La quema de caña debe seguir cayendo
Esta práctica, que otrora era entendida como parte del proceso productivo, hoy es mal vista por la sociedad, y desechada por el propio productor, sobre la base de los beneficios que conllevan la cosecha sin el uso del fuego. Una década atrás, un 48% de la superficie con caña se quemaba; el año pasado, menos de un 14%. Pero cabe insistir sobre las bondades de erradicar este método.
En Tucumán ya están trabajando 12 ingenios azucareros y, por ende, el movimiento en el campo, en rutas y en caminos es incesante de camiones y de equipos de cosecha que se mueven para enviar a los trapiches la materia prima.
La zafra está a full; y se corre el riesgo de que aparezcan las quemas.
A raíz de ello, la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc) recomienda atender aspectos importantes para evitar esta mala práctica.
Juan Fernández de Ullivarri indica que la quema de cañaverales en Tucumán, como en todas las regiones del mundo, fue una práctica utilizada durante mucho tiempo como método de limpieza de los cañaverales, para evitar la tarea de pelar la caña de forma manual. Con la llegada de las nuevas máquinas cosechadoras integrales, esta tarea, que era parte del esquema productivo de la caña de azúcar, empezó a perder importancia, porque las máquinas podían hacer todo el trabajo sin necesidad de quema. Sumado a esta tecnología, en las últimas décadas se dieron tres factores que desalentaron completamente el uso de la quema como método de limpieza:
• Una creciente conciencia ambiental de la sociedad sobre la importancia del ambiente y la lucha contra el cambio climático. En este sentido, lo que antes era visto como una práctica tradicional fue convirtiéndose en una práctica que había que erradicar y que no se podía tolerar más.
• Una importante concientización del sector productivo, a partir de estudios científicos generados en Tucumán -sobre todo, por la Eeaoc- y en muchos países con producción de caña de azúcar, que advertían sobre los enormes beneficios de no quemar la caña en pie ni los rastrojos una vez cosechada en verde. Entre los beneficios más importantes se encuentran la economía del agua, la protección del suelo y el reciclado de nutrientes que ocurren cuando se deja la cobertura de rastrojos.
• Una ley sancionada por la Legislatura en 2004, que prohibe la quema de caña de azúcar o de cualquier tipo de vegetación en la provincia. A esta ley, pionera entre los países productores de azúcar, se le sumaron posteriormente otras leyes provinciales y nacionales que iban en el mismo sentido, desalentando y multando fuertemente a productores y a ingenios por la quema de caña.
En este nuevo esquema de producción de caña de azúcar, que presta más atención a los recursos naturales, a la conservación del suelo y al cuidado del ambiente, la quema resulta muy perjudicial, tanto desde el punto de vista productivo como ambiental y, por supuesto, ante la mirada de una sociedad mucho más preocupada por la calidad del ambiente.
Las estadísticas anuales de quema de caña de azúcar que lleva adelante desde 2013 la sección Sensores Remotos y Sistemas de Información Geográfica (SIG) de la Eeaoc muestran una tendencia clara de que la quema viene disminuyendo cada año. En 2013 se quemó un 48% de los campos cultivados con caña en la provincia, mientras que el año pasado -una década después- solo un 13,9%. Esta tendencia se encuentra muy influenciada por las condiciones climáticas: en años con otoños secos y ocurrencia de heladas severas, la quema puede aumentar considerablemente. Este aumento no se produce porque sea más conveniente quemar desde el punto de vista productivo, sino porque el cañaveral, como cualquier otra vegetación, queda en estado de combustibilidad muy alto, y cualquier foco de incendio se propaga rápidamente.
Hoy está totalmente demostrado que la quema es muy perjudicial para la actividad y para la producción de caña de azúcar. Tan es así que los productores certifican sus campos con protocolos de prevención de quema denominado “localg.a.p. Caña de azúcar sin uso del fuego”. Para lograr la certificación deben cumplir una serie de requisitos que apuntan a prevenir el inicio y la propagación de incendios en los campos de caña. Esta certificación es voluntaria, no se paga un diferencial a los campos certificados ni es una exigencia. Pero en 2023 se certificaron más de 54.000 hectáreas de caña de azúcar; y la superficie certificada crece cada año. En Tucumán, la caña de azúcar es el cultivo con mayor superficie certificada en Buenas Prácticas Agrícolas.
Por otro lado, la Eeaoc, mediante su Laboratorio de Ensayos y Mediciones Industriales (LEMI) mide en las instalaciones de todos los ingenios azucareros de la provincia para asegurar que el material particulado emitido por estos se encuentre dentro de los límites establecidos por la normativa provincial. Estas mediciones son obligatorias y se realizan cada 60 días desde el inicio de la zafra.
Si bien el sector productivo, el Gobierno provincial y las instituciones de investigación vienen haciendo importantes esfuerzos para erradicar definitivamente esta práctica, aún resulta un problema ambiental importante para la provincia. En 2010 se creó la Mesa de Gestión Ambiental (MGA) que está conformada por distintos actores, como instituciones, Gobierno, productores, ingenios, ONG, etc. Tiene como objetivo buscar soluciones para erradicar la quema de cañaverales en Tucumán y se reúne periódicamente para realizar capacitaciones y definir agendas de trabajo.
Fernández de Ullivarri dice que la educación y transferencia de tecnología y de conocimientos hacia los productores y hacia la sociedad en general es la herramienta más importante para lograr la paulatina eliminación de la quema. Cada vez más gente es consiente del daño ambiental y productivo que se genera con la quema y esa es la clave para su erradicación definitiva.