¡Chancho va!
¡Chancho va!

Los zoónimos son una proyección nuestra sobre el mundo animal. Nos clasificamos y descalificamos utilizando conceptos que originalmente urdimos para otras bestias con fines nobles. Llamamos científicamente “pavo” a una clase natural e intentamos dar cuenta de sus características reales, sin inocencia pero tampoco considerando que es nuestro hijo adolescente. Estamos en tiempos en que los circos ya no tienen animales, en el cual los zoológicos son prohibidos como las aberraciones que son, cuando la curiosidad por los pobres bichos de lugares remotos y la voluntad de someterlos está más devaluada que nunca. Justo en este momento en el que el imaginario infantil ha abandonado el “tarzanismo” a la Johnny Weissmüller, siguen circulando estas figuras retóricas que sólo generan confusiones y ofensas hacia la vida de los animales.

Las lágrimas de cocodrilo. A ver. Sus lágrimas tienen una explicación mecánica, porque cuando se comen a su presa abren las fauces como nadie y al cerrar y abrir semejante boca el cocodrilo necesita lubricar los ojitos. No está en cuestión esto. Sin embargo: ¿ no puede ser el caso de que también estén genuinamente emocionados, y tengan auténticos sentimientos hacia la presa, una mezcla de agradecimiento, congoja y satisfacción?

La risa de las hienas. Mucho menos falsa que las de los stand up y la de los ministros de Jaldo ante una ocurrencia suya. No es que sean buenas las hienas, pero según se ha demostrado, se ríen cuando se sienten frustradas o preocupadas ante la seguridad de algún miembro de su manada. No se burlan, como se suele pensar, sino que tienen la histeria nerviosa del que quiere conjurar el miedo de perder a alguien cercano.

“Solo como un oso”: no puede ser un lamento, es una ofensa gratuita al plantígrado. Aquí hay una confusión imperdonable. Los osos son felices, duermen seis meses de un saque y sin clonagin. No están solos, son solos.

“No podés ser tan Gorila”: el adjetivo político, cualquiera sea su origen, remite a un animal noble y con capacidad craneana muy avanzada, a uno que por tanto jamás votaría a De la Rua. Tampoco parece ser a primera vista el caso de que se llevaría particularmente mal con parte del sindicalismo que se considera justicialista.

“Me trataste como a un perro” es un insulto de los más estúpidos. Es al menos una generalización deshonesta ya que hay muchos perros que fueron y serán tratados muchísimo mejor que usted.

“No te escondas, avestruz”. Esto es una muestra más de nuestra ignorancia. Efectivamente, el pajarraco mete la cabeza en la tierra. ¿Qué nos hace pensar que se está escondiendo? O sea, el plumífero más grande de la faz de la tierra, ¿Alguien cree que se piensa a salvo, que se cree un maestro del escapismo por meter la cabeza en un hoyo mientras el cuerpo grande como el indio de la ruta a Tafí queda afuera?.

“Sos un gallina”. Es increíble que sigamos diciendo esto. No debe haber animal más estoico que la gallina que acepta su destino en dirección al sufrimiento sistemático al que le sometemos y extraemos hasta los huevos.

“Tiene la audacia de un león”. La valentía del rey de la selva es efectivamente muy parecida a la de los monarcas humanos, que entre otros actos heroicos mataron a hijos y hermanos para prevalecer en el trono. Los testimonios de los etólogos no difieren en esto de los historiadores de la realeza. Es importante destacar en el comportamiento de los leones que cuando un macho dominante es viejo o se encuentra lesionado, puede ser reemplazado por un nuevo macho mucho más joven y fuerte. Debido a la competencia reproductiva, estos machos suelen cometer infanticidio, eliminando a las crías del macho anterior y estimulando el celo en las hembras.

“Sos un burro” es usado desde hace años como sinónimo de persona estúpida y terca. Pero si burro significa eso, el burro no es nada burro. El cerebro del burro es comparativamente más grande que el del caballo, y el burro es un animal más inteligente que el caballo... no es un animal “terco”, sino que no va a actuar jamás contra sus propios intereses: es inútil obligar a un burro a realizar una acción que pueda suponer un riesgo para él, puesto que tiene un elevado sentido de la autoconservación. Ante una situación determinada, el burro va a estudiar la situación y tomará la mejor decisión basándose en esta evaluación.”. ¡Ya quisiéramos ser más burros!

“¡No sea tan chancho!” Pero ¡Ojalá! Son limpios: los cerdos son animales limpios siempre y cuando se les faciliten las condiciones. O sea que el chancho es el dueño del chancho. Cuando se cubren de barro es para refrescarse o para protegerse de las moscas y los parásitos. Otra que repelente. No son comilones: por naturaleza, los cerdos son animales poco comilones. Ha sido la intervención del ser humano que, para conseguir un crecimiento más rápido en su producción, ha ido seleccionando los más glotones a lo largo del tiempo. ¿Quién no tiene una abuela que le ha hecho feed lot?

Eso sí: no hay cerdos filósofos ni poetas. Es que no pueden mirar al cielo dada la anatomía de su cuello. No pueden tumbarse, quedan de costado. No pueden peinar las orejas para atrás y echarse a ver las estrellas, ni conmoverse de su pequeñez ante el universo. No puede haber un chancho “Pascal”, uno que como el filósofo y matemático francés diga” el silencio eterno de los espacios infinitos me espanta”. Tampoco escribir cuentos que comienzan con “nadie lo vio desembarcar en la unánime noche”. Los hombres sí podemos elevar nuestra vista y nuestros pensamientos al cosmos y estremecernos de lo pequeños e inmensos que somos, pero nos pasamos la mayoría del tiempo mirando mal a los chanchos y a otros animales.

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