en un país que no sostenga a sus hacedores? ¿Cómo será este mundo sin cultura? ¿Cómo seguir trabajando con fe en la orilla del abismo? Son interrogantes que me hago todo el tiempo. No sé la respuesta.
Debut como dramaturgo
Guillermo Omar Dieguez nació en San Miguel de Tucumán, pero desarrolla su actividad profesional, empresaria y académica en Salta. Recibido como Contador Público Nacional en la Universidad Nacional de Tucumán, tiene posgrados nacionales e internacionales y enseña en diferentes universidades argentinas y extranjeras. Está cursando el Doctorado en Proyectos de la Universidad Internacional Iberoamericana. De la mano de Lucrecia Ramos llegó a las artes escénicas en el taller “Sin Barreras”, con un debut actoral en la XXIV Muestra de Teatro Breve de la Universidad de Salta, en 2.014 y participó del Taller de Dramaturgia de Verónica Mc Loughin (Buenos Aires). “A por la tercera” es su primer estreno.