En un puñado de días Javier Milei cumplirá su primer semestre al frente del Poder Ejecutivo Nacional. Había llegado tras ganar el balotaje con el 55,65%. Desde antes de arrancar su proselitismo se mostraba empoderado. Sus declaraciones sonaban a arengas y a desafíos. “Soy el león”, gritaba cuando cantaba Panic show, de La Renga. Y gustaba decir que la “casta” le temía, porque eliminaría sus privilegios. Pero este lapso no le resultó sencillo. Su relación con el Congreso es mala. Dentro de Casa Rosada y de su partido hay internas. Y aunque bajó la inflación, otros índices económicos siguen por el sótano. Cinco politólogos analizan estos seis meses de gestión mielísta.
Menos aval que sus predecesores
Por Gustavo Córdoba - Consultor político.
En líneas generales y en términos comparativos, estos primeros seis meses del Gobierno encuentran al presidente, Javier Milei, en una posición de aprobación bastante inferior a la de sus predecesores. En su sexto mes de mandato, Alberto Fernández tenía una aprobación de casi el 80%, y Mauricio Macri, cercana al 70%. Milei hoy está en un 46%; es decir, unos 25 o 30 puntos por debajo.
Respecto de la economía, quizás él tenga una visión positiva de la “macro”, pero indudablemente la evaluación que hace la sociedad tiene que ver con el impacto de lo microeconómico. Y aquí empiezan los problemas, porque pese a que tiene un 46% de aprobación, el núcleo duro, inexpugnable, 100% ortodoxo y mileísta es de alrededor de un 30%. Apenas un 30% banca y respalda la totalidad de las medidas económicas tomadas a la fecha. Y entonces el tema es cómo genera consenso en aquellos que hoy no respaldan su política económica. Habrá que ver cómo habla a la sociedad.
Como puntos bajos, la relación con el Congreso no muestra mejora, más allá de algunos intentos por sacar la “Ley Bases”. Ahí, el propio Milei resulta un obstáculo, quien dificulta los acuerdos. Habrá que ver si al ponerlo a Guillermo Francos como un nuevo jefe de Gabinete -de perfil más político- cobra otra dimensión la articulación con el Congreso.
Por otro lado, con el sindicalismo puede haber una opción un tanto más dialoguista. Y respecto de las relaciones exteriores, en nuestra última encuesta evaluamos los países con los cuales Argentina debería tener sí o sí relaciones diplomáticas y comerciales de primer nivel; y entre los primeros cinco había tres países con los cuales Milei se dedicó a pelearse: España, Brasil y China.
Estamos observando que el Gobierno está yendo para un lado y la opinión pública vería con muy buenos ojos que deje el ideologismo de lado y tenga una actitud mucho más pragmática.
Respecto del Gabinete y puertas adentro, el Gobierno tiene un tremendo desafío: lograr un funcionamiento acorde a las expectativas, cosa que todavía está pendiente.
El único éxito hasta hoy es la supervivencia del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 70/23. Todos los demás proyectos políticos que encaró el Gobierno no los pudo lograr: ni la “Ley Ómnibus”, ni la “Ley Bases”, ni el proyecto del “Pacto de Mayo”. Habrá que ver cómo maniobra hacia adelante; en mi opinión, el principal enemigo, el principal opositor y adversario es el tiempo. Porque cada tiempo que pasa y el país no crece se transforma en un problema adicional.
Sin respaldo institucional
Por Luis Karamaneff - Politólogo (Conicet - Universidad de San Martín).
Javier Milei había generado una expectativa importante, por el deseo de mucha gente de quebrar con la inercia política, social y económica que dañó el país. Era un outsider, que llegó con la promesa de una transformación radical. Así construyó el 56%, fundado en parte en tal promesa y en parte en el rechazo al peronismo.
La promesa de dolarizar, la “motosierra”, los principios del libertarianismo no estaban tan claros para el ciudadano como el de reducir la inflación. Y a eso se dedicó, a la “desinflación”. Se obsesionó tanto con esto que dejó de contemplar otras cuestiones, como el efecto profundamente recesivo de esa política inflacionaria. Hoy, entre las principales preocupaciones no figura la inflación, sino el desempleo. Y esto no solo lo marcan las encuestas; se lo empiezan a señalar los economistas que él admira. Pareciera ser que esa política antiinflacionaria en algún punto podría no ser sostenible en el tiempo; y tampoco su ajuste.
Y atado a eso está su principal problema político hoy: que esa política no tiene respaldo institucional. No pudo sancionar ninguna ley en seis meses. Eso explica el ascenso de Guillermo Francos: la necesidad de dar sustentabilidad a ese proceso de reforma.
Y ahí empieza a encontrar límites. El Congreso, los gobernadores, los sindicatos, los empresarios, las universidades, y lo que él llamaba la “casta”, que muchos gustan de odiar, pero a la cual todos acuden cuando sus intereses sectoriales se ven afectados.
En el ámbito internacional, por ahora se está viendo cómo utiliza ese contexto para la construcción de intereses personales. Interesa en la construcción de Milei como referente ideológico de la extrema derecha libertaria; es lo que está buscando, y allí se posicionó de manera consistente en este último tiempo. Pero en el plano de los intereses nacionales, aún no trajo réditos a la Argentina, sino más bien lo contrario: conflictos con Brasil, con China, con Colombia, con España.
La relación con la vicepresidenta, Victoria Villarruel, está operando en un plano más amplio, que pasa siempre en Argentina: el trauma de 2001. Siempre vuelan los fantasmas de que el Presidente no termine su mandato. En esto se sustenta la interna con Villarreal, que parece tomar nuevos impulsos.
Y otra cara de esa misma moneda, la necesidad constante de hacer demostraciones de fuerza, de la tentación antirepublicana; es decir, de avanzar, por ejemplo, como lo hizo en su momento con el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 70/23. Es una amenaza, pero carece de fuerza, porque cuando enfrentó límites reales no pudo avanzar. Y esto se manifestó en dos momentos en estos seis meses: la marcha universitaria y el frustrado “Pacto de Mayo”. La política le está marcando los límites.
Finalmente, por primera vez encuestas empiezan a marcar que la desaprobación de su gestión es mayor que la aprobación. Es apenas, pero empieza a suceder. Y hasta ahora la opinión pública era su principal activo. Por eso el apuro y la necesidad de sacar la “Ley Bases” y de pactar con la “casta”.
Dificultades en la gestión política
Carlos Fara - Consultor político.
Javier Milei está llegando a un punto de equilibrio entre la aprobación y la desaprobación, lo cual no está mal teniendo en cuenta el tamaño del ajuste. Me parece que ha habido dos Milei. Un primer Milei lo tuvimos los tres meses más traumáticos. Y el segundo, después del 1 de marzo, más pragmático. Esto le permitió al menos tener media sanción de la “Ley Bases”, dar marcha atrás con los temas prepagas y presupuesto universitario. Es decir, en general, una cantidad de signos lo muestran más realista, teniendo en cuenta que políticamente es el Gobierno más débil desde 1983.
Obviamente es un Gobierno que tiene muchas dificultades de gestión política y de gestión del Estado. Porque la mayor parte de su equipo no tiene experiencia en eso. Ahora, Guillermo Francos es quien más experiencia política y de gestión estatal tenía, lo cual en principio debería mejorar un poco la situación. Pero pocos cuadros políticos y muchos organigramas vacíos, lo cual reciente la calidad de la gestión en general, más allá de la cuestión económica.
En la cuestión económica va teniendo un logro, pero la recesión es muy importante; y la opinión pública está mutando de preocuparse por la inflación a hacerlo más por el desempleo. En general, los procesos políticos virtuosos en estos 40 años incluyen una recuperación bastante rápida del consumo popular y eso obviamente cambió el humor. Este punto, por ahora, es una incógnita.
En este giro pragmático me parece que pasó de la confrontación sistemática a una situación más moderada. El Gobierno tiene una razonable esperanza de poder hacer que se apruebe la “Ley Bases” en el Senado, y que vuelva a Diputados, con lo cual, en principio, debería contar con algún tipo de ley. Si bien se habrá tardado mucho y se habrán cometidos muchos errores en el camino, también habrá habido un aprendizaje que le permitiría tener una primera ley. Aun así, la relación con el Congreso creo que va a ser complicada todo el tiempo.
La política exterior es de los manejos menos profesionales; no solo por las acciones del Presidente, sino también de la canciller (Diana Mondino), que no está a la altura de las circunstancias. Sumó una cantidad de conflictos absolutamente innecesarios. Pero también va tomando nota de que la relación con China es muy importante, que el Fondo Monetario Internacional lo alienta, pero es bastante crítico de algunas cuestiones.
Y respecto de la relación con la vicepresidenta, Victoria Villarruel, es pacificada, está más consolidada de lo que estaba cuando se cayó la “Ley Ómnibus”.
Y por último, al principio había una suerte de “halcones y palomas”; eso se moderó. Francos logró tener la autonomía necesaria como para ser el principal negociador del Gobierno en el Congreso. El ascenso a la Jefatura de Gabinete está mostrando que esa discusión de “halcones y palomas” está corrida, y que hay criterios políticos que se están asimilando.
La universidad lo hizo recular
Emilia Hassán - Politóloga.
La política exterior de Milei está atravesada por una alta dosis de dogmatismo que poco tiene que ver con el interés nacional de un Estado. Sus giras internacionales estuvieron motivadas, en su mayoría, por cuestiones ideológicas o de agenda personal: el encuentro con Donald Trump o la participación en la convención de partidos políticos de ultraderecha en España. Además en esas giras se exhibe a sí mismo como el gran exponente de la libertad; y como una especie de profeta, le habla al mundo advirtiéndole sobre la supuesta decadencia argentina.
Milei mira con cierta nostalgia al pasado y afirma que la Argentina lleva 100 años de decadencia. Sin embargo, tal vez se olvida o no registra, que Menem -a quien admira- gobernó en los 90. Es importante destacar que esta reivindicación del pasado no es novedosa, y está presente en muchos movimientos de la ultraderecha a nivel internacional: el lema de campaña de Trump en 2016 era Make America Great Again (hagamos grande de nuevo a Estados Unidos).
Milei quiere comunicar a su electorado que él no es un político y reniega de la política. Aparentemente eso tiene que ver con el apoyo a Guillermo Francos y su designación como jefe de Gabinete. Recordemos que hasta el lunes 27 de mayo, Francos era Ministro del Interior y era quien se encargaba, entre otras cosas, del tratamiento de la “Ley Bases” en el Congreso. En varias entrevistas, a Milei se le preguntaba por la ley en el Senado y él respondía que Francos se estaba ocupando. Tal vez reposa en Francos la política, palabra deleznable para el Presidente. La duda es ¿hasta qué punto Milei está dispuesto a mantener ese relato?
El PRO se encuentra en un dilema de ser una oposición dialoguista o formar parte del Gobierno, como lo hizo Patricia Bullrich al aceptar el Ministerio de Seguridad. Acaso la intención de los libertarios sea absorber el electorado del PRO al acentuar su antiperonismo/ antikirchnerismo y contender abiertamente contra Cristina Fernández y Axel Kicilloff.
Respecto del peronismo, pareciera que se encuentra en una encrucijada. Por un lado y principalmente, el desafío para algunos está en cómo construir un modelo económico alternativo que le permita competir con el de Milei. Por otro lado, cuál es el liderazgo a seguir. ¿Será que la respuesta que conjugue estas dos opciones se resuma a que el líder sea el proyecto?
La marcha universitaria fue un punto de inflexión en estos seis meses de Gobierno. Una marcha transversal a todos los partidos políticos, que copó las calles a nivel nacional. Según una encuentra difundida por Zuban Córdoba, la institución que más confianza genera en Argentina es la universidad pública. Tal fue la contundencia de la marcha que el Gobierno debió recular y buscar otro contrincante.
Por otro lado, la situación económica y social es dramática. Estamos en recesión; muchas personas están perdiendo sus trabajos y otros tienen la angustia de perderlo.
De intransigente a pragmático
Lucas Romero - Politólogo - Director de Synopsis Consultores.
Si uno hubiese debido hacer una sinopsis de esta película llamada Milei presidente a inicio del ciclo podría haber dicho: la historia de un presidente que debe corregir los desequilibrios de la economía y no morir políticamente en el intento. Eso sintetiza el desafío político de ordenar, corregir, arreglar la economía, que era -y sigue siendo- la principal demanda ciudadana. Inició este proceso anunciándole a la gente que en una primera etapa iba a ofrecer una descomposición de las condiciones económicas; dijo que habría más inflación, que eso afectaría el nivel de actividad, el poder adquisitivo, el salario real, el empleo, que habría más pobreza y más indigencia. Estamos atravesando ese período y Milei logró resultados parciales en materia económica. Y lo logró sin perder los apoyos que lo transformaron en presidente. Pero también es cierto que acaso la paciencia social no sea infinita; tendrá que empezar a mostrar que el proceso económico está transitando un sendero de recuperación.
Al principio de estos seis meses, a Milei se lo vio dogmático e intransigente; y al final se lo está viendo flexible y pragmático. Queda por saber si es por convicción o por necesidad. Pero en todo caso las dificultades que le plantea su debilidad legislativa lo obligaron a negociar. La relación con el Congreso atravesó vicisitudes; pero en buena medida el Gobierno encontró menos resistencia política allí de la que uno imaginaba, teniendo en cuenta que la oposición tiene el número no solo para no apoyar decisiones del Gobierno, sino para bloqueárselas. Sin embargo el DNU 70/23 sigue vigente; Diputados no se animó a rechazarlo.
La relación de Milei con los representantes del universo de los trabajadores no fue la mejor; pero era lo que uno estimaba. Sobre todo porque el sindicalismo -incluso los representantes de los trabajadores informales, que son las organizaciones sociales- fueron protagonistas del proceso político anterior y formaron parte del Gobierno de Unión por la Patria. Naturalmente iban a tener una postura mucho más confrontativa; es lo que impidió avanzar en alguna reforma laboral profunda.
En cuanto a la cuestión internacional, hay que discriminar entre la política exterior del Gobierno y la política de promoción del liderazgo global de Milei. Da la sensación de que Milei dedicó más tiempo y esfuerzo a lo segundo. Decidió salir al mundo a confrontar con algunos países y a abrazarse con otros, queriendo transformarse en un referente global de sus ideas. No tuvimos de él una activa participación en la implementación de una política exterior que apunte a la defensa de los intereses nacionales. Solo uno de sus siete viajes tuvo características diplomáticas; el resto fue para atender reconocimientos a su figura y, eventualmente, algún contacto con empresarios para atraer inversiones. Su política exterior se reduce a tres ejes: alineamiento incondicional a EEUU-Israel; una discusión Occidente-Oriente bastante desconectada de la realidad histórica presente, y su recurrente confrontación contra la Agenda 2030, de la ONU, a la que llama “comunista”.