Los cambios de temperatura en el ambiente tienen un efecto directo en nuestro organismo y sobre todo en nuestro apetito. La llegada del frío provoca toda una serie de procesos fisiológicos y psicológicos en nuestro cuerpo que el cerebro debe atender. Una de las obligaciones de una parte de nuestro órgano central, el hipotálamo, es la de mantener la temperatura de nuestro cuerpo, así como de otras funciones vitales.
Nuestro cuerpo necesita energía funcionar y mantener su temperatura
Todas las funciones de nuestro cuerpo demandan un gasto de energía, inclusive las más básicas como respirar y hacer latir nuestro corazón, así como mantener la temperatura corporal. Cuando estamos en un ambiente de temperaturas bajas nuestro hipotálamo debe hacer el esfuerzo por mantener una temperatura de 36 grados, que nos permite vivir.
Para lograr ese aumento de temperatura, el cuerpo necesita de energía que obtenemos de los alimentos. Esa sensación de hambre se produce porque nuestro cuerpo está consumiendo las reservas que tiene para poder seguir funcionando.
Así es que cuando comemos más de lo que nuestro cuerpo necesita, nuestro organismo guarda esa energía en forma de grasa para que aunque no ingiramos alimentos, este siga con sus procesos vitales y en condiciones de baja temperatura ambiental nuestro cuerpo usa esas reservas de grasa, para mantenerse caliente. Si esos reservorios no se recargan, la sensación de hambre aparece, ya que nuestro cuerpo necesita energía para no convertirse en un cubo de hielo.