30 Junio 2002
... Y la represión llegó. Esta semana la Argentina tiene dos habitantes menos porque la violencia, el gatillo fácil, el autoritarismo, la desigualdad, el hambre, el futuro y la vida no figuran ni en la agenda del Fondo Monetario Internacional ni en la del Congreso de la Nación, y menos en la de la Casa Rosada.
Clandestinidad, militarización, represión o violencia política son palabras que habían quedado sepultadas en un polvoriento Larousse de algún utópico setentista. Hoy se escuchan y se leen en mayúsculas en el vocabulario cotidiano de este siglo XXI.
A los argentinos, inexorablemente, se les bifurca el camino, y tarde o temprano tendrán que dar un volantazo y elegir un destino. Una flecha anuncia que la próxima parada es el caos. La otra indica la ruta de una nueva Argentina, con final incierto, pero prudente y racional. Aquellos que vivieron el caos y la dictadura saben que sólo quedaron desaparecidos y utopías. Los autoritarios que desvergonzadamente justificaron su violencia ni siquiera pueden salir a la calle. Las recetas escritas en inglés y enviadas por correo con remitente del FMI tampoco han dado resultado. En una misma olla económica se pusieron ingredientes como dependencia, ajustes, desidiologización, hambre, privatización y corrupción. A muchos les cayó bien el menú, y hoy miles de argentinos padecen de indigestión. Los médicos no saben qué hacer con el enfermo. Para peor se hacen juntas médicas en los Estados Unidos y la receta es homeopática: sólo los argentinos tienen la solución. Pero la Argentina no es un cuerpo dispuesto a luchar por su salud sino un moribundo sobre el cual los animales carroñeros ya han empezado a merodear por el olor a sangre.
George Bush, nada menos, no lo entiende. Da una vuelta más al torniquete buscando lo imposible. La Argentina está hoy encarnada en el poder peronista y con él deberá negociar, aunque deba taparse la nariz. El futuro puede develar otros escenarios, pero si no se reconoce esa realidad puede no haber futuro. Pero Bush hasta parece un bobo, que porfía buscando que se haga su voluntad en todo el mundo. Así se sigue buscando que Lula no exista en Brasil y sin embargo, el líder obrero crece cada día más. Los caprichos se han transformado en hipótesis de conflicto en todo el mundo, cuando lo más razonable hubiera sido que estallara una bomba atómica de trigo.
Senderos que se bifurcan
El camino del caos por ahora no encuentra líderes, pero ellos están agazapados al costado de la ruta. En cambio, el sendero de los que creen que se puede continuar este devaluado y desvalorizado proceso democrático está atestado. Lo grave es que ellos creen en sus figuras o en su capacidad conductiva, pero no tienen ni un mapa de ruta ni saben si llevan pasajeros. Sin embargo, y por las dudas, siguen manejando sin importarles el riesgo de chocar. Por eso hoy sobran candidatos y faltan soluciones.
Al que madruga, ¿Dios lo ayuda?
En Tucson, ese Jardín de la República marchita, la carrera se largó desenfrenadamente. El lunes, el emperador vestía de sport cuando entró en la casa del diputado Alberto Herrera. El quipe fue un buen aperitivo para que Julio Miranda contara que en Salta, donde estuvo con su popular amigo Carlos Cisneros, había caído bien la propuesta de trabajar por la fórmula presidencial Carlos Reutemann-Juan Carlos Romero. De todos modos, advirtió que si no había acuerdo con el FMI, el país podría volverse ingobernable. En la cena del lunes estaban un estilizado Antonio Guerrero, el judicializado Enrique Romero, Sisto Terán, Juan Carlos Ramírez, el mediático Alejandro Sangenis, el acomodaticio Roque Alvarez, Prosperó Barrionuevo, Guillermo Salazar, el legislador consorte Roberto Castro, el licenciado intendente Raúl Hadla y Fernando Juri Debo. Su primo, Fernando Juri, estaba ausente con aviso. Cuando José "Pibe" Alperovich se enteró de la reunión, intentó hacerse acreedor de una tarjeta de invitado especial. Pero el dueño de casa se encargó de actuar como "patovica". "Vos no estás en mi proyecto", le habría dicho sin más rodeos el propio Herrera a quien sueña ser el "Pulpo (h)".
Era lógica la negativa al senador. Al "Pibe" lo iban a poner en la parrilla porque a la gran mayoría de los comensales -menos a uno- no le hace mucha gracia el emblema "Alperovich gobernador 2003". Del asador no salió precisamente el cuero de este radical-independiente-peronista sino un sabroso cabrito que fue adobado con las palabras del mandatario. "El próximo gobernador va a ser un peronista", dijo. En la mesa se advirtió que "había que cuidarse de los candidatos albeadores que ya estaban de campaña". "Si hay albeadores, no puede haber dormilones", fue la consigna bendecida por los apóstoles mirandistas. Hasta la madrugada se acordó que el despertador lo manejará el gobernador turista. El decidirá quiénes serían los socios y los extrapartidarios; los lugares que podrían ocupar y cuándo será el momento adecuado para sacar a bailar a la "tía". Todos están seguros de que la base de sustentación del peronismo no se puede seguir agrietando y que la hora de las divisiones ya pasó. Por eso la cumbre Miranda-Olijela Rivas ya tiene agenda. Cuando se despidieron, Miranda dejó en claro que el "Pibe" es un hombre valioso y que no había que espantarlo. Parece que la principal cabeza de la mesa no terminó de entender bien el mensaje. A 48 horas de la reunión, la ciudad amaneció pintada con la leyenda "Guerrero gobernador 2003". El ex ministro y pieza central en el armado político dentro del justicialismo salió con los tapones de punta. Con esas pintadas dejó en claro que el futuro candidato será un peronista. Seguramente Guerrero no se sentará en el sillón de Lucas Córdoba, pero sirvió para que "Pulpo (h)" entienda que no siempre al que madruga Dios lo ayuda.
Alperovich sabe que necesita de la estructura de Miranda y, según sus sondeos, su mote de independiente cae bien. Por eso sigue caminando por el interior. Ayer no sólo les dio un abrazo a los obreros del ingenio La Corona, sino también al intendente de Aguilares, Sergio Mansilla. El ex arquero volaba para todos los costados con tal de aparecer al lado del "Pibe", porque, hasta ahora, tiene la pelota que le regaló un amigo. Alperovich no se cansa de decir que no está de campaña sino que religiosamente visita todos los lugares a los que prometió volver y que Miranda le dijo que actuara así. Por eso también ayer se dio tiempo para visitar al obispo de Concepción, José María Rossi, con quien habló más de una hora.
"Pulpo (h)" confía ciegamente en su proyecto personal y cree que el mirandismo, a la larga, tendrá que recurrir a su figura. Palabras más palabras menos, eso le habría dicho el domingo a la noche a su ex coequiper de sublema, Carlos Courel, con quien se abrazó y pasó más de dos horas compartiendo un café ese mismo día. Por las dudas abrió todos sus tentáculos.
La rebelión
El emperador lucía un prolijo traje azul. Metió la mano en el bolsillo, como el desaparecido "Minguito", y dijo: "este es el borrador del proyecto. Va a seguir molestando y hay que sacarlo del medio". Ese fue el primer capítulo de la rebelión que hoy tiene la granja de Miranda con sus acólitos de la Cámara. A esos legisladores se les pararon los pirinchos pensando que Edmundo Jiménez podría haber prestado asesoramiento en ese proyecto para sacar al fiscal anticorrupción del medio. Todos apoyaron la decisión y cargaron con el costo, que "iba a durar dos semanas y después todos se olvidarían", como se dijo en esa reunión, en la casa de Sisto Terán. Nadie se olvidó; pasó casi un mes y Miranda tambaleó tanto que tuvo que dar marcha atrás. Pero cuando reconoció su error y le prometió al arzobispo Horacio Villalba que Jerez no sería tocado, se olvidó de compartir los beneficios políticos con la Legislatura. Ese día sus propios hombres prometieron venganza.
Miranda volvió a sentarse a la cabecera de la mesa y los invitó a la Casa de Gobierno a comer. Quería la foto para mostrar unidad. Juan Carlos Mamaní hizo todo tipo de rabietas para que no se registrara la imagen. Por primera vez, ese día el emperador escuchó duros reclamos. René Concha dijo que no se sentía contenido y que había que ser enemigo del Gobierno para conseguir cosas. Apuntó al pecho del "inefable" Sangenis, quien se cansó de hacer nombramientos de radicales y hasta de republicanos en el Siprosa. Sugirió que se habían beneficiado hasta a parientes de José Ascárate. Germán Alfaro fue más allá y le recriminó en la cara al emperador que no había solidaridad y ni siquiera gestos hacia la Legislatura, que había compartido todos los costos de aprobar leyes impopulares, y que a la hora de los beneficios políticos sólo el Ejecutivo saboreaba esas mieles. Lo que nunca imaginó Miranda fue que el pollo de aquel almuerzo tendría efecto retardado. Se dio cuenta el jueves pasado, cuando intentó por todos los medios convencer a sus hombres de que no debían aprobar por ley la Operatoria FET. Sólo José Gutiérrez le atendía el celular, y sus intentos por perder, aunque sea por pocos votos (la votación salió 30 a 7), estaban todos "emponchados". El mingo se le fue por la tronera cada vez que quiso dar vuelta un voto e hicieron todo tipo de carambolas con sus argumentos. También fue infructuoso el llamado de José Cúneo Vergés a Mamaní. Hasta Julio Topa, del Movimiento Independiente, apagó su teléfono móvil. El momento más irritante para los díscolos legisladores fue cuando Concha recibió el llamado de Roque Alvarez, a quien le colgaron el teléfono por sus coqueteos como posible vicegobernador del "Pulpo (h)".
Los legisladores quieren que se baraje y se dé de nuevo para los tiempos electorales que vienen. Miranda tiene una brasa en sus manos. Si veta la ley de los bonos, el único que pagará esos costos será él. Si la promulga, el ministro "alperovichista" Joaquín Ferre pondrá el grito en el cielo y hasta podría renunciar, porque a él no le cierran los números para sostener la Operatoria FET. Lo que él no termina de reconocer es que se llegó a este brete porque todos bailaron la música que el propio Alperovich puso durante su gestión como ministro, que fue bendecida no sólo por "el pulpo" mayor, sino por todo el peronismo.
Clandestinidad, militarización, represión o violencia política son palabras que habían quedado sepultadas en un polvoriento Larousse de algún utópico setentista. Hoy se escuchan y se leen en mayúsculas en el vocabulario cotidiano de este siglo XXI.
A los argentinos, inexorablemente, se les bifurca el camino, y tarde o temprano tendrán que dar un volantazo y elegir un destino. Una flecha anuncia que la próxima parada es el caos. La otra indica la ruta de una nueva Argentina, con final incierto, pero prudente y racional. Aquellos que vivieron el caos y la dictadura saben que sólo quedaron desaparecidos y utopías. Los autoritarios que desvergonzadamente justificaron su violencia ni siquiera pueden salir a la calle. Las recetas escritas en inglés y enviadas por correo con remitente del FMI tampoco han dado resultado. En una misma olla económica se pusieron ingredientes como dependencia, ajustes, desidiologización, hambre, privatización y corrupción. A muchos les cayó bien el menú, y hoy miles de argentinos padecen de indigestión. Los médicos no saben qué hacer con el enfermo. Para peor se hacen juntas médicas en los Estados Unidos y la receta es homeopática: sólo los argentinos tienen la solución. Pero la Argentina no es un cuerpo dispuesto a luchar por su salud sino un moribundo sobre el cual los animales carroñeros ya han empezado a merodear por el olor a sangre.
George Bush, nada menos, no lo entiende. Da una vuelta más al torniquete buscando lo imposible. La Argentina está hoy encarnada en el poder peronista y con él deberá negociar, aunque deba taparse la nariz. El futuro puede develar otros escenarios, pero si no se reconoce esa realidad puede no haber futuro. Pero Bush hasta parece un bobo, que porfía buscando que se haga su voluntad en todo el mundo. Así se sigue buscando que Lula no exista en Brasil y sin embargo, el líder obrero crece cada día más. Los caprichos se han transformado en hipótesis de conflicto en todo el mundo, cuando lo más razonable hubiera sido que estallara una bomba atómica de trigo.
Senderos que se bifurcan
El camino del caos por ahora no encuentra líderes, pero ellos están agazapados al costado de la ruta. En cambio, el sendero de los que creen que se puede continuar este devaluado y desvalorizado proceso democrático está atestado. Lo grave es que ellos creen en sus figuras o en su capacidad conductiva, pero no tienen ni un mapa de ruta ni saben si llevan pasajeros. Sin embargo, y por las dudas, siguen manejando sin importarles el riesgo de chocar. Por eso hoy sobran candidatos y faltan soluciones.
Al que madruga, ¿Dios lo ayuda?
En Tucson, ese Jardín de la República marchita, la carrera se largó desenfrenadamente. El lunes, el emperador vestía de sport cuando entró en la casa del diputado Alberto Herrera. El quipe fue un buen aperitivo para que Julio Miranda contara que en Salta, donde estuvo con su popular amigo Carlos Cisneros, había caído bien la propuesta de trabajar por la fórmula presidencial Carlos Reutemann-Juan Carlos Romero. De todos modos, advirtió que si no había acuerdo con el FMI, el país podría volverse ingobernable. En la cena del lunes estaban un estilizado Antonio Guerrero, el judicializado Enrique Romero, Sisto Terán, Juan Carlos Ramírez, el mediático Alejandro Sangenis, el acomodaticio Roque Alvarez, Prosperó Barrionuevo, Guillermo Salazar, el legislador consorte Roberto Castro, el licenciado intendente Raúl Hadla y Fernando Juri Debo. Su primo, Fernando Juri, estaba ausente con aviso. Cuando José "Pibe" Alperovich se enteró de la reunión, intentó hacerse acreedor de una tarjeta de invitado especial. Pero el dueño de casa se encargó de actuar como "patovica". "Vos no estás en mi proyecto", le habría dicho sin más rodeos el propio Herrera a quien sueña ser el "Pulpo (h)".
Era lógica la negativa al senador. Al "Pibe" lo iban a poner en la parrilla porque a la gran mayoría de los comensales -menos a uno- no le hace mucha gracia el emblema "Alperovich gobernador 2003". Del asador no salió precisamente el cuero de este radical-independiente-peronista sino un sabroso cabrito que fue adobado con las palabras del mandatario. "El próximo gobernador va a ser un peronista", dijo. En la mesa se advirtió que "había que cuidarse de los candidatos albeadores que ya estaban de campaña". "Si hay albeadores, no puede haber dormilones", fue la consigna bendecida por los apóstoles mirandistas. Hasta la madrugada se acordó que el despertador lo manejará el gobernador turista. El decidirá quiénes serían los socios y los extrapartidarios; los lugares que podrían ocupar y cuándo será el momento adecuado para sacar a bailar a la "tía". Todos están seguros de que la base de sustentación del peronismo no se puede seguir agrietando y que la hora de las divisiones ya pasó. Por eso la cumbre Miranda-Olijela Rivas ya tiene agenda. Cuando se despidieron, Miranda dejó en claro que el "Pibe" es un hombre valioso y que no había que espantarlo. Parece que la principal cabeza de la mesa no terminó de entender bien el mensaje. A 48 horas de la reunión, la ciudad amaneció pintada con la leyenda "Guerrero gobernador 2003". El ex ministro y pieza central en el armado político dentro del justicialismo salió con los tapones de punta. Con esas pintadas dejó en claro que el futuro candidato será un peronista. Seguramente Guerrero no se sentará en el sillón de Lucas Córdoba, pero sirvió para que "Pulpo (h)" entienda que no siempre al que madruga Dios lo ayuda.
Alperovich sabe que necesita de la estructura de Miranda y, según sus sondeos, su mote de independiente cae bien. Por eso sigue caminando por el interior. Ayer no sólo les dio un abrazo a los obreros del ingenio La Corona, sino también al intendente de Aguilares, Sergio Mansilla. El ex arquero volaba para todos los costados con tal de aparecer al lado del "Pibe", porque, hasta ahora, tiene la pelota que le regaló un amigo. Alperovich no se cansa de decir que no está de campaña sino que religiosamente visita todos los lugares a los que prometió volver y que Miranda le dijo que actuara así. Por eso también ayer se dio tiempo para visitar al obispo de Concepción, José María Rossi, con quien habló más de una hora.
"Pulpo (h)" confía ciegamente en su proyecto personal y cree que el mirandismo, a la larga, tendrá que recurrir a su figura. Palabras más palabras menos, eso le habría dicho el domingo a la noche a su ex coequiper de sublema, Carlos Courel, con quien se abrazó y pasó más de dos horas compartiendo un café ese mismo día. Por las dudas abrió todos sus tentáculos.
La rebelión
El emperador lucía un prolijo traje azul. Metió la mano en el bolsillo, como el desaparecido "Minguito", y dijo: "este es el borrador del proyecto. Va a seguir molestando y hay que sacarlo del medio". Ese fue el primer capítulo de la rebelión que hoy tiene la granja de Miranda con sus acólitos de la Cámara. A esos legisladores se les pararon los pirinchos pensando que Edmundo Jiménez podría haber prestado asesoramiento en ese proyecto para sacar al fiscal anticorrupción del medio. Todos apoyaron la decisión y cargaron con el costo, que "iba a durar dos semanas y después todos se olvidarían", como se dijo en esa reunión, en la casa de Sisto Terán. Nadie se olvidó; pasó casi un mes y Miranda tambaleó tanto que tuvo que dar marcha atrás. Pero cuando reconoció su error y le prometió al arzobispo Horacio Villalba que Jerez no sería tocado, se olvidó de compartir los beneficios políticos con la Legislatura. Ese día sus propios hombres prometieron venganza.
Miranda volvió a sentarse a la cabecera de la mesa y los invitó a la Casa de Gobierno a comer. Quería la foto para mostrar unidad. Juan Carlos Mamaní hizo todo tipo de rabietas para que no se registrara la imagen. Por primera vez, ese día el emperador escuchó duros reclamos. René Concha dijo que no se sentía contenido y que había que ser enemigo del Gobierno para conseguir cosas. Apuntó al pecho del "inefable" Sangenis, quien se cansó de hacer nombramientos de radicales y hasta de republicanos en el Siprosa. Sugirió que se habían beneficiado hasta a parientes de José Ascárate. Germán Alfaro fue más allá y le recriminó en la cara al emperador que no había solidaridad y ni siquiera gestos hacia la Legislatura, que había compartido todos los costos de aprobar leyes impopulares, y que a la hora de los beneficios políticos sólo el Ejecutivo saboreaba esas mieles. Lo que nunca imaginó Miranda fue que el pollo de aquel almuerzo tendría efecto retardado. Se dio cuenta el jueves pasado, cuando intentó por todos los medios convencer a sus hombres de que no debían aprobar por ley la Operatoria FET. Sólo José Gutiérrez le atendía el celular, y sus intentos por perder, aunque sea por pocos votos (la votación salió 30 a 7), estaban todos "emponchados". El mingo se le fue por la tronera cada vez que quiso dar vuelta un voto e hicieron todo tipo de carambolas con sus argumentos. También fue infructuoso el llamado de José Cúneo Vergés a Mamaní. Hasta Julio Topa, del Movimiento Independiente, apagó su teléfono móvil. El momento más irritante para los díscolos legisladores fue cuando Concha recibió el llamado de Roque Alvarez, a quien le colgaron el teléfono por sus coqueteos como posible vicegobernador del "Pulpo (h)".
Los legisladores quieren que se baraje y se dé de nuevo para los tiempos electorales que vienen. Miranda tiene una brasa en sus manos. Si veta la ley de los bonos, el único que pagará esos costos será él. Si la promulga, el ministro "alperovichista" Joaquín Ferre pondrá el grito en el cielo y hasta podría renunciar, porque a él no le cierran los números para sostener la Operatoria FET. Lo que él no termina de reconocer es que se llegó a este brete porque todos bailaron la música que el propio Alperovich puso durante su gestión como ministro, que fue bendecida no sólo por "el pulpo" mayor, sino por todo el peronismo.
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