Juan Antonio González
Consultor de la FAO (Naciones Unidas)
Sin duda, nuestras sociedades atraviesan crisis múltiples: climática, de valores, dirigencial, de compromiso, de seguridad, socioeconómica y productiva y de esperanza. Esta situación global impacta tanto nuestra salud física como mental, y aunque todos lo percibimos, las soluciones no son claras.
El desenlace de esta crisis tiene muchas facetas, pero siempre estará influenciado por la cultura preexistente. En Tucumán aún no se han abordado soluciones de fondo para esta crisis. Los resultados de las pruebas escolares (primarias y secundarias) son insatisfactorios, y esto es un proceso, no la responsabilidad de un solo gobierno. Pocas industrias han adoptado tecnología de vanguardia que permita una producción responsable y sostenible ambientalmente (ejemplos de esto son las 12.000 a 14.000 hectáreas de cítricos abandonadas, indicando que algo estamos haciendo mal). No hemos encontrado soluciones serias para las vinazas, pero pedimos más producción de alcohol. No hemos resuelto el problema de los residuos sólidos urbanos, a pesar de que existen soluciones y fondos internacionales disponibles. Seguimos produciendo una veintena de productos en la zona del pedemonte sin agregarles mucho valor. ¿En que quedó la instalación de una planta de producción de pectinas? ¿En la crisis de agua en que vivimos y siendo un insumo necesario para la industria y la población, como vamos a gestionar este recurso?
¿Nadie ha pensado en diversificar aprovechando los gradientes de temperatura, humedad y radiación solar de los diferentes pisos altitudinales en nuestra geografía? Sin duda, hay que repensar Tucumán. Quizás suene utópico, pero si la generación del ’80 no hubiera tenido un poco de utopía y locura creativa, no tendríamos cultivos de caña de azúcar, ingenios, destilerías, universidades, profesores extranjeros para la formación de nuestros profesionales, sueños de integración a través del Norte Grande, escuelas públicas de nivel, cultura para todos, etc.
Temas como la genética y la biotecnología avanzada, la química computacional para ahorrar tiempo y esfuerzo, la inteligencia artificial para la toma de decisiones y la proyección de escenarios posibles, la robótica para tareas repetitivas y para la salud, el mercado de bonos de carbono, y la necesidad de nuevos cultivos y actividades productivas en la provincia (café, quinoa, amaranto, aprovechamiento de recursos dulceacuícolas, reforestación con fines ambientales y productivos, etc.), podrían ser los que nos faltan. También es crucial ampliar nuestra matriz energética usando residuos, recursos de aguas termales y radiación solar en el este y oeste.
Largo plazo
¿Qué estamos esperando? ¿Que venga una empresa extranjera, con exenciones gloriosas (como las que tiene actualmente la minería metalífera), lo haga y luego le compremos lo producido? Quizás no podamos hacerlo todo en un solo período de gobierno, pues se trata de políticas de estado a largo plazo, de estrategias plurianuales, pero al menos podríamos empezar por la confección de un plan de ordenamiento territorial provincial. Ya existe un antecedente en el gobierno de Ramón Ortega, aunque quedó en el olvido. Con ese plan, podríamos evidenciar los usos potenciales y diferentes del suelo en la provincia, lo cual no es poco en un plan estratégico. Quizás así dejaríamos de ocupar las tierras más productivas con countries y dejar de sembrar caña de azúcar y soja en terrenos altamente salinos. Es hora de salir de las gloriosas y benditas individualidades que poseemos y avanzar como sociedad.