La ansiedad, la culpa y la frustración son algunas de las tantas emociones que se manifiestan cuando un estudiante reprueba un examen. Esta combinación de posibilidades puede sumergir en una situación abrumadora donde la presión y la responsabilidad convergen en un camino de resiliencia y a veces sacan del camino, y llevan a la deserción. Mientras algunos logran superar las adversidades y mantenerse en carrera, otros no soportan el ritmo y terminan dejándola .
La percepción de que las expectativas académicas y laborales son abrumadoras afecta a la mayoría de los 256 jóvenes tucumanos de 18 a 30 años encuestados recientemente por LA GACETA para conocer cuáles eran los problemas o motivos que los habían llevado o podrían llevarlos a consultar a un psicólogo. “La facultad” es citada como una causa frecuente de angustias: muchos de los encuestados expusieron que su presente estudiantil los estresaba tanto como el futuro personal y colectivo al responder preguntas como “¿qué aspectos de tu vida te generan más preocupación?”.
Desaprobar un examen puede agravar un contexto de inestabilidad o de incertidumbre general. E impactar negativamente en la autoestima y en la confianza, más en la universidad, donde los éxitos y los fracasos estudiantiles van de la mano de conseguir o no conseguir la disciplina personal necesaria para cumplir con las exigencias del programa.
Según el Informe de Autoevaluación Institucional realizado por la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) en 2019, el 3,4% de los estudiantes logran graduarse en la duración teórica de la carrera. El 7,7% lo consigue hasta dos años más tarde y el 11,4% en los cuatro años posteriores a la duración estipulada. “Es posible observar no sólo la dificultad para graduarse evidenciada en la mayor parte de las facultades, sino también que los índices de abandono de las carreras, que tienen su momento inicial durante el primer año, se sostienen a lo largo de aquellas”, detalla el análisis.
El problema de la deserción elevada es multicausal. El Informe de la UNT enumera, entre las posibles razones, las dificultades con el estudio y las organización personal; razones institucionales y curriculares; la insuficiente formación en las distintas materias con la que los alumnos acceden a la universidad, y cuestiones emocionales como los nervios en el momento de rendir y el estrés.
Samira Aguilera tiene 20 años y está recursando el primer año de la Licenciatura en Inglés en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT. La estudiante afirma que recibió un golpe duro al desaprobar su primer examen universitario: “cuando reprobé mi primer parcial de Fonética empecé a tener un sentimiento bastante feo. Me sentí culpable por generar gastos en mi familia y no quería ir más a la Facultad. Sentía que no podía, que no entendía nada y que hiciera lo que hiciera no iba a ser suficiente. Era una desmotivación total. Terminé dejando todas las materias”. El informe de la UNT explica que 40% de los ingresantes abandonan los estudios en el primer año y que sólo el 39% logra aprobar al menos dos materias en ese período.
“Desaprobar tu primer examen es como si te pegaran una patada en el estómago”, describe Ramiro Argañaraz antes de ingresar a una clase de Historia. Y agrega: “en la Facultad suele haber más derrotas que victorias. Creo que este sistema premia al que se repone de las frustraciones. Hay gente a la que le va muy bien, pero falla una vez y no se vuelve a levantar”.
Por su parte, Georgina Álvarez, estudiante de Abogacía en la UNT, explica: “me desanima bastante cuando me va mal porque lleva mucho tiempo preparar una materia. El bajón me suele durar unos días, pero aprendí a salir de eso y trato de volver a sentarme a estudiar”.
Si bien la mayoría de los alumnos manifiestan que se sienten acompañados por su familia, Emilse Ortiz relata que percibe mucha presión en su hogar. “Soy la primera universitaria que trata de terminar una carrera y eso me genera una gran responsabilidad. Me volví muy autoexigente. Una vez desaprobé Publicidad y me fui a mi casa con una frustración inmensa: me culpabilizo todo el tiempo”, se sincera la estudiante de Comunicación.
La mirada profesional
¿Cómo gestionar mejor las emociones al desaprobar un examen? Según Silvana Puentes, psicóloga clínica, y docente en la carrera de Diseño y Equipamiento de la UNT, ahí radica la clave de la cuestión. “El malestar y el sufrimiento atraviesan inevitablemente al sujeto humano: forman parte de nuestra constitución psíquica. En algún momento de nuestra vida podemos pasar por esas situaciones, el tema está en cómo cada uno va a gestionar esa situación de estrés”, reflexiona.
Si bien la especialista especifica que una expresión emocional -en este caso el desánimo al desaprobar- cobra un sentido específico en cada caso en particular, es posible establecer ciertas claves generales para gestionar mejor la ansiedad, la culpa y la desmotivación. A continuación, una serie de recomendaciones y precisiones para saber qué hacer después de desaprobar.
1. ¿Desaprobar es fallar? Es importante comprender que el objetivo final del estudiante es aprender. Un “desaprobado” no es un error, sino más bien una oportunidad de aprendizaje. “Aquí es importante que el docente marque el camino, y que explique qué es lo que está mal y qué es lo que está bien”, advierte Puentes.
2. La experiencia reduce la ansiedad. Toda situación nueva trae consigo altos niveles de ansiedad. Por lo tanto, es común que los primeros “golpes” al desaprobar sean más duros que los siguientes. “Hay cosas que uno no está acostumbrado a vivir, que no están al alcance y que no se las puede controlar. Con el tiempo, uno conoce el terreno en que se está moviendo y esa ansiedad se va calmando”, refiere la psicóloga.
3. Comunicar lo que siento. Poner en palabras las emociones ayuda a liberar el cuerpo y a gestionar el estrés. “Esta comunicación puede ser con cualquier persona con la que te sientas cómodo: un amigo, un familiar, un docente con el que tengas confianza o, incluso, un terapeuta. Es importante hablar con alguien que pueda orientar y sostener”, apunta Puentes.
4. Del malestar a la acción. Se trata de reconocer las equivocaciones, asumir las responsabilidades y buscar soluciones. “Me tengo que preguntar qué puedo hacer en la situación en la que estoy. La queja es pasividad: se debe buscar las razones que a uno lo motivan y poner el deseo por delante. Si mi objetivo es aprender, desaprobar solo es una experiencia en ese camino”, analiza la especialista.
5. La importancia del grupo de amigos. Los estudiantes reconocen que un buen grupo de estudio es clave para revertir un momento complicado. Puentes lo explica: “hacer lazos sociales construye una red que te sostiene. La salud mental y comunitaria no la construimos solos, sino en grupo”.
6. El rol del docente. Formar un vínculo sano con los profesores es un factor de importancia en el proceso de aprendizaje. “El docente debe generar espacios donde la palabra circule. Cualquier pregunta o consulta tiene que ser bienvenida por más obvia que parezca”, afirma Puentes. Y añade: “el alumno tampoco debe tener vergüenza de asistir a clases de consulta o preguntar. El miedo te anula”.