Vélez y Atlético Tucumán, en momentos muy diferentes

Vélez y Atlético Tucumán, en momentos muy diferentes

El "decano" vuelve a jugar en Liniers en un contexto tenso; en el "fortín", la situación es diametralmente opuesta.

Vélez y Atlético Tucumán, en momentos muy diferentes MATÍAS NÁPOLI ESCALERO / ESPECIAL PARA LA GACETA
01 Junio 2024

Una gigantografía da cuenta, sobre la Autopista Perito Moreno, del “clima de época” que impera por estos tiempos en la porteña zona de Villa Luro/Liniers: en 2024 se celebra el aniversario número 30 de las principales gestas de Vélez Sarsfield, “el más grande club barrial del mundo”, según lo denominan sus hinchas.

De la mano de Carlos Bianchi como entrenador y de un ramillete de jugadores notables con José Luis Chilavert como abanderado, “El Fortín” impactó por duplicado en 1994, inscribiendo el nombre de la institución dentro del selecto olimpo de los campeones de América y del Mundo.

Primero escribió historia al vencer al San Pablo por penales en el Morumbí; después lo hizo al derrotar 2-0 al poderoso Milan en Tokio. Semejantes logros, sumados a sus restantes títulos (en total, 16 estrellas), pusieron sobre el tapete el debate sobre la pertinencia o no de considerar a Vélez como el sexto grande del fútbol argentino, por sobre los antiguos méritos de Huracán.

El club de la “V Azulada”, el segundo de más larga permanencia ininterrumpida en primera división –desde 1944, sólo superado por Boca Juniors-, vive momentos felices, alejado en la actualidad el fantasma del descenso que lo traumatizó el año pasado y tras estar a un paso –a un par de penales, en realidad- de ser campeón de la última Copa de la Liga, de la que finalmente se apoderó Estudiantes de la Plata.

Este Vélez, conducido ahora por Gustavo Quinteros, otra vez se vuelve a interponer en el camino del “Decano”, y en circunstancias previas no tan disímiles a las de 2023, cuando se vieron las caras en Buenos Aires un lunes de octubre.

Aquella vez, por la octava fecha de la Liga, el Atlético de la dupla también llegó al José Amalfitani precedido de un empate como local, contra Central Córdoba (0-0).

Hasta esa fecha 8 de la Copa de la Liga, el conjunto tucumano lo había hecho más que bien, apenas había encajado una agónica derrota en Núñez ante el River de Martín Demichelis que venía de ser campeón de Liga.

Sin embargo, para sorpresa de propios y extraños, el equipo de Sebastián Méndez se lo llevó puesto al “Deca” y antes de los 20 minutos de juego ya goleaba 3-0, tras un festín de errores defensivos. La visita descontó en el complemento a través de Mateo Coronel y maquilló una actuación de todas formas muy decepcionante.

Tanto que Sergio Gómez y Favio Orsi no disimularon su enojo y en conferencia de prensa calificaron de “horrible” la actuación de su equipo, que en diez minutos recibió la misma cantidad de goles que en los siete partidos anteriores. Fue un desempeño extraño, en el contexto de un clima también poco común.

Por entonces era un secreto a voces que existía un cortocircuito entre jugadores, barra brava y dirigentes. De hecho, unos días antes de la derrota con Vélez el vehículo de Guillermo Acosta había sido vandalizado. Y también se hablaba de ciertas divergencias en torno a los premios a recibir por el plantel en caso de que se lograra la clasificación a la Copa Sudamericana, lo cual a la postre no sucedió.

Curiosamente, casi ocho meses después, Atlético volvió a desembarcar en Liniers con mar de fondo. Ahora conducido por Facundo Sava, el “Deca” voló a la capital argentina cargando con una racha de tres partidos sin victorias (incluida la eliminación en Copa Argentina) y sufriendo algunas turbulencias, como el incidente –abortado- con barras en la antesala del vestuario, el lunes tras la igualdad con Platense. Y las incertidumbres relacionadas al regreso o no regreso a la institución de Miguel Abbondándolo, de cara a un mercado de pases que será largo y complejo.

Por supuesto, entre aquella y esta visita al Amalfitani mucha agua corrió bajo el puente. Para el anfitrión, porque se respiran nuevos aires tras haberse salvado del descenso in extremis la temporada pasada. Y existe un presidente (Fabián Berlanga) que todavía no cumplió seis meses al frente de la institución.

Para Atlético, porque la muy mala campaña en la última Copa de la Liga lo obliga a optimizar su cosecha de puntos en esta Liga, ni hablar si pretende llegar a diciembre con chances de recorrer Sudamérica en 2025.

Entre aquel partido y este, hubo otro, que también dio y todavía da que hablar. El empate a cero entre el “Decano” y el “Fortín” el 2 de marzo casi no dejó tela para cortar por lo sucedido en el Jose Fierro, sino después.

Testimonio de ello es el expediente en el que se investiga el abuso sexual que sufrió una joven y por el que están procesados cuatro futbolistas de Vélez. Tres de ellos cumplen detención domiciliaria en un country en el Gran San Miguel de Tucumán, incluido el paraguayo José Florentín Bobadilla, autor de uno de los goles en el partido de octubre.

Por hache o por be es mucho lo que une a Vélez y a Atlético por estos tiempos. 

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