Por Fabián Soberón
Para LA GACETA - TUCUMÁN
Kafka persigue a Felice. F lo acepta y luego lo desprecia. Entre diferentes rodeos, que parecen ser propios de los histéricos, F oscila frente a K.
K la adora y persiste en la búsqueda. F mueve a K como el motor inmóvil al mundo. K está sediento y no le importa. Insiste en el desierto. F viaja en tren desde Praga hasta Breslau. K también viaja en tren desde Praga hasta Breslau. Llega al hotel en que se hospeda F y no la encuentra. K pide una habitación y espera el regreso de F. En el cuarto 24 del hotel, K escribe, en la agonía de la espera, “Una confusión cotidiana”. La noche lo atrapa y ella no regresa.
Sorpresivamente alguien golpea la puerta del cuarto de K. Es el ujier. El conserje le cuenta que F lo está buscando. K se confunde. El conserje se va y lo saluda, pero K no le contesta. Duda mientras piensa y decide irse del hotel, olvidar a F, dedicarse completamente a la literatura. Se levanta de la silla y sale raudamente. Al llegar a la escalera, observa que en los primeros escalones viene subiendo F. Ella levanta la cabeza y observa a K. F se apresura, se tropieza y cae bruscamente. K, indiferente, salta sobre el cuerpo de F y la deja tirada en la escalera. Ella llora y nunca sabrá que hubo un malentendido. Felizmente K no se arrepiente, olvida a F y elige la literatura.
Ficción profética: hiperstición
Kafka inventó una hiperstición (Mark Fisher dixit): una ficción profética, la ficción que se convierte en realidad. La huella de Kafka podría ser pensada como infinita. Si la reduzco a un número finito extendería su influjo a hechos, libros, cine y situaciones tan disímiles que solo se reúnen si hacemos la operación que propone Borges en “Kafka y sus precursores” pero a la inversa, como una proyección: son kafkianos los campos de concentración, los gulags, la novela 1984, la figura del gran hermano en sentido literal y metafórico, el voyerismo publicitario y televisivo, el infierno capitalista que provee un circulo de goce y alienación, Blade runner, los universos distópicos de Philip Dick.
Sin proponérselo, Kafka se anticipó. Entre otros dislates, se aventuró con una idea que prefigura la máquina que destruye el cuerpo simbólico de una persona y, con esto, que elimina la creatividad humana. En cierta medida, pensó un uso posible de la inteligencia artificial. El cuento “En la colonia penitenciaria” puede ser leído como el enfrentamiento del hombre con la máquina, el individuo siniestro que manipula un artefacto que destruye la dignidad de otro hombre de la forma más lenta, silenciosa y evidente. En cierta medida, los dos hombres son uno solo. Lo kafkiano consiste en que lo terrible es narrado como anodino y elemental. Y la operación siniestra de la ficción se convierte en realidad entre los milagros tecnológicos del siglo XXI.
Lo que no supo Kafka es que la máquina se transformó en el super yo del siglo XXI, según el concepto elaborado por el filósofo Eric Sadin. Si esto es cierto, podemos pensar no en la función anticipatoria de la literatura sino en la curiosa situación de que una pieza literaria mute en una atmósfera, en un orden mayor, un orbe del tamaño de la realidad. ¿Cómo inventó Kafka el sistema de indicios que nos hacen pensar en la atmósfera kafkiana? No deja de ser curioso que un escritor que nació en el siglo XIX y que murió en la segunda década del XX creara una atmósfera del siglo XXI.
La máquina tortuosa
La IA promete un camino tortuoso y lento de repetición de lo mismo, un recorrido monótono de sufrimiento hacia el castillo de la creatividad. La máquina reproduce un esquema invariable de ida y vuelta hacia el poder para comprobar que nada puede hacerse frente a lo automático. El camino de la máquina es inevitable y nada modifica ese férreo recorrido. El hombre es atrapado en el artilugio digital después de haber creado el resorte que lo deglute. “En la colonia penitenciaria” puede leerse como una metáfora de lo que hace la máquina con el hombre que la ha creado. El individuo que se entrega a los rigores idiotas de la IA es el que queda atrapado en la máquina de Kafka.
Kafka va al cine
Entre 1904 y 1924, Kafka va a una sala de cine innumerables veces. ¿Qué películas ve? Conjeturo que entra al cine un mes antes de su muerte, el 3 de junio de 1924. Ve una película silente, sin sonido sincrónico. ¿Ve a Buster Keaton? Kafka mira al “joven Sherlock Holmes” en una sala de Praga. Fervoroso cultor de Flaubert y de sus humoradas irónicas, Kafka disfruta del sarcasmo visual del norteamericano. ¿Será que Kafka imagina una América novelesca en la oscuridad del cine?
En contra de los clichés sobre su personalidad, Kafka es un amante de los avances tecnológicos. Disfruta de los nuevos monstruos móviles (los autos), el teléfono, la radio, el cine, el ferrocarril. Entre el placer por las nuevas máquinas y la ironía siniestra de los relatos, Kafka inventa lo kafkiano. Si hoy viviera, se burlaría del uso deplorable de la inteligencia artificial y sabría, como sospechamos sus lectores, que la inteligencia no solo es el superyó del siglo XXI sino también una continuación de la máquina de la colonia penitenciaria.
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Fabián Soberón - Escritor