La reconstrucción: segunda parte de la vida de la Casa Histórica

La reconstrucción: segunda parte de la vida de la Casa Histórica

TEMPORARIO. La cobertura que protegió por décadas el Salón de la Jura de la Casa Histórica.

El solar patrio sufrió muchos años de desidia y abandono, que implicó una destrucción casi completa del inmueble. La preocupación de Avellaneda y la decisión de Roca. La acción de tucumanos ilustres.

12 Mayo 2024

Por José María Posse

 Abogado, escritor, historiador.

En los años posteriores a la primera modificación importante de la Casa Histórica que tuvo lugar en 1875, la edificación antigua, incluida el Salón de la Jura se fue deteriorando inexorablemente, al punto que sirvió de pesebre para una mula perteneciente al director del Correo.

En ruinas

La prensa de la época señalaba que detrás del nuevo frente de aspecto solemne y de los dos salones grandes que daban a la calle, destinados al correo y al telégrafo, toda la construcción era ruinosa y amenazaba con derrumbarse.

Las paredes divisorias con las casas vecinas se habían caído, las baldosas estaban rotas. Claramente el desapego por mantener en correcto estado nuestro patrimonio histórico edilicio es un problema que nos aqueja a los tucumanos desde tiempos remotos.

Así perdimos el Cabildo, uno de los más importantes del interior del país, y la casa de Bernabé Aráoz, entre otras propiedades que analizamos en notas anteriores.

Visita presidencial

En 1876, el presidente Nicolás Avellaneda vino a Tucumán con la comitiva que inauguraba el ferrocarril que llegaba hasta la provincia. Aprovechó la estadía para visitar la histórica casa; la que recorrió con profundo pesar, pues como pocos entendía en profundidad lo que esos muros habían atestiguado, imaginando escenas, guardando un profundo silencio para tal vez escuchar los susurros de otros tiempos.

Así lo escribió su entrada al histórico salón: “…penetramos todos, con la cabeza descubierta y el semblante recogido, dentro del recinto del viejo salón, con sus paredes macizas de barro y sus rústicos tirantes doblados y ennegrecidos por el tiempo. Las bóvedas artesonadas de un palacio construido a nuestra vista no habrían inspirado el mismo respeto”.

El doctor Avellaneda fue así el primer Presidente en ejercicio que visitó el histórico solar, si bien no lo hizo en ocasión de celebrarse una fecha patria, sino que en ocasión de inaugurar ese ramal ferroviario que cambiaría para siempre la historia de nuestra provincia y de la región, pues nacería la industria azucarera moderna, como fuente de riqueza para las siguientes generaciones de tucumanos.

Presidente al rescate

Durante esos años funcionaron varias oficinas que ocupaban el frente de la casa, destinadas al Juzgado Federal, Ingenieros Nacionales y las ya conocidas de Correos y Telégrafos. De vez en cuando, esporádicamente se realizaban homenajes a los congresales, pero las crónicas de época sólo señalan el deterioro ya comentado de las piezas traseras y el estado ruinoso del Salón de la Jura.

Fue el tucumano Julio Argentino Roca, durante su primer Presidencia, quien tuvo el impulso de poner en valor el lugar ordenando por decreto que se disponga “la colocación de los retratos de los congresales, sus autógrafos y los documentos emanados de aquella asamblea, a fin de restablecer, en cuanto sea posible, el ambiente en que se desarrollaron aquellas gloriosas sesiones”.

Además de los arreglos que debían realizarse, el Ministerio del Interior tenía a su cargo la obtención y confección de los retratos, seleccionar las actas y documentos y adquirir los muebles y útiles que se conservasen, invitando a los particulares a realizar las donaciones pertinentes.

Sin duda alguna, la idea de Roca se asemejaba a la creación de una suerte de museo que resguardara para tiempos futuros el histórico salón. Desgraciadamente, los encargados de llevar adelante el proyecto, entre los que destaco al diputado Lídoro Quinteros, quien presentó algunos proyectos que quedaron en el camino y nada hicieron los responsables en los años siguientes.

LOS BAJORRELIEVES. La obra de la escultora Lola Mora fue encargada para jerarquizar el predio y se inauguró en los actos del 24 de septiembre de 1904. LOS BAJORRELIEVES. La obra de la escultora Lola Mora fue encargada para jerarquizar el predio y se inauguró en los actos del 24 de septiembre de 1904.

La Sociedad Sarmiento

La indolencia de los encargados de mantener en condiciones el solar se hizo patente cuando el presidente de la referida Sociedad Sarmiento se hizo presente en el lugar y pidió permiso para visitar el salón histórico, dándose con la novedad que el Salón de la Jura se había convertido en una pesebrera que alojaba una mula propiedad del jefe de Correos y Telégrafos, de apellido Olguín.

De inmediato, los socios de la Sarmiento se movilizaron denunciando a los superiores del referido funcionario la profanación del sagrado recinto.

La contestación inmediata fue la destitución de Olguín y de cierta manera los socios de la institución tomaron a su cargo el cuidado del lugar.

Restauración y galería

Estanislao S. Zeballos en 1891, mientras ocupaba la Dirección Nacional de Correos, seguramente al tanto de lo ocurrido con la mula del director, puso en conocimiento del presidente Carlos Pellegrini acerca del estado de abandono del Salón de la Jura, a la que describía como una habitación húmeda y polvorienta, carente de mobiliario; y proponía formar una galería con los retratos de los Congresales que se exhibían en el Senado de la Nación.

Gracias a su accionar, se logró destinar una suma considerable para restaurar el salón y dotarlo de mobiliario. Se creó una comisión formada por el historiador Ángel J. Carranza y los tucumanos Pedro Alurralde y Tiburcio Padilla, quienes tomaron a su cargo las reparaciones urgentes. Éstos últimos eran miembros de la Sociedad Sarmiento, entidad que tal como lo vimos, tomó a su cargo el cuidado del lugar.

MUEBLE DONADO. En el escritorio cedido por la familia Aráoz se firmó la Independencia. MUEBLE DONADO. En el escritorio cedido por la familia Aráoz se firmó la Independencia.

Así comenzaron a colgarse de a poco los cuadros de los Congresales, obra del destacado pintor Augusto Ballerini. Es de destacar que recién en 1966 se terminó la colección. Claramente muchos de los retratados, tal el caso de los tucumanos Pedro Miguel Aráoz y José Ignacio Thames, fueron idealizados, a veces por el parecido con algunos parientes. No es el caso de José Eusebio Colombres, de quien se tenía un dagerrotipo que ha llegado a nuestros tiempos y sus facciones si responden a la realidad.

Continúa el deterioro

Los años pasaron y nada se hizo por mantener los restos de lo que fuera la Casa de la Independencia y poco por restaurar el histórico salón. Durante unos años apenas se acondicionaba para recibir algunas peregrinaciones patrióticas estudiantiles que venían desde Buenos Aires y Córdoba a rendir homenaje a los héroes del 9 de julio de 1816. Finalmente en 1888, el mal estado de las oficinas provocó el traslado de las agencias federales, las que se trasladaron a otro edificio y la casa quedó abandonada totalmente.

Pero la Sociedad Sarmiento, cuyos miembros habían recibido en guarda los retratos de los congresales, y los volvían a colgar en el Salón de la Jura para la fecha patria, tuvieron en 1898 la idea de una gran celebración junto a la colectividad española. Más de 5.000 asistentes pudieron, en su mayoría, observar en medio de las ruinas el lugar donde había nacido al mundo el país. Algo se tenía que hacer para salvar de la piqueta aunque fuera esa habitación rectangular que a todos entristecía de ver su estado.

Doña Guillermina

Mucho se ha escrito acerca de la biografía de doña Guillermina Leston de Guzmán, como gran benefactora en obras de caridad que aún hoy perduran; pero pocos conocen que fue a ella también a quien se le debe el rescate del Salón de la Independencia.

Ocurrió en 1902, durante la segunda presidencia del general Roca; según la tradición, había venido de visita a la provincia el Ministro de Obras Públicas, el afamado Emilio Civit. En un almuerzo al que fue invitado, estaba sentada junto a él la ilustre matrona mencionada, quien le pidió que intercediera ante el Gobierno Nacional para evitar que lo que quedaba de aquella Casa de la Jura, se perdiera para siempre.

Enterado Roca, y estando las arcas del Estado en mejores condiciones que en su primer Presidencia, ordenó que se realizara y ejecutara un proyecto de salvataje. Consistía en la demolición de toda construcción que rodeara al Salón y se edificara sobre él un templete que lo preservara para los siglos por venir.

La sala de los congresales quedó finalmente convertida en una pequeña casa con techo a dos aguas que conservaba en su interior el sitio sagrado. Es por ello, dado el pequeño tamaño y la forma de la construcción que abrazaba el pabellón, que se conoce como “casita” a nuestro principal museo nacional, a disgusto de generaciones de orgullosos tucumanos.

Los bajorrelieves

Para dar jerarquía al entorno, se comisionó a la artista tucumana Lola Mora la construcción de los dos bajorrelieves que aún hoy pueden observarse en los patios del museo. Uno de ellos representa una escena del cabildo del 25 de Mayo de 1810 en Buenos Aires y el otro el momento de la declaración de la Independencia el 9 de Julio de 1816.

A manera de agradecimiento por el apoyo brindado a su carrera artística, Mora incluyó a Roca entre los congresales, en pose solemne. Es de destacar que esa obra, junto con las estatuas de la Libertad en la plaza Independencia y la de Juan Bautista Alberdi, colocada en la plaza que lleva su nombre, fueron inauguradas el 24 de septiembre de 1904. Fueron muy recordados los multitudinarios actos de inauguración, presididos por el entonces gobernador Lucas Córdoba. Se destacó el discurso de Pedro Alurralde, representando a la Sociedad Sarmiento, institución a la que mucho se le debe que el salón llegara hasta nuestros días.

Años más tarde, la casa se ampliaría con la expropiación del terreno que dio salida al inmueble por calle 9 de julio, en tiempos del gobernador Ernesto Padilla. Lo cierto es que durante más de 40 años el Salón de la Jura fue preservado bajo esa “monumental tapa de mampostería y vidrio”, al decir del doctor Carlos Páez de la Torre.

EL INTERIOR. Despojado y sin muebles, una imagen a principios del siglo XX. EL INTERIOR. Despojado y sin muebles, una imagen a principios del siglo XX.

La reconstrucción

En 1941 la Casa fue declarada monumento nacional y quedó a cargo de la Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos. Por entonces muchas voces se alzaban sosteniendo la necesidad de reconstruir la fachada histórica y las habitaciones que rodeaban a la Sala. Existían tanto las fotografías del italiano Ángel Paganelli, como los planos que sirvieron en 1874 para la compra realizada a los Zavalía Laguna. Por ello se puso en marcha un estudio de factibilidad que estimó los costos.

Uno de los principales entusiastas fue el industrial azucarero don Ramón Paz Posse, a la sazón diputado nacional por Tucumán, quien presentó el proyecto de ley, para autorizar la suma de 100.000 pesos para la reconstrucción, la que se encomendó al arquitecto Mario J. Buschiazzo, quien ya tenía su buen nombre en éste tipo de trabajos. No sin contratiempos y críticas, las obras comenzaron en 1942; para acallarlas, el hábil profesional invitó a la prensa a atestiguar los inicios de la reconstrucción y mostrar que en las excavaciones habían surgido los cimientos originales de la Casa; con ello no quedaba duda alguna que la nueva construcción se haría de la manera más exacta posible. En esos días se estaba demoliendo una casona colonial que había pertenecido al Obispo Bernabé Piedrabuena, y que era de una época similar a la casa de los Bazán. Por ello se aprovecharon rejas, puertas, pilares y tejas de la casona, con lo cual se utilizaron elementos de época que terminaron definitivamente con los enconos de los opositores de siempre.

Finalmente la Casa Histórica de la Independencia Argentina, como la conocemos hoy, fue inaugurada el 24 de septiembre de 1943, destacándose el discurso del doctor Ricardo Levene, presidente de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos y Lugares Históricos.

Objetos y mobiliarios

Con los años, y en gran parte a la generosidad de viejas familias tucumanas, la casa fue recibiendo en donación una importante cantidad de objetos históricos de la época de la independencia, o de personajes vinculados a la historia de la Casa.

Destaco entre ellos la donación por parte de la familia Aráoz, de la mesa de guayacán que fuera del gobernador Bernabé Aráoz, sobre la cual se firmó el acta de la Independencia. Mueble que por motivos que desconocemos, no se expone actualmente en el Salón de la Jura.

Hoy

Con diversas vicisitudes, largas de comentar en esta nota, llegamos a tiempos actuales, en donde nobleza obliga, debe destacarse la labor de la historiadora Sara Peña de Bascary, museóloga por vocación, una brillante autodidacta quien en medio siglo montó o ayudó a montar 10 museos tucumanos, y que tuvo un paso relevante como Directora de la Casa Histórica de la Independencia, dejando la impronta de su trabajo, que llega a nuestros días.

Nuestro reconocimiento a ella.

Bibliografía: Carlos Páez de la Torre (h) ( 2023), “La Casa Histórica a Través de los años”; Edición Libros Tucumán.

“Album general de la Provincia de Tucumán en el Primer Centenario de su Independencia”. (Bs As., 1916).

García Soriano, Manuel (1955), “La Casa Histórica”, en Norte, VIII, junio de 1955.

Carlos Páez de la Torre (h) (2001), “Nicolás Avellaneda, una biografía”, Editorial Planeta.

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