Primera tesis (metatesis)

Primera tesis (metatesis)

Toda afirmación en general sobre la escritura de ficción encontrará algún contraejemplo perfectamente legítimo en particular. Esto no excluye la posibilidad de pensar en criterios lo bastante firmes y lo bastante flexibles que puedan guiar la escritura.

12 Mayo 2024

Por Guillermo Martínez

La primera parte -la primera frase- es un llamado de atención necesario sobre la dificultad de establecer afirmaciones demasiado genéricas. La segunda frase insta aún así a intentarlo, bajo la forma más flexible de criterios, atendiendo a los límites, a los contraejemplos y al contexto de cada afirmación, para que el espíritu crítico o el escepticismo no se transforme en inmovilidad. Lo que nos ayudará a salir en todos los casos de estas aparentes encerronas lógicas es la vieja dialéctica. En las diez afirmaciones que vendrán a continuación me propongo seguir el espíritu dialéctico que sobrevuela en Seis propuestas para el próximo milenio, de Italo Calvino. En ese libro -una serie de conferencias que debía dar en Estados Unidos-, Calvino propone una lista de atributos para la literatura del futuro, que son las preferencias propias, pero quizá lo más interesante -por inusual- es que al argumentar sobre cada una de sus elecciones nunca deja de lado la posibilidad opuesta.

En la primera conferencia habla a favor de la levedad, pero reconoce de inmediato que no son menos válidas las razones del peso. Más aún, dice que «no podríamos admirar la levedad del lenguaje si no supiéramos admirar también el lenguaje dotado de peso». O sea, elige para sí las novelas leves en la estructura, en el lenguaje, en la escritura, pero reconoce que también se podría argumentar a favor del peso. Y de hecho, cuando más adelante habla del atributo de multiplicidad, bajo esta palabra de tono más benévolo reaparecen una tras otra todas las novelas que se nos pueden venir a la cabeza como campeonas de todos los pesos: La montaña mágica, de Thomas Mann, el edificio monumental de Perec en La vida, instrucciones de uso, las novelas infinitamente digresivas, exhaustivas, de Carlo Gadda, Bouvard y Pécuchet, de Flaubert, etcétera.

En la segunda conferencia se refiere a otra de sus preferencias -la rapidez- entendida como concisión y economía de recursos, como movimiento sin pausa, de peripecia en peripecia, a la manera de las fábulas y leyendas medievales. Pero muy pronto observa que el tiempo narrativo puede ser también retardador, o cíclico, o inmóvil, y dice que su apología de la rapidez «no pretende negar los placeres de la dilación». Menciona entre las novelas de la espera, de la postergación, el Tristram Shandy, de Laurence Sterne, pero se podría pensar también en El desierto de los tártaros de Dino Buzzati, o en Zama, de Di Benedetto, o en el relato «La bestia en la jungla», de Henry James.

*Fragmento de Once tesis (y antítesis) sobre la escritura de ficción.

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