Traverso, el último ídolo de años dorados del automovilismo nacional

Traverso, el último ídolo de años dorados del automovilismo nacional

Su talento y sus éxitos fueron tan grandes que multitudes de fanáticos lo siguieron en cada carrera que corrió en 34 años de trayectoria. Su frontalidad, tal cual Maradona, fue también un sello distintivo.

Traverso, el último ídolo de años dorados del automovilismo nacional

El deporte se alimenta de muchas cosas para ser lo que es, pasión de multitudes. Sobre todo de sus ídolos. Uno de ellos, un prócer se diría del automovilismo, ya transita el infinito camino de la leyenda.

En Juan María Traverso habitaba todo tipo de personas: el talentoso al volante, el voraz conquistador de victorias y títulos, el filoso observador de la realidad, el crítico frontal, el amigo incondicional, el piloto honesto abajo y arriba de un auto de carreras, el ser contradictorio que no obstante nunca renegaba de decir siempre la verdad.

¿Qué tipo de persona era Traverso? Uno que tenía los mismos defectos que todos. “Soy normal, no soy ningún ejemplo de buen tipo. Corro porque las carreras son mi pasión, no lo hago para ser famoso ni para la tribuna”, dijo alguna vez.

Lo de la amistad era para él algo muy especial. Tenía muchos amigos, incluso en Tucumán, provincia a la que visitó infinidad de veces como corredor, de paseo o como dirigente de la Asociación Argentina de Volantes, entidad que presidía. Justamente un tucumano, el insigne Nasif Estéfano, fue quien le ofreció su amistad y su ayuda para sumarse al equipo oficial Ford de Turismo Carretera. Y justamente fue en Tucumán donde el “Flaco” de Ramallo definió a su favor un campeonato, el del TC 2000 de 1992, que quizás resultó su carrera más recordada. Ya volveremos sobre este punto...

A Traverso ser frontal le trajo problemas. “Te pone el cartel de tipo difícil y jodido. Yo no puedo ocultar lo que pienso, me parece honesto decirlo” opinó sobre su forma de ser. Esa frontalidad le trajo enemigos, situaciones complicadas e insultos esporádicos que bajaban desde las tribunas. En esto se veía igual que Diego Maradona, de quien era amigo: “Diego siempre peleó para mejorar el fútbol y yo lo hice para el automovilismo. Lo que no entendió mucha gente es que eso no significaba buscar problemas, sino soluciones. Creo que tanto él como yo logramos, además de enemigos, varias cosas buenas”.

El “Flaco” tenía 73 años y un pasado como fumador empedernido. Fue esto lo que finalmente lo llevó al final de una vida de leyenda después de luchar contra el Epoc, una grave enfermedad que dañó gravemente sus pulmones. “Fumé a veces dos atados al día. Lo hice desde los 17 años, pero dejé en 1985 y estuve sin el ‘faso’ casi cuatro años. Después volví y fue peor, fumaba más del doble” contó sobre su vicio.

Fue campeón del Turismo Carretera, del TC2000 y del Top Race. Fue uno de los ganadores que tuvo el “Desafío de los Valientes”. Incluso ganó en su clase en el Rally Mundial de Argentina de 1988 con el Renault 18 de Carlos Menem. Obtuvo 16 campeonatos y siete subcampeonatos en sus 34 años de trayectoria.

También corrió en la Clase 3 del Turismo Nacional, en el Club Argentino de Pilotos y en la Fórmula 2 Codasur. A nivel internacional, incursionó en la Fórmula 2 europea, en el Campionato Italiano Velocitá Turismo - N2 y obtuvo una victoria en la Clase A7 del Campeonato Mundial de Rally en 1988.

Hay un dato que pocos recuerdan: Traverso estuvo a punto de correr en la F-1. ¿Por qué no lo hizo? Él lo contó sin vueltas, dejando expuesta en sus palabras su lado más humano: “tenía un precontrato firmado con el equipo de Ecclestone, en 1980. Yo iba a correr al año siguiente, después de que Niki Lauda largara. Volví a la Argentina para cerrar unos asuntos, pero preferí quedarme a darle una mano a mi padre, que ya era bastante viejo. Tenía muchos quilombos económicos, el país se venía abajo, tenía que hacerlo”.

Se convirtió en piloto cuando su destino parecía encaminado a seguir los pasos de su padre, un hombre de campo. Pero en él nació la pasión por el automovilismo, y nunca supo bien porqué.

Las opiniones de Traverso fueron siempre una oda a la frontalidad. “A la gente de las carreras te las ganás con maniobras dentro de la pista, no tiñéndote el pelo ni desnudándote o haciendo pavadas”, dijo. También fue el que opinó que el automovilismo no era un deporte, asegurando: “para mí el deporte, básicamente, es una actividad que debería mejorar el físico de una persona. Sin embargo el automovilismo te lo arruina. Respirás todo el tiempo gases tóxicos, los ruidos te dejan sordo, la columna se te hace ‘pomada’. El auto es un horno, las computadoras de adentro se apagan, pero a mí no me apaga nadie”. Fue él también quien, pese a su admiración por Juan Manuel Fangio y Carlos Reutemann, no les dejó pasar “que no le hayan dado una mano en la F-1 a los pilotos argentinos que venían atrás de ellos”.

Traverso elegía en el TC, por sobre los tradicionales Ford y Chevrolet, a Torino (y eso que ganó con las dos marcas). Traverso, aun lleno de laureles por sus conquistas, tenía un respeto sublime a los autos en los que corría, pero les sacaba todo el rendimiento aunque estuvieron a punto de explotar. Muchos recuerdan por ejemplo su triunfo en TC2000 en 1988 en General Roca con su auto prendido fuego, o en 1986 en Pigüé con una rueda menos.

La definición con Ernesto “Tito” Bessone por el campeonato de TC2000 de 1992 en el “Nasif Estéfano” fue épica y cargada de polémica. Fue un domingo 6 de diciembre. Hacía poco que había fallecido en carrera otro ídolo, Roberto Mouras, en el fatal accidente de Lobos.

Se esperaba una definición tranquila porque Bessone con su Ford Sierra estaba muy cerca de lograr el ansiado campeonato; con ser cuarto le alcanzaba para superar a Traverso y su imbatible Renault Fuego. Una lluvia previo a la carrera dejó el asfalto lleno de charcos. Y eso produjo que sobreviniera un desperfecto eléctrico en el coche de “Tito”. Nervios, corridas y una solución de emergencia para que el Ford volviera a pista para rescatar algún punto. El “Flaco” venía sin problemas, sus chances de campeonato eran óptimas. De pronto ambos se encontraron, llegaron a la curva Solís, y ante el asombro de la multitud, cuando el de Ramallo le iba a sacar una vuelta, Bessone lo apuntó como para sacarlo de pista. Pero se arrepintió y sólo lo rozó; si Traverso no terminaba la carrera, “Tito” era campeón. El final fue agridulce: festejos y gritos por igual.

Foto tomada de Automundo. Foto tomada de Automundo.

Legendaria figura

Durante décadas, Traverso (nacido un 28 de diciembre de 1950) hizo delirar a los espectadores con sus maniobras en los caminos y en las pistas. En su extensa campaña, con debut profesional en 1971 en la Vuelta de Pergamino y primer triunfo en 1972 en la Vuelta de 25 de Mayo, se llenó de gloria y sumó seguidores incondicionales. “Evidentemente transmito algo a la gente que le hace valorar mi trabajo. Más allá de bien o mal, lo hago con todas las ganas. Eso se podría llamar orgullo”, reflexionó sobre esta parte esencial de su carrera.

Con Traverso se fue un campeón, tal vez el último ídolo de años dorados del automovilismo argentino. Pero la bandera a cuadros infinita del adiós no caerá jamás sobre su legendaria figura.

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