Nunca habrá más de cinco millones de tucumanos

Nunca habrá más de cinco millones de tucumanos

la gaceta / foto de Inés Quinteros Orio la gaceta / foto de Inés Quinteros Orio

Una de las incógnitas que hoy más desvela a la ciencia es ¿cuántos seres humanos caben en el mundo? Una pregunta que casi nadie se planteaba hace apenas 200 años -un parpadeo en parámetros cósmicos- porque era un enigma que no parecía un problema.

Con menos desvelo científico, en todo caso más periodístico, nos imaginamos, luego calculamos y después proyectamos: ¿cuánta gente entra en Tucumán? ¿Cuál sería el máximo de personas que podría habitar este territorio y qué consecuencias tendría?

Decíamos que todo cambió en un estornudo galáctico de 200 años. Es que el hombre moderno (homo sapiens), que surgió en África hace unos 200.000 años, según el Programa Orígenes Humanos del Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian, de Estados Unidos, y que es actualmente la hipótesis científica más aceptada, tardó ese lapso en pasar del primer homo sapiens a 1.000 millones de personas.

Es el número de seres humanos que habitaban este planeta en el año 1800: 1.000 millones. Tardamos 200.000 años en ser 1.000 millones.

En sólo 127 años esa cifra se duplicó, y de los 2.000 millones que éramos en 1927 pasamos en apenas 47 años a 4.000 millones, en 1974. No puedo negar que en términos personales me genera cierta turbación y nerviosismo caer en la cuenta de que cuando nací, en 1970, en el mundo había menos de la mitad de personas que hoy.

Para que la población terrícola se volviera a duplicar, hasta los 8.000 millones actuales, se tardaron 48 años, que se alcanzaron el 15 de noviembre de 2022, según Naciones Unidas. Se demoró un año más que antes en volver a duplicarse, cuando debería haber sido menos tiempo si la curva seguía igual, porque repentinamente el aumento poblacional comenzó a desacelerarse.

Un breve big bang demográfico

¿Qué ocurrió primero para que el crecimiento demográfico estallara por los aires siderales en sólo 200 años, y por qué desde el inicio de este siglo esa suba vertiginosa comenzó a disminuir?

En pocas palabras, por un lado los avances científicos prolongaron el tiempo de vida de forma descomunal. Hace dos siglos, el 40% de las personas no superaba los cinco años de edad y la expectativa de vida promedio hasta 1900 era de 29 años. En 1950 ese rango creció a 49 años y no fue sino hasta fines del Siglo XX en que se llegó a los 70 años, aunque es una media universal, ya que en África hoy es de 55 años, mientras que en América del Norte es de 77.

Por otro lado, el brutal crecimiento económico, principalmente a partir de la Revolución Industrial, generó un estado de bienestar y de acceso a bienes y servicios básicos, sobre todo en las ciudades, como nunca antes en la historia. Pese a que solemos pensar que las cifras del hambre, la pobreza y la desigualdad son escandalosas, la humanidad en promedio nunca estuvo mejor que hoy, ni que mañana ni que pasado mañana.

En 1800, el 95% de la población era pobre, indigente y pasaba hambre. Muchos vivían en condiciones de esclavitud, servidumbre extrema y explotación inhumana, injusticias y opresiones que aún existen pero en porcentajes muy inferiores.

Es muy perturbador reflexionar que cuando nació mi padre, en 1945, la esperanza de vida que él tenía era de 49 años. De hecho, falleció a los 47 años, en 1992, aunque muchos de sus contemporáneos superaron los 70 y 80 años, y varios siguen con vida, gracias a los avances médicos y a la mejor calidad de vida.

Causas de la desaceleración

El crecimiento demográfico actual es del 1% en promedio, en África es el triple, y en algunos países desarrollados es la mitad del promedio e incluso en otros la tasa es negativa, es decir que su población no sólo disminuye sino que además envejece; la mayoría son europeos o los asiáticos más desarrollados, como Japón. Los primeros tres países en mostrar tasas decrecientes de natalidad, antes de 1990, fueron Alemania, Hungría y República Checa. Hoy son más de 30 países los que pierden gente.

En 1950 el crecimiento mundial era de más del 2%, el doble que hoy.

Este es un fenómeno bastante nuevo, digamos que de este siglo, y los especialistas lo atribuyen a múltiples causas. La planificación familiar, lo que redunda en que sólo nacen los hijos buscados; el mayor uso de anticonceptivos y de abortos; el empoderamiento de la mujer en las zonas urbanas, con mayor poder de toma de decisiones, de educación y de independencia laboral; la disminución de los embarazos adolescentes (menores de 18 años), que hasta 1994 era la franja que más hijos tenía y hoy ocupa el tercer lugar, con el 13% de los nacimientos.

Otra razón es que la edad de la maternidad se ha prolongado más allá de los 30 años, y pese a los avances científicos la ventana reproductiva de la mujer sigue concentrada entre los 20 y los 30 años. Según el Ministerio de Salud de la Nación, una mujer que intente quedar embarazada a los 30 años tendrá una posibilidad del 22% de lograrlo y una de más de 42 sólo tendrá el 6% de probabilidades.

También nacen menos hijos por mujer. En Argentina, la tasa de fecundidad según el Censo 2001 era de 2,1 hijos por madre, mientras que el Censo 2022 arrojó que era de 1,4, lo que llevó a que nazcan 260.000 niños menos por año que hace dos décadas.

Otros motivos son que para el 50% de las mujeres menores de 25 años ser madre no figura entre sus objetivos de vida esenciales; que hay cada vez hay menos hogares con estructura conyugal (casi el 80% son monoparentales o monomarentales); y que el ritmo de vida actual dificulta la formación de parejas estables, y según una encuesta de la consultora Voices, el 78% de las mujeres no tiene hijos porque no encuentra pareja o por su desarrollo profesional.

Del mundo a la Plaza Independencia

Pese a que la natalidad está mermando -excepto en África- aún se suman 80 millones de personas por año, por sobre los decesos. La ciencia estima que el techo se alcanzará entre 2080 y 2100, con 11.000 millones de habitantes, y que a partir de allí comenzará a disminuir en América del Norte, América Latina, Asia, Oceanía y en el promedio mundial en general. Las excepciones son África, que alcanzará su máximo en 2200, cien años después, y allí también comenzará a bajar, y Europa, que en apenas una década iniciará su descenso continental.

Una curiosidad: en el año 2200 África tendrá 2.000 millones de habitantes más que Asia, 5.400 millones contra 3.400.

En Argentina el crecimiento demográfico es similar al promedio mundial, y en Tucumán es unos céntimos más.

La merma de nacimientos está siendo abrupta. En la década del 50 una madre tucumana tenía en promedio 5,3 hijos y en el país esa media era de 3,3. En 1960 la fecundidad era de 4,4 en la provincia y en 1990 de 3,2. Según el Censo de 2001 las tucumanas parían 2,1 hijos y la misma estadística de 2022 informó que cayó a 1,4.

Esa medición indicó que en 2022 había casi 47 millones de argentinos y 1,75 millones de tucumanos. Hoy la provincia está cerca de alcanzar los 1,8 millones de habitantes y llegaría a los dos millones entre 2031 y 2032. No falta nada, un lustro, incluso tan poco que esos dos millones de tucumanos podrían estar siendo gobernados por las mismas autoridades provinciales y municipales que ahora. En esa fecha la Argentina ya habría superado los 50 millones de habitantes, y quizás con el mismo presidente.

Si es que no ocurren acontecimientos inesperados, como catástrofes naturales, guerras, pestes mortales o migraciones masivas, Tucumán alcanzaría su techo poblacional entre 2080 y 2100, junto con Argentina y con toda América Latina. Luego comenzará la despoblación.

Llegaría a haber en la provincia unos cinco millones de tucumanos, decenas de miles de los cuales ya nacieron, y Argentina tendría unas 120 millones de personas. Con 45 habitantes por kilómetro cuadrado, cuando alcance su techo antes de comenzar a descender demográficamente, seguirá siendo un país bastante poco habitado en comparación con el mundo.

Tucumán, en cambio, llegaría a tener 230 habitantes por kilómetro cuadrado y seguiría siendo el distrito más densamente poblado del país, después de la Ciudad de Buenos Aires, que hoy ya tiene tasa de crecimiento negativa y donde el 60% de la gente tendrá más de 50 años. Una ciudad con pocos niños.

De los cinco millones de tucumanos que llegaría a haber en 50 a 70 años, de no mediar cisnes negros, cuatro millones vivirán en el Gran Tucumán, una sola metrópolis que se extenderá desde El Cadillal, al norte, hasta Lules y más allá, quizás hasta Bella Vista, al sur, y desde Ranchillos y Los Ralos, al este, hasta San Javier, al oeste, dividida administrativamente en siete departamentos, nueve municipios y más de 30 comunas.

Además del crecimiento vegetativo, probablemente continuará la migración rural hacia la ciudad y los problemas que hoy tiene la capital del norte argentino se multiplicarán por cinco: transporte público, vías de comunicación, basura y contaminación, falta de viviendas y de espacios verdes, servicios insuficientes y aumento de la violencia urbana por insatisfacción y falta de educación cívica y formal.

Este escenario será habitado por miles de personas que ya nacieron. No se limita al asfalto, a un caño de agua, a cambiar un foco o a cortar el pasto de una plaza. Los tucumanos necesitan pensar en los cuatro millones de “capitalinos” que en apenas medio siglo se movilizarán, se educarán, se alimentarán, necesitarán un techo, un empleo, generarán residuos, amontonamiento, ruido, contaminación. El organigrama administrativo actual no está pensado para ese futuro cercano, con un gobierno, nueve intendentes y 30 delegados comunales desconectados, redundantes, enfocados en tapar un bache o en pagar sueldos, muchas veces innecesarios.

Quizás sea momento de pedirle ayuda, más allá de los cargos electivos y de dudosa idoneidad, a las organizaciones civiles, a los vecinos más capacitados, al empresariado desentendido, para diseñar un plan revolucionario que nos evite una tragedia anunciada. O también podemos esperar a que después del año 2100 la población empiece a descender y los problemas se solucionen solos.

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